La internacional terrorista
Los lazos de exmiembros de Montoneros con el terrorismo fundamentalista islámico sobreviven y pueden comprometer nuestro presente
Todo quedó reducido a escombros en el atentado a la Embajada de Israel, en 1992, dos años antes de que se perpetrara el ataque terrorista contra la AMIA
Vale la pena repasar los fuertes vínculos internacionales de Montoneros, que llegan hasta nuestros días y que signan buena parte de nuestro presente. Como parte de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), creada en Cuba, lucharon en favor del establecimiento de Estados socialistas en América Latina. Con apoyo soviético, sus miembros se codeaban en cumbres internacionales con representantes del IRA, de las Brigadas Rojas, de ETA y de otros grupos terroristas, como el Khmer Rouge, responsable del genocidio de Camboya.
Uno de los más siniestros capítulos de esta sangrienta historia se encuentra peligrosamente vigente, aun cuando los vínculos que mantienen con el terrorismo fundamentalista islámico son poco conocidos para el común de la gente. En
1977, Mario Firmenich y Fernando Vaca Narvaja celebraron en Beirut un acuerdo con Yasser Arafat y Faruk Kadummi, líderes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). El pacto contenía una cláusula secreta referida a una cuestión militar: Juan Carlos Marín, un ingeniero químico argentino miembro de Montoneros, había diseñado y construido una fábrica de exógenos, explosivos plásticos, en un espacio poco más grande que una heladera doméstica, un tamaño ideal para su funcionamiento en la clandestinidad. Según el acuerdo, la OLP, a través de su facción interna Al Fatah, ofrecería campos de entrenamiento, instructores militares y lanzacohetes RPG7, entre otros armamentos, a cambio de la tecnología que se produciría bajo el mando de Marín. Fue así que casi la totalidad de los atentados y asesinatos perpetrados por Montoneros durante la Ofensiva Táctica Mundial 78 y en la Contraofensiva Estratégica de Montoneros, como se conoció a la etapa de atentados entre 1979 y 1980, contaron con armamento fabricado y provisto directamente por la organización palestina, utilizado también en otros atentados internacionales.
Damour, un pueblo maronita de 30.000 habitantes en el sur del Líbano, tomado por la OLP luego de masacrar a su población a mediados de los 70, era una de las bases de entrenamiento. Allí se prepararon militarmente numerosos miembros de Montoneros.
Una de las organizaciones de extracción fundamentalista islámica daría origen en 1982 al Partido de Dios, Hezbollah en árabe. Esa facción, conocida como “los iraníes”, combatía con el pelotón de Al Fatah que entonces comandaba Rodolfo Galimberti, uno de los líderes de Montoneros que recibían allí entrenamiento; el
mismo que años después le habría pedido perdón a Jorge Born, su exsecuestrado. El periodista Eduardo Barcelona reflejó el contenido de un informe del Departamento de Inteligencia de Francia según el cual los atentados de 1983 contra los cuarteles de los marines en el Líbano, con 300 muertos, y el que tuvo lugar contra los de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas fueron perpetrados con tecnología desarrollada por Montoneros en la fábrica de explosivos del grupo Hezbollah. Recordó también que en el atentado de 1992 contra la embajada de Israel en Buenos Aires la Gendarmería certificó que la voladura había sido con exógeno.
A nadie puede sorprender el acuerdo entre la administración Kirchner e Irán para consagrar la impunidad de los atentados terroristas contra nuestro país.
Las Tropas Especiales de Infantería (TEI), entrenadas en Líbano bajo el comando de Raúl Yager, miembro fundador de la organización guerrillera, tenían instrucciones de aniquilar al equipo económico de la junta militar. Perpetrarían los atentados con explosivos en el estudio de Alfredo Martínez de Hoz, en la casa de Guillermo Walter Klein –uno de los secretarios del Ministerio de Economía, con toda su familia adentro– y en la de Juan Alemann. Mataron también a Miguel Padilla, asesor de la cartera económica, y al empresario Francisco Soldati.
