El que vive a un par cuadras. El que vive a cientos de kilómetros. El que quiere irse todos los días porque extraña a la familia. El que elije ser pupilo porque ahí tiene todo lo que necesita. El bedel. El que está de semana. El que tiene la tercera imaginaria.
El que todavía no sabe afeitarse. El que tiene más barba que los padres de otros. El que no quiere salir de maniobras. El que sueña con ser Rambo. El que quiere seguir la carrera militar. El que quiere estudiar biología. No importa el año. No importa en cuál Liceo se pare uno. En cualquier momento y en cualquiera de ellos encontrará estos ejemplares en común. Y muchos más.
Nuestro país creó Liceos Militares, Aeronáuticos y Navales desde 1938 hasta 1979. Forman parte orgánica de las tres Fuerzas Armadas de nuestro país y se distribuyen federalmente desde Misiones hasta Chubut. También son parte identitaria de las regiones donde están ubicados y, por proyección, de todo el país. Cada uno de los ex cadetes que pasó por esas aulas, junto a los suyos, sus docentes e instructores forman parte de la gran familia Liceísta. Además de inseparables hermanos, hasta matrimonios pueden verse dentro de ella.
Como ya fue dicho, la condición de Liceísta destruye cualquier frontera de tiempo, espacio, género, ideología y religión. Por ejemplo, pese a los tiempos y distancias, aquellos “del Roca” que integran las primeras promociones entenderán perfectamente una anécdota de las nuevas generaciones “del Aráoz Lamadrid” y viceversa. Es que, más allá de cambios de época, nombres, formas y maneras, la esencia que alimenta el núcleo del alma de cada Cadete es la misma. Lo que antes era exclusivo de varones, hoy es mixto. Lo que antes era excluyentemente un internado, hoy permite elegir. Pero fue y seguirá siendo un Liceo.
Algunos llevan el Liceo en su corazón porque allí conocieron al amor de su vida. Otros porque aprendieron a superar esa fea sensación de despedir a mamá para no verla hasta la otra semana. Muchos recordarán con nostalgia estar en una carpa con sus camaradas, esperando que el oficial instructor los despierte para enseñarles cómo desplazarse y sobrevivir en el medio del terreno. Otros tantos añorarán una broma pesada en medio de la noche o esconderle el uniforme al del cofre de al lado. Los ejemplos son millones, más o menos profundos, pero todos refieren un sentimiento de fuerte pertenencia y camaradería que acompañó el viaje de niños a hombres y niñas a mujeres a miles de argentinos que hoy sienten la Patria de una forma especial.
Radicales, peronistas, socialistas, comunistas, de izquierdas y de derechas. Del Liceo egresaron seguidores y referentes de esas y cualquier otra ideología. Musulmanes, judíos, católicos y cristianos también se formaron allí, junto con ateos y agnósticos. Grandes cantidades de curas, ingenieros, farmacéuticos, comerciantes, colectiveros, políticos, maestros, militares y periodistas pasaron por un Liceo, como otros participantes de la infinidad de profesiones y ocupaciones que realiza la humanidad en su vida adulta. Todos ellos forman parte de la familia sin problemas, porque la comunión de la condición Liceísta es más fuerte que cualquier diferencia artificial.
Ser parte de la manada está lejos de ser excluyente, ya que siempre importa más la buena actitud que cualquier otra cosa. Sólo por ejemplo, muchas veces se deja de lado si aquel pregonero del espíritu Liceísta logró egresar en uno o quedó a mitad camino. Cada ex Cadete sabe que, ante los embates de la vida, el espíritu de cuerpo debe ser más fuerte y la unión no sólo los hará más fuertes, sino también prevalecer. Esa enseñanza, tan buscada por oficiales y suboficiales en nuestra juventud, nos acompaña hasta la muerte y en cualquier ámbito.
Lo ocurrido la última semana con el Liceo Militar “Grl. Roca” refleja, al menos, tres cuestiones importantes. Primero, el “sueño” de algunos de “demoler” todo lo que se parezca a un Liceo Militar. Por envidia, por ignorancia o por dogmatismos, son muchos los actores sociales que buscan incansablemente desde hace años destruir a crisoles de ideas y libertades como los establecimientos nombrados.
Los hechos también dejan en claro que no todo es color de rosas. En nuestra raza hay “ovejas negras” y el oportunismo, a veces, también puede adueñarse de un Liceísta. No hay forma, sino, de explicar cómo el Comandante de la Brigada donde tiene asiento el Liceo atacado; el Director General de Educación; el Secretario General y el Jefe del Ejército – todos Liceístas – no intercedieron de ninguna forma para frenar semejante atropello. De hecho, algunos de ellos prefirieron estar al lado del intendente mientras la familia Liceísta abrazaba “al Roca”.
Finalmente, y más importante, los acontecimientos también demostraron que – así como las promociones más antiguas y las más modernas se paran ante el ingreso de un adulto al aula – todos los Liceístas de bien se pararán ante cualquier agresión que busque alterar el espíritu que los formó.
No importa el lugar, no importa el momento. La predisposición de cada uno de sus miembros, que están repartidos en todo el país y en todos los espacios públicos y privados, da una certeza pese a los incansables ataques: los Liceístas son una raza que está fuera de peligro de extinción.
Por Bryan J. Mayer
(*) Egresado de la Promoción LXIV del Liceo Militar “Grl. Belgrano”.
Publicado en www.ellitoral.com