POR NICOLÁS KASANZEW publicado en www.laprensa.com.ar
Viernes 11 de junio de 1982 a las 21.05. El estallido de una mina alerta a las posiciones argentinas en monte Longdon. Transcurren unos minutos en silencio y luego se abren las puertas del infierno. Comienza a caer un alud de proyectiles de artillería... mientras centenares de británicos avanzan por todo el frente.
El combate de monte Longdon fue uno de los más cruentos de la guerra de Malvinas, y en su transcurso la sección que más bajas tuvo fue la tercera de la compañía B del Regimiento de Infantería 7, al mando del entonces teniente primero Enrique Eneas Neirotti.
Alto, enjuto, de cabeza rapada y con el sentimiento del drama vivido a flor de piel, el hoy teniente coronel se aviene a hablar conmigo en el hotel mendocino de suboficiales de la Fuerza Aérea.
POZOS DE ZORROS
- Enrique, ¿por qué la primera sección y la segunda combatían desde pozos de zorros y la tuya no?
- Unas horas antes del ataque final, el mayor Carlos Carrizo Salvadores, segundo jefe del 7, me ordena ubicarme entre la primera y segunda sección, porque ya se sabía que avanzaban sobre ese punto, y quería reforzar el área. Salimos de nuestros pozos de zorro y nos ubicamos entre la primera y segunda sección. Ya no había tiempo para hacer las posiciones. Es la principal causa por la cual se producen tantas bajas, porque cuando cae el proyectil pesado de artillería, las esquirlas van a los 360 grados. Si los hombres no están en un lugar muy protegido, es mucho más fácil que los alcancen.
- Sin embargo, después de haber estado largo tiempo a la intemperie, muy adelgazados, en inferioridad de condiciones, tus soldados igualmente pelearon…
- A mí me llama la atención la voluntad de ellos de seguir luchando. Pedro Díaz, por ejemplo, cuando yo le digo que vaya a ayudar al cabo primero Martínez, que estaba con varias esquirlas y un tiro en la pierna, va y lo hace. Ponce también estaba gravemente herido, le digo que se vaya al puesto de reunión de heridos y no hace caso. Lo palmeo y me saca el hombro. Estaba enojado y quería seguir combatiendo. Estaba encarnizado. Eso es así porque uno está compenetrado, le da prioridad al hecho de bajar enemigos. Ponce sigue, a pesar de que el proyectil que había caído muy próximo a él, lo había dejado unos minutos fuera de combate; pierde la orientación, la onda expansiva lo agarra muy fuerte. Me dijo que sentía todos los órganos como si fueran un sonajero, como si estuvieran sueltos. Eran los efectos del proyectil de artillería. Terribles eran los ruidos de las bombas que caían a la derecha y a la izquierda. La tierra vibraba. A la gente que no fue herida, las esquirlas le pasaban a uno o dos metros, de distintos lados.
- ¿Cómo comienza el combate?
- Ellos ya venían avanzando desde las cinco de la tarde, que ya era oscuro. Y el cabo británico Milne pisa una mina antipersonal, que le vuela la pierna derecha. Eso alerta a todo Longdon, es la primera explosión. Sabemos que estaban queriendo subir el monte, muy próximos, a 800 y pico de metros. Oscuridad total, estamos apuntando, pero no vemos, todavía no comenzaba la acción. Pasan unos minutos y empiezan los disparos en la primera sección del subteniente Baldini, ahí él es abatido. Los proyectiles de artillería caen sin iluminantes, seguíamos sin ver. A todo esto, cuando Milne pisa la mina, yo miro el reloj, tenía un cuadrante iluminado: eran las 21:05. Muy pocos minutos después comienzan a caer iluminantes. Desde 40 o 50 metros de altura, con pequeños paracaídas, iluminan el campo de batalla. Unos caían a 50 metros, otros a 100 metros y ahí arranca el combate. Tengo viva la foto de hace más de 40 años…
- Una foto mental…
- Yo tengo una foto mental: ellos avanzaban alternados, eran cientos. Una línea desprolija que avanzaba desde abajo y comenzó con esa repentina iluminación del campo de combate: comienzan a disparar ellos y también nosotros.