En otro ejemplo de consonancia con la tradición del terrorismo fundamentalista islámico, que fomenta el martirio para sus jóvenes voluntarios, uno de los grupos de combatientes argentinos se llamó Pelotón de Combate Mártires de la Resistencia. La organización comandada por Osama ben Laden mantuvo las Brigadas de Mártires de Al-Aqsa. Imad Fayiz Moughnieh, jefe de la Jihad Islámica, y Jamal Suleiman, quienes fueron señalados como responsables de la planificación de los atentados llevados en Buenos Aires contra la embajada y la AMIA, fueron en 1978 y 1979 miembros de Fuerza 17, de Al Fatah, grupo de elite de custodia de Arafat.
La revista Jotapé (Juventud Peronista) contaba con una sección llamada El Mensaje del Islam. Se vendía en la librería islámica Al-Tauhid de Floresta, un local adquirido por la embajada de Irán, según consta en el Registro de la Propiedad, y a cargo del agregado cultural de esa embajada, Moshen Rabbani, sindicado en la investigación de la AMIA como organizador de los atentados contra la mutual y la embajada, con orden de captura de Interpol. El secretario de Rabbani, Ricardo Horacio Elía –a instancias del cual se compró el inmueble–, era un efectivo de Montoneros que, convertido al islamismo, cambió su nombre por el de Shamsuddin Elía. Fue entrenado y condecorado por Al Fatah en el Líbano. En las causas contras los atentados locales consta que, como “integrante del círculo de personas más cercanas a Rabbani, habría sido el encargado de los contactos con organizaciones de extrema tendencia locales, manteniendo contactos con personas que antiguamente habían formado parte de Montoneros, entre ellas Emilio Pérsico, Jorge Reyna y Jorge Garay”.
A menos de dos años del atentado contra la embajada, en 1992, Jotapé hacía una apología del terrorismo árabe y en especial iraní, con consignas antisemitas y elogios a “mártires” que conducen coches-bomba. ¿Dónde se imprimía la revista en 1988? Nada menos que en los talleres del sacerdote católico Luis Farinello, en Quilmes. A nadie puede sorprender, entonces, el acuerdo entre la administración Kirchner e Irán para consagrar la impunidad de los atentados cometidos en nuestro país cuando fue precisamente ese sacerdote, junto a Luis D’Elía, Fernando Esteche y Mario Cafiero quienes, además de viajar a Teherán invitados por la república islámica, acusaban al fiscal Alberto Nisman de ser influenciado por intereses norteamericanos para cuestionar la causa que le costó la vida.
Hadi Soleimanpour, embajador iraní en la Argentina cuando ocurrió el ataque a la AMIA, está sindicado como responsable de una “célula dormida” en España que respondía a la línea del entonces primer ministro iraní Mir Hussein Musavi, experto en relaciones con Cuba y Nicaragua. Ambos países fueron y son los de mayor contacto con la organización Montoneros. En Cuba se depositó gran parte del dinero obtenido por el secuestro de personas, al punto de que a fines de los años 80 Montoneros seguía recibiendo intereses mensuales por esas sumas, casi 100.000 dólares enviados a la Argentina con fines que se desconocen. En cuanto a Nicaragua, el comandante Daniel Ortega y el movimiento sandinista fueron directos beneficiarios de más de un millón de dólares con los que Montoneros financió a esa organización. Fernando Vaca Narvaja, otro de sus conspicuos miembros, participó activamente en el Frente Sandinista. Y Firmenich, quien pasaría parte de su tiempo en un lujoso barrio de Managua, cobra actualmente un sueldo en dólares como asesor del régimen.
El ataque sistemático y generalizado de las organizaciones terroristas en los años 70 contó con apoyos decisivos de Estados extranjeros. Mientras los soviéticos entregaron armas, el Estado palestino proveía entrenamiento militar. El propio Fidel Castro admitió en 1998 que la voluntad expansionista de Cuba motorizaba la lucha armada en Latinoamérica. Aquellos lazos y otros que les sucedieron sobreviven y pueden comprometer peligrosamente el presente.