República Argentina: 7:07:39pm

La valiente nota de Carlos Manfroni titulada “El silencio de los buenos” tuvo el mérito de exponer un escándalo cuidadosamente ocultado por la clase política, con la complicidad de los medios y de gran parte de la sociedad, como es el trato vil y tiránico al que están sometidos militares y civiles por el combate al terrorismo.

En estos días de ominoso silencio y cobardía conviene recordar a una de las tantas almas caritativas –que también las hay– que recorren a menudo las cárceles para visitar a los presos en un silencio que es distinto, discreto, sin estridencias y alejado de las cámaras. Me refiero al coronel (VGM) Horacio Guglielmone, fallecido hace ya más de tres años. Como dijo en su momento María Lis Genta en una hermosa nota, Guglielmone “dedicó su vida a visitar cárceles a lo largo y ancho del país, confortando a los camaradas y luchando incansablemente por su libertad y por la justicia”. A todos los acompañó hasta su muerte. No conozco para su tumba, decía Lis Genta, un epitafio más justo que las palabras de Nuestro Señor: “venid, benditos de mi Padre, porque estuve preso y me visitásteis”.

Vaya nuestro recuerdo al querido Guglielmone y, junto con él, a todos los que cumplen el mandato bíblico en estas horas de ingratitud, cuando la población mira hacia otro lado para no ver los 792 los presos políticos ya fallecidos en un proceso de persecución, venganza y exterminio.

Rodrigo Alejandro Caro Figueroa

Miembro del Centro de Estudios Salta (CES)

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