Si a las
consagraciones que tuvo esta película nacional en
Venecia, San Sebastián, Los Ángeles, más los medios
de comunicación argentinos y la opinión de las
generaciones que no vivieron el terrorismo comunista
invivible y criminal que sufrió el país entre 1969 y
1976, un Oscar ahora podría ser la rúbrica final y
aprobatoria de la falsa historia oficial que impusieron la
izquierda y el kirchnerismo, en la cual a los militares
que salvaron al país de un gobierno comunista
presidido por Firmenich, que hubiera fusilado a más de
un millón de ciudadanos (según reconocieron en
declaraciones televisivas), los mantienen presos, se
están muriendo de viejos y son calificados de
“genocidas”. En cambio, esa historia mentirosa tiene
por héroes a los guerrilleros comunistas, armados y
preparados en Cuba, Moscú y Praga, que asesinaron
ciudadanos comunes, niños, empresarios, policías,
militares, pusieron bombas en ómnibus y escuelas,
asaltaron bancos, crearon el caos, se fugaron al
exterior y volvieron cuando los indemnizó (¿premió?)
el “oficialismo democrático” (no conozco país alguno
cuyo gobierno pague a los subversivos terroristas).
Bien dijo Julián Strassera, que ya no es el niño del film,
sino un abogado de 51 años, que vivió el juicio junto a
su padre, al expresar: “El kirchnerismo se apropia de la
película”. Para Argentina, 1985 no existió la Argentina
1969-1976. (Para su director, tampoco, porque nació
en 1980). No se hace referencia a los subversivos
asesinos ni a sus crímenes (más de 1300 muertos) y
como explicación de la salida de los militares a reprimir
(como si lo hicieran por nada, por gusto o por
inmoralidad), que fue clamada por la sociedad y los
principales políticos (por ejemplo, Balbín). O sea que la
historia en el cine no comenzó desde el principio ni
mostró las causas de ese juicio realizado por un
Tribunal Especial formado a dedo por el Poder
Ejecutivo, que le prohibió, como al Nunca más de
Sabato, ir a los crímenes anteriores al 24 de marzo de
1976, que son los que motivaron el Proceso Militar
ante el profundo malestar social causado por la
subversión.
Jorge Joaquín Martínez
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Publicado en La Nación