República Argentina: 10:32:03pm

Por Santiago Olivera* publicado por www.mdzol.com

Hace pocos días, se conmemoró un año más del día que mataron al siervo de Dios coronel Argentino del Valle Larrabure.

Argentino del Valle Larrabure: una historia de tortura, rezo y perdón

La Providencia me hace escribir estas líneas desde la localidad de Azul, provincia de Buenos Aires, donde me encuentro de Visita Pastoral en la guarnición militar, lugar de captura para su secuestro, del coronel (post mortem) Jorge Roberto Ibarzabal. Lo tuvieron cautivo 10 meses en la llamada “Cárcel del Pueblo”, para ser “entregado” muerto. En el momento de esa entrega, pesaba 45 kilogramos, lo que delató el flagelo sufrido los días de cautiverio.

Ahora me gustaría detener, un poco más, en otro caso puntual. El 19 de agosto, se conmemoró un año más del día que mataron al Siervo de Dios Coronel Argentino del Valle Larrabure. Este soldado, este testigo, este mártir de la patria. Quiero hablar un poco más de él, ya que estamos, en la confiada espera, de que  la Iglesia pueda confirmar, pronto, su martirio y  coronar  la generosa entrega de su vida, con ese reconocimiento; para gloria de Dios y el bien de todos nosotros.

Fue un hombre que no vaciló en mantenerse firme para no claudicar a sus valores humanos y cristianos, “a ese precio, no” dijo con absoluta valentía, no podía cambiar su propia libertad, sus propios intereses, su propio bien, a costa de más muerte, de más asesinatos, más enfrentamientos entre hermanos.

Es un hombre de Dios, un hombre de nuestra patria, un hombre de fe que tenemos que dar gracias al Señor por este regalo en nuestra historia, triste historia, pero feliz podríamos decir parafraseando “feliz culpa la de Adán que mereció tal redentor”, feliz culpa de esos momentos turbulentos y violentos, que nos ha hecho merecedor de  este hombre.  Hombre que es luz para nuestro tiempo de oscuridad, tiempo que también nos exigen valentía- sin temor- para no claudicar. Él lo vivió siempre desde el evangelio, nos enseñó: perdonando, amando y sin ningún tipo de rencor. Animando  la reconciliación. Supo hacer, mucho antes de su entrega final, con su vida, una cultura,  un hábito- diríamos-  el encuentro.

Arturo, su hijo, ha compartido en el Colegio Militar de la Nación, en la presentación de un libro sobre Larrabure, lo que me parece un texto profético, verdaderamente e iluminado por el Espíritu. El texto es del año 1975, escrito por Hang: “El coronel Argentino del Valle Larrabure es ya un arquetipo de la nacionalidad, unas veces el héroe surge del gesto intrépido pero momentáneo, del ímpetu de un instante que transfigura una vida anónima y la eleva a la gloria, sin embargo, este heroísmo puede tener mucho de pasión y de arrebato inconsciente. Más difícil, infinitamente más, es la permanencia de una conducta que no se rinde ni se doblega aunque esté acosada por tremendas penurias y a través de largo tiempo. El heroísmo convertido en suceso cotidiano, en comportamiento habitual, sólo es posible por el triunfo completo del espíritu sobre la materia; por la victoria de la libertad y la fe en valores trascendentes sobre el temor y el dolor de la carne amenazada y torturada. Este martirio, sostenido con alma entera, adquiere perfiles de epopeya y nos dice con trágica pero vibrante elocuencia, que el pueblo argentino no ha muerto; que un pueblo capaz de dar varones como Larrabure, podrá sortear las más difíciles tormentas morales que se presenten en su camino hacia la grandeza, precisamente porque la lleva ínsita”

Arturo Larrabure fue recibido por el Santo Padre.

Compartirán conmigo que estas expresiones dichas en el año 1975 son admirables, esto es lo que nosotros pensamos y reconocemos de Argentino del Valle Larrabure: coraje, dignidad y entereza. Estos valores, a las generaciones futuras, es lo que nos deja como legado, según este mismo artículo. Tanto Ibarzábal como Larraburre, dos hombres valientes, fieles a la convicción de su ser militar- “hijos dilectos del Colegio Militar”- y a su fe arraigada, se mantienen firmes. Ambos fueron secuestrados y torturados en estas cárceles del pueblo (un hábitat inhumano)

Reconocer, no sin dolor también, que- en tiempo de democracia- se perpetraban estos atentados- donde las víctimas eran militares, policías o civiles- se perpetraban también secuestros y torturas. No dejamos de reconocer que la malicia del Estado- gobernada por un Golpe de Estado- es siempre mayor; pero eso no quita- y con el respaldo de la historia- que tengamos la obligación- como País, como Nación- de una memoria, en busca de la verdad y la justicia, con amplitud de mirada. Valorando el camino recorrido pero reconocemos la falta, aún, de otra parte que clama memoria, que clama verdad y que clama, también, justicia.

Tengo la certeza y guardemos la esperanza de poder concretar lo que nos enseña el Papa: "la verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Las tres juntas son esenciales para construir la paz y, por otra parte, cada una de ellas impide que las otras sean alteradas. Cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas. La violencia engendra violencia, el odio engendra más odio, y la muerte más muerte. Tenemos que romper esa cadena que se presenta como ineludible".

* Monseñor Santiago Olivera, obispo castrense.

 


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