Sr Director:
Varios militares que en su oportunidad cumplieron órdenes emanadas de las autoridades constituidas, han sido dados de baja por el sólo hecho de haber defendido las instituciones de la república amenazadas de muerte por el ejército revolucionario del pueblo y montoneros; ambas organizaciones militares que, con apoyo de Cuba y otros países pretendieron, a como diera lugar, apropiarse del poder para imponer un sistema de gobierno contrario al constitucionalmente establecido.
Eran entonces jóvenes que, por amor a la patria y vocación de servicio, se formaron dentro la estructura de la defensa organizada del Estado y se sometieron, voluntariamente, a una férrea disciplina y al duro entrenamiento en el manejo de hombres y de armas con la finalidad de salvaguardar los intereses de todos los argentinos, sus casas, sus bienes y su derecho a la autodeterminación.
Fue una guerra, pero una guerra de las más crueles, la de guerrillas, que captan adolescentes y aún niños y los preparan para acciones de sabotaje y terrorismo; que se infiltran y se camuflan en la población civil inocente haciendo muy difícil su identificación.
¿Hubo errores? ¡Por cierto que los hubo!, pero no ha existido en la historia de la humanidad guerras asépticas. En toda guerra lo importante ha sido siempre obtener la victoria. ¿Alguien podría, en un ejercicio de imaginación pensar qué hubiera pasado en nuestro país si esas facciones hubieran triunfado?
Se los ha juzgado fuera de los jueces naturales y los códigos y procedimientos que estaban en vigor en la época en que se produjeron los hechos, violando de este modo la Convención Americana de Derechos Humanos que, en su artículo 9 estipula el “principio de legalidad”, según el cual “nadie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivos, según el derecho aplicable”
De este modo, los procesamientos y las condenas, en casi todos los casos, se han basado en pruebas falseadas, así como en testimonios preparados que nunca llegaron a comprobar la comisión de delitos. Lo importante era condenar, cueste lo que cueste.
Tal vez, en mi opinión, ya fuera hora de considerar: que ciertamente los terroristas guerrilleros organizados militarmente nos llevaron a una guerra no querida ni deseada por el conjunto de la sociedad, y que ésta, dentro de lo que establecían las leyes y roles para las estructuras que la componen, empleó el instrumento militar para su supervivencia; que es naturalmente injusto juzgar a una sola parte de los actores de esa guerra dejando libres y sin siquiera condena moral a la otra; que tal vez ya fuera hora de la concordia, y que esta podría comenzar con el cese de los juzgamientos de los hechos derivados de esa guerra y, por supuesto, devolver el estado militar a los ciudadanos soldados a los que la justicia ideologizada ha privado.
Jorge Augusto Cardoso
DNI: 7784561
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