- ¿Cientos de ellos y ustedes cuantos?
- 278 hombres.
- ¿Contra 600?
- Contra 600 o un poco más, porque había unos hombres fuera de las fracciones convencionales de infantería. Uno no tiempo de asustarse, aunque por supuesto está la tensión. No queríamos que sigan avanzando, les tirábamos con todo lo que teníamos, se pegaron al piso; yo creo que si tenían una retroexcavadora se metían abajo. Si seguían avanzando, era el combate cuerpo a cuerpo. Y lo hubo: fue la última vez que hubo combate cuerpo a cuerpo con bayoneta calada desde la Segunda Guerra Mundial, no tengo antecedentes de otra. Pero lo más tremendo fue la artillería. Según la estadística, después de la Segunda Guerra Mundial, el 50% de las bajas se producen por los efectos de la artillería.
- ¿Por efecto de la artillería muere el soldado Eduardo Araujo?
- A mi izquierda estaban el cabo primero Martínez y los soldados Araujo, Arrascaeta, Gonzáles y Ponce. Cae un proyectil y volaron los cinco. Arrascaeta, González y Araujo mueren inmediatamente, Martínez y Ponce quedan gravemente heridos, con varias esquirlas cada uno, en la pierna, en la espalda, en la cabeza. Y luego se vienen arrastrando, estaban a unos 12 metros más o menos, para avisarme. Tenían problemas para movilizarse. Aún así Martínez continua disparando, le han sacado dos esquirlas pero tiene cinco esquirlas adentro. Ponce también.
“SEGUIR LUCHANDO”
A Neirotti se le enrojecen los ojos. Algunos días antes del combate, el soldado Arrascaeta ya había sido alcanzado por esquirlas de artillería. Dos hombres de la sección lo llevaron hasta el hospital de Puerto Argentino, a diez kilometros de distancia, donde le hicieron las curaciones. Luego ser atendido, reapareció en el Longdon, ante el asombro de Neirotti. En el hospital le habían dicho que ya cumplió con la patria y que debía regresar al continente. Pero respondió que quería seguir luchando junto al resto. Su camarada Araujo era otro soldado que siempre hacía gala de ánimo patriótico.
- ¿Cómo era Araujo?
- Delgadito, más bien bajo, muy alegre, le gustaba cantar, lo hacía bien, en el continente tenía una guitarra. Dos días antes de salir de La Plata para venir a Malvinas estaba tocando, cantaba y se reunían alrededor de él, mientras preparabamos el equipo para salir para allá.
- ¿Y en las islas?
- También cantaba, rock nacional, acompañándose con una lata vacía de dulce de batata Lembo. Inclusive lo hacía durante el asedio de fuego: en la noche era la artillería naval y de día los aviones Harrier que nos bombardeaban. Pero él sacaba la lata y cantaba, eso nos gustaba mucho. Levantaba el espíritu, la verdad que nos ayudaba a despejarnos cuando cantaba.
- Él escribió desde Malvinas: “Quédense todos tranquilos, que el soldado Araujo monta guardia por la Argentina, la de todos, próspera y soberana, y que es fiel a su juramento”.
- Si, él le escribió eso a la familia, su hermana era chiquita. Yo lo llamo y le digo: “Araujo, ¿a que te referís cuando decis que das la vida por todos?” Y me contesta: “Por todos, buenos o malos, no hago ninguna diferencia, mi teniente primero”. Araujo, Arrascaeta, yo me quedé pensando. Por más que tuvieran 18 años, eso no tiene que ver con ser profesional, hay cosas que vienen de la casa o del espíritu, el ánimo de colaborar con el resto. Hay personas que, no importa la edad, tienen unos valores enormes.
