Trabajo en el Banco Mundial, en la ciudad de Washington DC. El 6 de julio tuve el honor y el privilegio de estar a bordo de la Fragata Libertad durante las tres horas y media de su trayecto entre la ciudad de Annapolis, sede de la Academia Naval de Estados Unidos, y el puerto de Baltimore, donde hace una escala de cinco días en su 51er viaje de instrucción anual.
La Fragata Libertad es una gran embajadora de la República Argentina. No solamente por su porte y belleza extraordinarios, que atraen la admiración de argentinos y extranjeros por igual, sino también por la calidad profesional y personal de los marinos que la tripulan y de los guardiamarinas que en ella se instruyen. Tuve la oportunidad de interactuar con todos ellos, desde su comandante, capitán de navío Gonzalo Nieto, hasta oficiales y suboficiales. No tengo palabras para expresar el profesionalismo, el rigor técnico, la cordialidad y el genuino interés que todos ellos demuestran al mostrar y explicar nuestra fragata a sus visitantes y ocasionales pasajeros, sin distinción de nacionalidad ni de ninguna otra condición.
Un párrafo aparte merecen los jóvenes guardiamarinas, hombres y mujeres que finalizan su formación en este, su primer viaje como oficiales de la Armada Argentina. En ellos también se observan el profesionalismo, la educación y la corrección en el trato, tan refrescantes en los tiempos que corren, en la Argentina y en el mundo. Un joven marino brasileño, invitado a compartir el viaje de instrucción de este año, me decía que luego de ser seleccionado por sus superiores, sentía una cierta aprensión frente a la perspectiva de convivir casi seis meses con guardiamarinas mayoritariamente argentinos (y especialmente después del resultado del Mundial de fútbol de Qatar). Ha pasado más de un mes desde el inicio del viaje y el joven se deshace en elogios para sus pares argentinos, quienes, según sus propias palabras, lo han acogido en el grupo y lo tratan como un guardiamarina argentino más. La visita de la Fragata Libertad a Baltimore y al área de Washington DC es un hecho extraordinariamente positivo para la Argentina, en tanto atrae atención positiva sobre nuestro país en tiempos en que esa clase de atención escasea. Es de esperar que el profesionalismo y la conducta ejemplares de estos servidores públicos sean imitados de manera más generalizada en nuestro país.
Santiago G. Assalini
DNI 13.245.680
Publicado en La Nación