Publicado en el diario Clarin. El Gobierno le transmitió al Papa Francisco que ve con sumo agrado la causa de canonización –con vistas a declararlo beato y luego santo– que la Iglesia le inició el año pasado al teniente coronel Argentino del Valle Larrabure, secuestrado, torturado y asesinado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) entre 1974 y 1975, durante la presidencia de Isabel Perón.
La posición le fue comunicada por el secretario de Culto y Civilización de la Nación, Naheul Sotelo, durante la reunión que este mantuvo el viernes con el pontífice y tiene que ver con lo constituye uno de los casos más emblemáticos del accionar de la guerrilla, particularmente por las deplorables condiciones de cautiverio de Larrabure más de un año.
El apoyo se produjo en coincidencia con la recepción |este lunes a la vicepresidenta Victoria Villarruel, quien desde r años reivindica a las víctimas del terrorismo y la guerrilla, pero viene teniendo roces con el círculo más estrecho del presidente Javier Milei por su grado de independencia.
La Iglesia católica empezó a analizar si Larrabure fue un mártir y, por lo tanto, si lo declarará beato -el peldaño anterior a la proclamación de santo-, luego de que el Vaticano dio la autorización para iniciar la causa, que -por las exigencias de estos procesos qe requieren minuciosos estudios- puede demorar años.
El Papa Francisco con Arturo Larrabure, hijo del coronel Argentino del Valle Larrabure, durante un encuentro en el Vaticano. El Papa Francisco con Arturo Larrabure, hijo del coronel Argentino del Valle Larrabure, durante un encuentro en el Vaticano.
Los impulsores de la causa -civiles y militares retirados- argumentan que Larrabure -un hombre de profunda fe que rezaba diariamente durante su secuestro- asumió su situación con heroicidad cristiana, ya que en las cartas escritas a sus familiares en su cautiverio les pedía no odiar y perdonar a sus íacaptores.
El prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, cardenal Marcelo Semerano, confirmó dió el nihil obsta” (nada obsta) para comenzar la causa tras el pedido del obispo castrense argentino, monseñor Santiago Olivera, la autoridad eclesiástica competente porque el candidato era un militar.
Olivera había recibido de los impulsores informes sobre la vida y el compromiso cristiano que llevaba Larrabure hasta su secuestro y una serie de documentos, principalmente las siete cartas que escribió el militar a su familia, que le sirvieron de fundamento para elevar la petición a la Santa Sede.
“Larrabure no se llenó nunca de odio, ni llamó al enfrentamiento, fue un hombre de paz y de perdón”, dijo entonces monseñor Olivera y señala que “al haber asumido su situación desde la fe y traducirla en valores cristianos como amar al enemigo llevan a considerar lo suyo un martirio”.
Larrabure nació en Tucumán en 1932. Estaba casado, tenía tres hijos y se había graduado como ingeniero. Cuando fue secuestrado tenía 43 años, contaba con el grado de mayor y era subdirector de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María, Córdoba.
En agosto de 1974 un comando de 70 guerrilleros del ERP tomó por asalto la y secuestró a Larrabure, quien fue encerrado un calabozo húmedo, sin luz y con escasa ventilación camuflado en el local de una mercería en el barrio Bellavista de Rosario.
Sus captores querían que les revelara las fórmulas para fabricar explosivos, a lo que Larrabure siempre se negó porque les decía que si lo hacía iba a poner en riesgo vidas humanas y que “la vida es sagrada y está en manos de Dios”.
Finalmente, luego de 376 días de encierro, Larrabure fue ejecutado y su cuerpo arrojado a una zanja.
Los intentos de juzgar a sus captores no prosperaron porque la Cámara Federal de Rosario consideró en 2018 que su crimen no fue un delito de lesa humanidad al no haber intervenido el Estado.
El caso del teniente coronel Argentino del Valle Larrabure, secuestrado, torturado y asesinado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) entre 1974 y 1975, durante la presidencia de Isabel Perón, constituye uno de más emblemáticos del accionar de guerrilla, particularmente recordado por las deplorables condiciones de su cautiverio de más de un año.
A casi medio siglo de los hechos, la Iglesia católica empezará a analizar si Larrabure fue un mártir y, por lo tanto, si lo declarará beato -el peldaño anterior a la proclamación de santo-, luego de que el Vaticano dio la autorización para iniciar la causa de beatificación que -por las exigencias de estos procesos- puede demorar años.
Los impulsores de la causa -civiles y militares retirados- argumentan que Larrabure -un hombre de profunda fe que rezaba diariamente durante su secuestro- asumió su situación con heroicidad cristiana, ya que en las cartas escritas a sus familiares en su cautiverio pedía no odiar y perdonar a sus captores.
El prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, cardenal Marcelo Semerano, confirmó recientemente el “nihil obsta” (nada obsta) para comenzar la causa tras el pedido del obispo castrense argentino, monseñor Santiago Olivera, la autoridad eclesiástica competente porque el candidato era un militar.
Olivera había recibido de los impulsores informes sobre la vida y el compromiso cristiano que llevaba Larrabure hasta su secuestro y una serie de documentos, principalmente las siete cartas que escribió el militar a su familia, que le sirvieron de fundamento para elevar la petición a la Santa Sede.
“Larrabure no se llenó nunca de odio, ni llamó al enfrentamiento, fue un hombre de paz y de perdón”, dice monseñor Olivera y señala que “al haber asumido su situación desde la fe y traducirla en valores cristianos como amar al enemigo llevan a considerar lo suyo un martirio”.
Larrabure nació en Tucumán en 1932. Estaba casado, tenía tres hijos y se había graduado como ingeniero. Cuando fue secuestrado tenía 43 años, contaba con el grado de mayor y era subdirector de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María, Córdoba.
En agosto de 1974 un comando de 70 guerrilleros del ERP tomó por asalto la y secuestró a Larrabure, quien fue encerrado un calabozo húmedo, sin luz y con escasa ventilación camuflado en el local de una mercería en el barrio Bellavista de Rosario.
Sus captores querían que les revelara las fórmulas para fabricar explosivos, a lo que Larrabure siempre se negó porque les decía que si lo hacía iba a poner en riesgo vidas humanas y que “la vida es sagrada y está en manos de Dios”.
Finalmente, luego de 376 días de encierro, Larrabure fue ejecutado y su cuerpo arrojado a una zanja. El Papa recibió el año pasado en el Vaticano a familiares del militar.
Los intentos de juzgar a sus captores no prosperaron porque la Cámara Federal de Rosario consideró en 2018 que su crimen no fue un delito de lesa humanidad al no haber intervenido el Estado.
Monseñor Olivera cree que la canonización de Larrabure “puede hacernos mucho bien y servir al encuentro entre los argentinos.