República Argentina: 3:36:48am

Las posiciones dentro de la OTAN comienzan a diferenciarse respecto a una eventual negociación entre Kiev y Moscú. Por otro lado, la elección presidencial estadounidense tendrá una influencia determinante en el futuro del conflicto

Una semana atrás se reunió la Conferencia de Seguridad de Múnich, el evento más importante de Europa en este campo. Se inició en 1963 y la de este año fue la 60° reunión. Si bien en las últimas décadas la Conferencia se fue expandiendo regionalmente con invitados de Asia, África y América Latina, el tema dominante del último encuentro fue la guerra de Ucrania y, en menor medida, la de Gaza.

La mayoría de las expresiones vertidas en la conferencia -en la reunión participaron cuatrocientos cincuenta personas, cincuenta de ellas Jefes de Estado y de Gobierno y un centenar de ministros-, fueron a favor de que fuese satisfecho el requerimiento de Ucrania. Inclusive se escucharon voces argumentando que si se permitía la derrota de este país, sería un “error irreparable” para la seguridad europea. Pero esta coincidencia declarativa terminó generando un fuerte escepticismo. Es que no se propusieron medidas concretas para encauzar el tema. Se registró cierta tendencia entre los europeos a trasladar a las divisiones existentes en la política estadounidense la demora en satisfacer los requerimientos de Zelensky. Esto tuvo lugar a raíz de la actitud de los republicanos que responden a Trump en la Cámara de Representantes, que siguen demorando el otorgamiento de sesenta y un mil millones de dólares de ayuda militar propuesto por la Administración Biden.

En este contexto, el primer ministro holandés, Mark Rutte -quien deja el cargo y es uno de los candidatos para reemplazar al actual Secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg-, defendió la posición estadounidense, mientras que un senador republicano presente en la Conferencia sostuvo que había que buscar una solución a la guerra de Ucrania, porque su país no podía seguir sosteniendo más frentes militares, al estar planteada la posibilidad de un tercer conflicto en Asia (Taiwán o Corea del Norte).

La cuestión central, al cumplirse los dos años del inicio del conflicto de Ucrania, son las diferencias dentro de la OTAN y los escenarios que plantea un eventual triunfo electoral de Trump.

Sus declaraciones advirtiendo que no mantendría la vigencia del artículo 5° del estatuto de la OTAN, que obliga a todos los miembros a defenderse mutuamente, con los países que no cumplan el requisito de destinar a defensa el 2% de su PBI, ha generado dudas, cuestionamientos e incertidumbre. Por un lado, aumenta el debate sobre la necesidad de que Europa tenga una estructura de defensa propia al margen de Estados Unidos.

Por el otro, se debilita la cohesión de la alianza militar en un momento crítico de la guerra de Ucrania. Las declaraciones de Trump abren también la puerta a posiciones diferentes frente a Rusia, aun dentro de la OTAN.

Esta crisis tiene lugar en un momento que puede ser decisivo en esta guerra, en el cual Rusia empieza a retomar la ofensiva, tras meses de estancamiento.

Las posiciones dentro de la OTAN comienzan a diferenciarse también respecto a una eventual negociación entre Kiev y Moscú. Cabe señalar que una encuesta difundida por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores al promediar febrero, da cuenta de que sólo el 10% de los europeos consideran que Ucrania puede ganar la guerra. Las divisiones se proyectan también a la opinión pública europea.

Desde el punto de vista militar, el tiempo juega a favor de Rusia. Este país muestra un desarrollo muy superior a la de Ucrania en cuanto a su capacidad de producción para la defensa, su mayor posibilidad de reclutar nuevos soldados y la resiliencia de su economía, que este año crecerá más que el promedio de la Unión Europea.

Como ejemplo, cabe señalar que la UE sólo pudo entregar a Ucrania menos de la mitad del millón de proyectiles de artillería comprometidos. Al mismo tiempo, Rusia está produciendo cuatro millones de estos proyectiles al año, es decir, diez veces más.

La muerte del opositor ruso Alexei Navalni ha aumentado la aversión de la opinión pública occidental respecto a Putin -la agresión verbal del presidente Joe Biden contra él es una manifestación de ello-, pero no ha afectado las chances electorales del presidente ruso para ser reelecto el próximo mes de marzo.

Rusia contempla reclutar cuatrocientos mil hombres más en los próximos meses sin recurrir a una leva obligatoria. El mismo objetivo tiene Ucrania, pero con menos posibilidades de alcanzarlo.

El reciente reemplazo del hoy ex comandante de las Fuerzas Armadas ucranianas, Valeri Zaluzhny, y de toda la cúpula militar que lo acompañó durante los dos años de guerra transcurridos, es una evidencia de las diferencias que genera en el campo ucraniano la guerra. Ya en noviembre este jefe militar había planteado que la guerra había entrado en un “punto muerto”. Ahora su sucesor, el general Alexánder Syrski, a los nueve días de asumir el cargo, ha tenido que ordenar la retirada de Avdiivka, ubicada en la frontera entre Ucrania y la región secesionista del Donbass. Ucrania trató de presentar como una retirada lo que ha sido la primera victoria relevante de Rusia desde la toma de Bajmut en mayo del año pasado.

Pero la eventual mesa de negociaciones entre Putin y Zelensky se hace difícil por la desconfianza que existe a la buena fe y el cumplimiento de los acuerdos por parte del presidente ruso. Ha ejercido el poder durante un cuarto de siglo, más sobre el temor que por el convencimiento o la seducción. Esto está muy presente en Occidente, en especial en los países de la OTAN más próximos a Rusia, como Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania, y en general en los ex países de la órbita soviética de Europa Central y Oriental. Esta desconfianza se extiende también a Europa Occidental.

En cuanto a la negociación, posiblemente las diferencias estén en que aceptar la pérdida de territorio por parte de Ucrania que hoy alcanza al 20% del que tenía diez años atrás, en pocos meses puede llegar al 25%. A su vez, Rusia prepara exigencias adicionales como la desmilitarización de Ucrania y la neutralización de su gobierno. A medida que transcurra el tiempo, las exigencias de Putin irán seguramente aumentando.

La elección presidencial estadounidense pone un límite cronológico para la guerra de Ucrania. Claramente será más favorable para Kiev que una eventual negociación se realice con Biden en el poder y no con Trump.

En este contexto, la guerra entra en su tercer año con posibilidad de que sea el último. Pero como dijo un general estadounidense en la última reunión del Grupo de Contacto de Rammstein, “hay que estar preparado para lo inesperado”.

Por Rosendo Fraga

Publicado en www.infobae.com


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