La simultaneidad de los conflictos abiertos entre Rusia y Ucrania en Europa y entre Hamas e Israel en Medio Oriente, ponen a la OTAN frente a una situación geopolítica compleja. Estados Unidos no combate en ninguna de las dos guerras, pero está implicado e interviene en ambas.
Los treinta miembros de la OTAN restantes lo acompañan, aunque no sin reticencias, sobre todo en el caso de Gaza. Estados Unidos, desde la Segunda Guerra Mundial, tuvo una planificación para poder librar dos guerras simultáneamente fuera de su propio territorio.
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Ha sido desde entonces la fuerza militar mundial con mayor capacidad de proyección. Frente al conflicto de Gaza que estalló el 7 de octubre, tres de los once grupos de portaaviones estadounidenses que están desplegados fueron desplazados a distintos lugares. Estados Unidos se encuentra empeñado con provisión de armamentos -que ya ha comenzado también a Israel-, intercambio de inteligencia y entrenamiento de personal.
Pero para los intereses geopolíticos de Occidente, la simultaneidad de frentes es una situación compleja. Está actuando en regiones “extra-zona” de la OTAN. Las diferencias respecto a Ucrania están todavía contenidas, pero respecto a Gaza son más explícitas. El riesgo más relevante es que esta situación en conjunto derive en una confrontación Occidente-Oriente. Es decir, que el enfrentamiento entre Israel y los palestinos escale a un conflicto global.
Las manifestaciones y protestas callejeras en solidaridad con los palestinos se han extendido a favor de ellos desde el 7 de octubre. Primero fueron circunscritas en las primeras setenta y dos horas, donde la violencia del ataque de Hamas a Israel mostró un repudio generalizado en el plano internacional. A partir del 11 de octubre se extendieron, primero en la mayoría de las capitales del mundo árabe, integrado por veintidós países, y luego en los países musulmanes que son más de medio centenar. Las protestas se han centrado contra las sedes diplomáticas de Israel, Estados Unidos y también Francia y el Reino Unido, que fueron las potencias imperiales occidentales en la región en el siglo XIX y la primera mitad del XX.
A partir de la decisión israelí de bloquear el suministro de electricidad, agua y alimentos a la franja y el ultimátum para que la mitad de su población abandone la región que será blanco de la ofensiva militar israelí, la opinión pública árabe se fue haciendo más solidaria con los palestinos, aunque Hamas no represente a la totalidad de ellos ni mucho menos. Estambul, la capital de Turquía, fue escenario de una de las manifestaciones más masivas, algo significativo porque es un país clave de la OTAN y es musulmán pero no árabe.
El presidente Biden defendió la tesis israelí de que el hospital atacado había estallado por una acción de la “Yihad islámica”, un grupo extemista palestino. Pero uno de los jefes de estado árabes más cercano a Israel, el rey jordano Abdullah II, dijo que “la masacre del hospital Bautista en Gaza es un crimen de guerra atroz que no puede ignorarse”.
En cuanto al conflicto en sí mismo, el riesgo de extensión tanto militar como político es creciente. Israel tiene cuatro fronteras sensibles, aunque con distinto grado de intensidad. La primera, que concentra su esfuerzo principal, es la de la Franja de Gaza, gobernada por Hamas, cuya milicia protagonizó el ataque del 7 de octubre. Es el frente en el cual Israel avanzará más allá de los riesgos que ello implique, como el de enfrascarse en una guerra en localidades casa por casa. Una situación crítica: los rehenes israelíes que estarían en los túneles que serán objetivo principal de la ofensiva israelí.
La segunda es la frontera con el Líbano, donde el grupo Hezbolá, aliado de Irán, forma parte del gobierno y tiene una milicia que controla el territorio en la zona fronteriza con Israel. Se han producido numerosos intercambios de disparos, incluyendo misiles de corto alcance, y las bajas ya se cuentan por decenas. Hay quienes piensan que este segundo frente puede ser impulsado por Irán para extender el conflicto. Ya Estados Unidos y varios países occidentales han señalado a sus connacionales que abandonen el país. Detrás de Hezbolá se encuentra Irán, país que bien puede involucrarse militarmente en el conflicto de manera directa o indirecta, como ya lo está haciendo.
Un tercer frente está constituido por la frontera de Israel con Siria. El gobierno de este país tiene el apoyo de Irán y Hezbolá, y un conflicto con Israel de baja intensidad, con acciones militares esporádicas. Se han registrado intercambios de disparos en la zona fronteriza de grupos sirios pro-palestinos. Grupos pro-palestinos han atacado bases de los mil hombres de las Fuerzas Armadas estadounidenses destinadas en este país (en Irak, donde Estados Unidos tiene destinados dos mil quinientos hombres se han realizado ataques similares).
El cuarto frente es Cisjordania, un territorio palestino gobernado por la “Autoridad Palestina” que suspendió la lucha armada con Israel hace años. Pero el problema son los grupos extremistas palestinos que coexisten en este país, con colonos israelíes instalados en pequeñas localidades. En enfrentamientos, los muertos de ambas partes superan el medio centenar. La población de Cisjordania supera los dos millones de personas, al igual que la de Gaza, pero el territorio de la primera es mucho mayor.
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Por su parte, desde Yemen, las milicias que responden a Teherán dispararon misiles en dirección a un buque estadounidense. No es un frente en sí mismo, pero sí un riesgo más en dirección a Irán.
A diez días del ataque de Hamas se realizó en Beijing la reunión conmemorativa del décimo aniversario del proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, del que forman parte ciento tres países, dos tercios del total. Participaron veintitrés Jefes de Estado, los demás estuvieron representados por delegaciones de distinto nivel. El presidente Xi mostró una actitud cauta, buscando capitalizarla frente al mundo no occidental. Cabe señalar que China enfrenta la disidencia de la minoría uigur, de religión musulmana, uno de los temas por los cuales sufre más críticas de los países occidentales.
Putin fue uno de los Jefes de Gobierno presentes, lo cual es importante para él por su aislamiento diplomático. Participó del encuentro el Jefe de Gobierno de Hungría, Viktor Orban, único país de la Unión Europea y de la OTAN que estuvo presente y se reunió con Putin. En la reunión del G20, que tuvo lugar en Nueva Delhi, Estados Unidos presentó en paralelo su proyecto para impulsar una vía de comunicación que conecte a la India con Europa, pasando por el mundo árabe, una iniciativa para en alguna medida competir con la Nueva Ruta de la Seda. Pero ahora el conflicto de Gaza ha hecho que países claves como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos dejen en suspenso su participación.
Más allá del conflicto geopolítico y militar, los atentados individuales sobre la población civil comienzan a extenderse. En Bélgica, un extremista pro-palestino asesinó a dos hinchas de fútbol suecos que asistían a un partido de su selección. Al mismo tiempo, en Estados Unidos, otro extremista blanco asesinó a cuchilladas a un niño musulmán de seis años. En un mundo hiperconectado, son hechos que se propagan, difunden y deforman.
La guerra entre Rusia y Ucrania es un conflicto entre dos estados, con sus fuerzas armadas estatales. El de Gaza, en cambio, enfrenta a un estado, que es Israel, con sus fuerzas armadas regulares, con milicias que constituyen fuerzas militares irregulares con capacidad de actuar tanto como fuerza militar, como grupo terrorista. Pero de algo no hay dudas: Ucrania fue la primera guerra europea desde la Segunda Guerra Mundial, y en combinación con Palestina, constituyen el mayor desafío a la seguridad global desde entonces.
Rosendo Fraga
Publicado en Infobae