Si estas triste Provincias Unidas (?) del Sur no estuvieran en una etapa cuasi terminal de su vida institucional, podríamos calificar la carta del Sr. Fabio Abraham- en cuyo curriculum vitae se destaca de manera especial que fue secretario de gobierno y concejal de la UCR de Lomas de Zamora- como una obra maestra de la tergiversación donde el chisme pedestre cubre la falta total de pruebas tangibles.
Lo que, aparentemente, pretendía ser una porfiada denuncia sobre presuntas traiciones en lo más alto del ejecutivo nacional termina siendo un compendio de ficción política mal urdida donde el desconocimiento de la realidad juega un factor preponderante en ella.
El Sr. Abraham diseña un guion en el que mezcla militares carapintadas, obispos en “actividad” al estilo Tortolo o Bonamín (que ya no existen en la CEA) y sindicalistas modelo 1976, todos ellos al servicio de la vicepresidente, quien estaría lista, para cuando las fuerzas del cielo se lo indiquen, a ocupar el lugar del presidente.
Obviamente, este script no estaría completo si no pudiéramos agregar a la trama un presidente que sufre un problema médico grave. Según el novelista, ya puesto en médico psiquiatra, el presidente adolece de trastorno bipolar o, dicho en criollo, fluctúa inmoderadamente entre la depresión y la euforia.
La escenografía de este increíble escenario está dada por el uso abusivo del condicional, de improbables opiniones despectivas dichas por personajes- generales et als- al referirse al presidente sin dar, al menos, las iniciales de estos, pero con la pertinaz convicción del autor de que en el generalato actual se han reencarnado generales y coroneles de los setenta, que eran los camaradas del padre de la vicepresidente.
Dejando el sarcasmo de lado, la realidad es que un radical carece de autoridad moral para hacer hoy una mínima crítica a un poder ejecutivo que solo lleva tres meses de gestión, salvo que en el haya revivido un revolucionario del Parque y su afán golpista lo lleve a escribir estas pavadas. la realidad es que, si bien nadie con dos dedos de frente podría acusar de corrupto al gobierno radical de 1983, tampoco nadie que haya vivido esa época puede olvidar que era, Alfonsín y sus colaboradores una recua de ignorantes e incapaces que, inmersos en una ideología pasada de moda, dieron inicio a esta etapa de profunda decadencia nacional. Incapacidad e ignorancia que quedan plasmadas en el “no supimos, no pudimos, no quisimos”, frase con la que se pretendía justificar el desastre económico que hizo que tuviera que irse entre gallos y medianoche y que dio comienzo a la debacle de la democracia en la Argentina.
No obstante, ahí no queda la cosa, fue el gobierno radical de Alfonsín el que luego de recitar el preámbulo de la Constitución como un mantra védico usó de papel higiénico a la página donde estaba escrito el artículo 18 de la Constitución Nacional, ese que dice: “Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa.”, para sí congraciarse con la socialdemocracia europea. De igual manera este mismo gobierno que vetó el desarrollo de los planes misilísticos de la Fuerza Aérea para quedar bien con los ingleses, instauró en la educación y en los medios una política de desmalvinización que fue mejorada por los que los siguieron. Como compensación del pacto de Olivos callaron la boca frente a los espurios acuerdos de Madrid I y II, de la misma manera que, en 2016, el radicalismo cerró su boca frente al acuerdo Foradori – Duncan.
El radicalismo no ha sido la solución a los problemas argentinos, solo ha actuado como catalizador de éstos. En realidad, si quisieran ser parte de la solución, antes deberían responderse a si mismos unas pocas preguntas: ¿No hubo una mano radical en el derrocamiento de de la Rúa?, ¿No tuvo Cristina Fernández un vicepresidente radical?, ¿No fue, el hoy promocionado presidente del comité nacional de la UCR, ministro de economía de Cristina Fernández que con su 125 llevó a la Argentina al más grande enfrentamiento interno?
Señor Abraham, si su carta es solo el resumen de una novela, allá Ud., pero, si pretende ser una denuncia, lamento decirle que, como denuncia, queda a la altura de un simple cotilleo de vecinas barriendo la vereda.
JOSE LUIS MILIA
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Publicado en www.laprensa.com.ar