No lo entiende así Chile, que está desplegando un completísimo plan de modernización con tanques, aviones, misiles, submarinos y tecnología de última generación; mucho menos Brasil que ha diseñado un programa “agresivo y combativo” para sus fuerzas armadas proyectado incluso a la fabricación de submarinos nucleares para defender y disuadir cualquier incursión foránea en la ahora riquísima plataforma petrolera oceánica de la poderosa nación. Incluso hasta Uruguay plena opciones de equipamiento para su pequeña estructura militar siempre consciente de que si bien tener un ejército es caro, mucho más caro es no tenerlo.
Es que, infelizmente, está lejos, muy lejos, el día en que todos los hombres del mundo puedan darse la mano y distribuirse ramas de olivo en lugar de misiles y piezas de artillería, en especial cuando hay cuantiosos y apetecibles recursos naturales, esos que han sido el disparador de todas las guerras, tanto pasadas, como presentes y futuras.
Por el contrario, la Presidenta, y a juzgar por sus palabras, parece haber reservado para las fuerzas armadas otro papel, respetable por cierto, pero que se remiten al plano de la ciencia, la tecnología e incluso, el desarrollo nuclear. En ese contexto la doctora Kirchner pareció preguntarse implícitamente para qué comprar armas en el exterior si quienes las proveen no brindan las bases tecnológicas para poder desarrollarlas aquí.
La Jefa del Estado olvida que corresponde a la industria y potencial privado de una nación el desarrollar la estructura que luego, en caso de beligerancia, podrá reconvertirse al plano militar y no al revés. Más aún, la primera mandataria se mostró entusiasmada con que los laboratorios militares puedan, por ejemplo, fabricar medicamentos, cuando existe toda una poderosa industria farmacéutica que, bien controlada, monitoreada y fiscalizada, puede hacer exactamente lo mismo a un precio sensiblemente menor.
Las fuerzas armadas argentinas, en particular el Ejército, cumplieron un rol fundacional en los momentos iniciales del desarrollo de la Patria, cuando había que abrir nuevos horizontes y desplegar industrias y actividades solo rentables en el objetivo de afianzar la soberanía nacional.
Hoy las cosas han cambiado. Otros son los desafíos, otros los escenarios y otras las hipótesis de conflicto, que nunca pueden desaparecer sino readaptarse de acuerdo a las circunstancias coyunturales de los tiempos.
Es preocupante este pensamiento de la primera mandataria si es que realmente está convencida de que las cosas tienen que ser así. Quizás, como se dijo al comienzo, todo pudo haber sido efecto de una confusión semántica. Pero hasta ahora, los hechos demuestran todo lo contrario.
(*) Presidente del Consejo Editorial de Productora de Servicios Periodísticos (www.prosep.com.ar)