República Argentina: 9:09:21pm

 


La presencia de LA NACION genera algunas incomodidades. Casi todos piden la reserva del nombre. Nadie quiere problemas con quien parece estar en todos lados. "Pará que hablo con «el Cuervo»", avisa el enlace del Ministerio de Defensa. El Cuervo no es otro que el diputado nacional Andrés Larroque. El líder de La Cámpora será el nombre más repetido de la tarde; es quien tiene la última palabra en el día tras día.

El trabajo que realizan desde hace tres semanas es producto del compromiso acordado hace casi cuatro meses por el jefe del Ejército, César Milani, y la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, para promover la participación de militares en tareas sociales. Pero no están solos, militantes de La Cámpora también colaboran con las acciones. Así se compone un triángulo de acción que motorizó la presidenta Cristina Kirchner. Incluso, fue la jefa del Estado la que ratificó el rumbo del nuevo rol social de "las Fuerzas Armadas de la democracia" hace dos semanas en el Congreso.

César Cayeta se sienta en la vereda con parte de su familia. Una gorra raída cubre su rostro arrugado del sol. Los mira trabajar sin quejas, con respeto. Atrás quedaron los cuestionamientos. "La primera vez que los vi, me asusté. Pero como también estuvieron «el Cuervo» [Larroque] y Hebe [de Bonafini] me quedé más tranquilo", relata Cayeta, encargado del comedor comunitario.

Urbanizar un predio

La primera labor es limpiar la zona. Cortar el pasto, pintar el centro comunal, entre otras tareas básicas; un mes fue el plazo que se impusieron para cumplir el objetivo, que vence en siete días. "Les pedí que me ayuden a arreglar la calle, pero me dijeron que no. Igualmente está bueno el laburo que hacen. A me gusta, aunque hay otros que andaban en cosas raras que no les gusta nada", cuenta Cristian Burgos, que aprovecha el calor atípico de marzo para lavar un Renault 9.

Tras el primer desembarco, con Bonafini y Larroque, a la semana llegaron técnicos de la fuerza para evaluar los trabajos más de fondo: la urbanización de un asentamiento que hay a tres cuadras de la canchita de fútbol. Hace dos meses, unas 250 familias tomaron un predio que estaba destinado a espacio público. Tras un primer conflicto con los vecinos, el municipio junto a la Comisión Nacional de Tierras, el Ejército, el Ministerio de Defensa y las Madres combinaron esfuerzos para insertarlos en la comunidad. La tarea no fue sencilla. De hecho, la presencia de los soldados sirve como elemento disuasorio.

Las casas de madera y chapa se presentan una al lado de la otra en orden. Incluso, a diferencia de otras tomas, dejaron espacios para que en el futuro abran calles. La gran mayoría son jóvenes y niños.

La pala mecánica hace un pozo y junta la tierra a centímetros de la puerta de una casa de madera. Tres mujeres toman mate sin decir una palabra. Es Cecilia la que se acerca al efectivo del Ejército. "Les pedí que me llevaran tierra a casa", lo apura Cecilia, que llegó al lugar hace un mes desde Almirante Brown. "Mostrame", le dice, con paciencia, el único oficial en el asentamiento. Un minuto después, le da la respuesta que Cecilia buscaba: "Paso mañana".

Cecilia es una de las pocas vecinas que no está de acuerdo con la presencia de los militares. "Es una vergüenza", define la joven de 24 años, madre de dos chicos. "Para eso deberían estar los cooperativistas, pero son todos unos vagos", agrega.
La inseguridad, presente

La inseguridad es uno de los flagelos del barrio, también la droga. Tiene que ver con dos cuestiones fundamentales para resolver en la zona: la falta de trabajo y educación. "El domingo me robaron todo. Es el segundo robo en dos semanas. No pasó ni un patrullero, pero de día tengo al Ejército en la puerta de mi casa", rezonga Cecilia. De noche es otro el panorama. Sin los soldados en las calles -dejan sus tareas a las 15-, el barrio se convierte en un lugar poco seguro.

Los trabajos sociales del Ejército no son nuevos, pero las labores en conjunto con las Madres y La Cámpora abren un nuevo capítulo en la transformación. Aunque el 85% de los integrantes de la Fuerza ingresó después de 1983, el trabajo social del Ejército "es una lavada de cara", para los vecinos, que no tienen muchas expectativas. Creen que los soldados se irán en breve. Descreen del camino que señaló Cristina Kirchner cuando dijo: "Vamos a una integración de nuestras Fuerzas Armadas a la sociedad".

Además de desmalezar, el Ejército comenzó las tareas para abrir zanjas para evitar las inundaciones los días de lluvia. Después será el tiempo de las cloacas. Ya pasó el tiempo de la adaptación; no hay sorpresa en el barrio por la presencia de los soldados, sino sosiego y desesperanza.

 

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