“MAREA HUMANA DE BRITANICOS”
Neirotti respira hondo y sigue recordando. Tres metros entre hombre y hombre, una marea humana de británicos avanzaba sobre los argentinos, haciendo fuego con fusiles, ametralladoras, simultáneamente con una lluvia de obuses de artillería. La sección de Neirotti tenía dos cañones de 90 mm y un lanzamisiles portátil SAM 7, provisto por los peruanos… pero ninguno funcionaba.
- Volvamos al combate. Vos mismo estás tirando…
- Fue terrible. Estabamos en el vórtice de la tormenta. Pero tirabamos con una cadencia tal, que el enemigo se sorprendió.
- ¿Del volumen de fuego de ustedes?
- El volumen de fuego nuestro era increíble, ellos lo dijeron en varios testimonios. Yo calculo que tiré durante una hora y pico. Ya habían caído González, Arrascaeta, Araujo, poco después cae Bastida, que era del regimiento 1 Patricios, y ese mismo proyectil hiere gravemente a su camarada Daniel Orfanotti.
- ¿A vos te hieren en la pierna?
- Si. Yo me di cuenta que fui herido, pero seguí disparando. Porque es tanta la tensión, que la adrenalina supera todo. Como Ponce, yo estaba encarnizado, uno está obsesionado con abatir al enemigo.
- ¿Viste caer a algunos de los que vos les disparabas?
- Sí. Los primeros hombres que llegaron muy próximo a nosotros eran del grupo de James Murdock, le llamaban Doc, porque era el enfermero de esa sección. Estaban dentro del alcance de una granada de mano. Les disparé, vi que venían agazapados, agachados, arrastrándose. Cuando se paran, les disparo a dos. También les disparaba la gente de mi izquierda, de mi derecha, es decir, disparábamos a todo el frente, pero los que venían más próximos eran de mayor peligro, a los otros los ignorabamos, el de más cerca es el que teníamos que voltear.
- Esos dos caen…
- Esos dos caen, el de la derecha era Murdock, según dicen ellos en el informe oficial. Murdock, ya estaba herido desde el primer disparo, cuando yo veo que se incorpora le disparo nuevamente dos ráfagas muy cortas, en automático, de a dos disparos, y vi que le penetraba la trazante luminosa en el pecho. Ahí cayó y ya no se movió. Seguí disparando, pero a los minutos comienzo a sentir un mareo, veo nublado y me empecé a desesperar porque no podía ver bien para tirar.
- Era por tu pérdida de sangre…
- Era por eso. Sentía caliente toda la pierna, después me di cuenta que era por la sangre que brotaba de ella. Veo algo naranja, rojo, pero no distingo, como hace unos minutos, a las trazantes. Le aviso al soldado Belmonte y me lleva para atrás. El resto seguía combatiendo, no lograban avanzar los británicos, se quedaron pegados ahí por mucho tiempo.
- El combate duró once horas…
- ¡Once horas! Los detuvimos a ciento y algo de metros, quedaron ahí pegados.
- ¿Necesitaron once horas para recorrer esos cien metros?
- Si, porque ellos tomaron parte de la primera sección, pero se quedaron ahí, no pudieron seguir avanzando y empezaron a rodearnos. Eran más de 600. Tengamos en cuenta que nosotros perdimos el 40% de los 278 hombres: 36 muertos y 76 heridos. Ellos tuvieron entre muertos y heridos 101 o 102. Entre todos hubo más de 200 bajas en ese combate.
- ¿Enrique, a más de 40 años de la guerra de Malvinas, volverías a pelear?
- Bajo las mismas circunstancias, por supuesto. Yo creo que todos los que fueron a Malvinas lo harían. Por supuesto, estamos hablando desde otra perspectiva, desde otro ángulo, pero el espíritu de lucha por Malvinas es un sentimiento presente siempre, uno nunca lo va a olvidar.
Se estremece, su voz se quiebra, las lágrimas afloran en el rostro curtido de este bravo del 7…