– General, por Misiones y hablando del teniente Estévez, con mucha emoción.
– Si, mucha emoción y a parte de los recuerdos creo que la parte más emocionante es pensar en el futuro, en ver al Ejército Argentino activo, trabajando con tanta intensidad en el ambiente propicio del monte para estar en condiciones de poder cumplir de la mejor manera posible con la patria.
A mí me preocupa más el futuro que el pasado. El pasado ya está escrito de una u otra manera, lo hemos transitado con aciertos y desacierto, pero ya está. Ahora hay que pensar en el futuro.
Durante la charla decía que los héroes no son de bronce y que cualquier soldado está en condiciones de convertirse en uno.
– Creo que uno de los aspectos más importantes de comprender es que las cosas que han hecho hombres excepcionales, cuestiones excepcionales que han desarrollado en su vida y muchas veces con el sacrificio de su vida, fueron protagonizadas por seres de carne y hueso, no por míticos personajes, traídos de una fantasía sino por hombres que tuvieron su cita con la vida y con la muerte, convencidos de lo que debían hacer por su patria.
– Descríbanos al teniente Estévez.
– Al teniente Estévez yo lo conocí como cursante del Curso de Comandos en 1981. Ya lo vimos como un personaje destacado. Su grado de compenetración con las actividades, su responsabilidad, su equilibrio para manejar situaciones, lo destacaban notablemente del resto. Tuve después la mala suerte de saber que algún día había que ir al combate. Me impresionó mucho, me impresionó mucho más después conocer las circunstancias de su muerte, que era de alguna manera el cierre de su vocación de vida.
Él quería ser un soldado con mayúsculas y nos dejó el ejemplo de un soldado excepcional para toda la vida, un soldado modelo a imitar por todos, oficiales, suboficiales y soldados porque en esto a veces las jerarquías engañan o nos hacen pensar con una distorsión de lo que es la realidad. Debajo de la jerarquía hay un hombre con valores y ese hombre con valores está dispuesto a jugarlo todo por su patria. A veces tiene encrucijadas de las que no puede salir y tiene que dejar su vida en ella, otras veces tiene la fortuna de su lado y logra salir bien pero no por eso dejó de arriesgar lo mismo en función de sus valores y sus ideales.
– En lo personal, ¿cómo fue su participación en Malvinas?
– Yo en ese momento estaba destinado en la Escuela de Infantería, nos sorprendió el 2 de abril como todo el mundo. Hubiéramos querido estar ahí, ser parte de la operación. Pero la orden para formar la Compañía de Comando 601 que se movilizó a partir de esa fecha llegó recién el 5 de abril. Durante el tiempo que estuvimos en el continente, 20 días, nos preparamos para la guerra.
No pensábamos que era un viaje de ida y vuelta, estábamos casi convencidos que era solo de ida por lo tanto nos preparamos de la mejor manera posible para sobrevivir a la guerra y para triunfar si era posible.
legamos a las islas el 27 de abril y en pocos días más, el 30, ya salimos a cumplir las primeras misiones en búsqueda de posibles grupos británicos infiltrados en el dispositivo nuestro. Así estuvimos hasta el 21 de mayo que fue el día del desembarco en San Carlos y en ese día obviamente nos tomó en la Gran Malvinas en otro tipo de misión, una tarea de exploración. Fue el día del encuentro nuestro por primera vez con el enemigo a corta distancia, cara a cara con un Harrier de la Real Fuerza Aérea y aprovechando el hecho de que nosotros teníamos el sistema antiaéreo de origen británico y que yo había sido durante tres años instructor del sistema, era el mejor capacitado como apuntador, logramos el derribo de un Harrier y la captura de un piloto con lo cual se empezó a justificar nuestra presencia en las islas de una manera mucho más convincente.
La guerra siguió para nosotros hasta el 15 de junio con éxitos y reveses. Las compañías de comandos, particularmente la 602 pagó un alto precio: cinco muertos y casi una decena de heridos. En la 601 solo dos heridos pero la derrota fue igual para todos, muy dura pero también decidimos afrontarla con mucho realismo y con mucha resiliencia.
– ¿Y cómo fue el regreso, qué recuerda del día que volvió a pisar el continente?
– Nosotros volvimos al continente un 19 de junio, con mucha bronca, con mucho dolor y con mucha vergüenza por haber perdido la guerra. Pero no estábamos abatidos ni estábamos desesperados. El 20 de junio, que pudimos reunirnos con nuestras familias, la última orden que impartí a todos los que nos quedábamos en Buenos Aires, en Campo de Mayo fue “mañana a las 8 de la mañana todos acá para empezar a trabajar” porque había que reconstruir todo lo perdido, había que ocuparse de nuestros muertos y sus familias que no sabían lo que había pasado, de los heridos que teníamos en los hospitales y de buena parte de nuestra gente, incluyendo nuestros jefes, que habían quedado retenidos por los británicos, quien sabe cuánto tiempo más.
Y a eso no abocamos desde el primer minuto. Y eso nos hizo mucho bien a todos y nos permitió reconstruir en un mes todo lo que se había perdido, lo material. Y por supuesto, con el aprendizaje de lo pasado hicimos la evaluación seria: qué hicimos bien y qué no también. E insistimos en aquellos aspectos que nos habían dado buen resultado desde lo material a lo espiritual y corregimos aquellas deficiencias, sobre todo muchas cuestiones de equipamiento y algunas de adiestramiento que se fueron solucionando con el paso de los meses para sacar de toda experiencia lo positivo, aun de la peor derrota hay que sacar lo positivo y seguir construyendo para el futuro.
– Usted que es un hombre con experiencia y de carrera, ¿qué siente cuando se habla de los soldados como si hubieran sido adolescentes peleando en una guerra?
– La gente habla mucho y fácil porque es gratis. Yo hubiera querido que muchos de los que opinan de esa manera hubieran estado pisando la turba de Malvinas y viendo a nuestros soldados, aún los más recientemente incorporados al Ejército, de hecho los del teniente Estévez eran soldados mayormente incorporados de la clase 63. El desempeño en combate fue sobresaliente, en eso no le bajó en nada el aspecto comparativo a ningún soldado profesional. Obviamente el soldado profesional tiene cinco, seis años o más de entrenamiento contra un año o tres o cuatro meses de los nuestros. Pero de ninguna manera subestimarlos e insultarlos llamándolos “chicos de la guerra”, es una afrenta a ellos como combatientes y a la nación Argentina que se ganó su independencia con chicos de cualquier edad combatiendo por la patria y que la siguen sosteniendo hoy con cualquier edad, es también una ofensa gratuita.
– ¿Siente que la sociedad argentina tiene una deuda con los veteranos de Malvinas?
yo creo que la sociedad no tienen ninguna deuda, porque la sociedad siempre comprendió y apoyó más allá de casos individuales que puedan haber y que no los descarto porque los humanos son capaces de todo, desde lo más sublime a lo más miserable. Pero la sociedad que nos recibió a nosotros un 19 de junio en Puerto Madryn nos recibió como si hubiéramos triunfado, nos apoyó, nos cobijó, nos protegió y nos entendió. Y lo mismo pasó en cada lugar que estuvimos en los años inmediatamente posteriores. El Curso Comando de 1982 se desarrolló con toda normalidad en Misiones, en Bariloche, en todos lados y en todas partes encontramos la comprensión de la sociedad. Con las dirigencias hay situaciones distintas y en eso cada uno sabrá en qué medida ha reconocido a los que combatimos en Malvinas o no.
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