República Argentina: 11:27:18am

Oscar Augusto Silva murió en la cruenta batalla de Tumbledown, el 13 de junio de 1982. Tenía 26 años.

Nos unía una historia en común, nuestro paso por la Escuela Naval Miliar. Yo había sido cadete Naval durante ocho meses, mientras que el sapito durante casi cuatro años. Durante el tiempo en que uno cursa como cadete el Colegio Militar, los amigos se tejen fundamentalmente en las aulas.

Allí, en aulas integradas por unos 30 alumnos de diferentes armas, recibíamos clases sobre distintas materias, muchas de las cuales no estaban directamente vinculadas al ámbito militar. Y allí, en el aula, fue en donde la fortuna nos ubicó juntos, haciendo que compartiéramos libros, recreos, charlas, sueños y el hambre insaciable que tiene todo pupilo en una institución militar.

Sí, fue allí en donde nació nuestra amistad, esa amistad que nos llevara a compartir las “salidas” del fin de semana y más tarde nuestras vacaciones de verano en Mar del Plata.

Sus años de Escuela Naval Militar y algún año de facultad (previa a su ingreso al Colegio Militar), marcaban sin dudas una diferencia notoria en la madurez de Oscar respecto a la mayoría de sus compañeros. Oscar era un tipo manso, muy tranquilo. A él muy pocas cosas lo sacaban de esa calma con la cual transitaba sus días. Yo lo trataba y miraba como se trata y mira a un verdadero amigo…con simpleza, sin vueltas, sin evaluaciones ni calificaciones, y es quizás por ello, (debo confesar), que siempre supe que ‘El Sapo’ era un gran tipo, un compañero excepcional, pero nunca imaginé que mi amigo era un gran Titán.

Recuerdo que a los pocos días de haber finalizado la guerra, recibí en Puerto Deseado una carta de la hermana de la novia de Oscar, con quien yo había entablado una linda amistad en mis años de cadete.

LA CARTA

En esa carta recibía yo la primera noticia sobre mi amigo, ‘El Sapo’. En aquellas páginas Victoria me contaba que aún no sabían sobre la situación de Oscar, que hasta ese momento el Ejército lo reportaba como perdido, y que la mayor esperanza era que estuviese internado en un hospital de campaña, probablemente mal herido, posiblemente inconsciente, o bien como prisionero.

Sin embargo, pese al esfuerzo puesto para mantener viva la esperanza en el inicio de la carta, en los últimos renglones ella decía: “Es posible que él esté muerto, es posible que el haya luchado hasta lo último como un valiente. Si es así, estaremos en deuda con él y con sus compañeros por el resto de nuestras vidas. El habrá sido entonces un héroe, un soldado que murió por su patria con valentía y honor”.

Participar en una guerra ha de ser una de las mayores pruebas a las cuales puede ser sometido un ser humano; y hacerlo con valentía ejemplar cuando la muerte acecha, es una muestra insuperable de amor a la patria y coraje de genuino guerrero.

‘El Sapo’ Silva fue quien pidió voluntariamente ser parte de las fuerzas que ocuparían la posición defensiva de Tumbledown; y sabiendo sobre el enorme riesgo que significaría empeñarse en ella, requirió de los pocos soldados que quedaban de su sección, la adhesión voluntaria para integrar la fracción que ocuparía una parte de esta posición.

Me emociona saber que todos lo siguieron, que nadie lo abandonó. Ya en medio del fragor del combate, mi amigo ordenó el repliegue de su gente cuando la situación se tornó insostenible, decidiendo quedar él a cargo de la ejecución del fuego de ametralladora que permitiera el repliegue de su fracción.

Finalmente, imagino que Oscar no vio oportunidad alguna para su propio repliegue sin afectar la seguridad y protección de su fracción, la cual se estaba desplazando hacia retaguardia. Es entonces cuando cierro los ojos y veo la cara de mi amigo cuando decide sin dudar un segundo, quedarse allí, hasta el final, resistiendo en la posición.

Lo conozco, yo se que lo hizo por su fracción, por su Patria, por su honor, por el honor de su Regimiento y el de su Ejército. Estoy seguro que él obro pensando en su familia, en su novia (con la cual iba a casarse), y en nosotros, sus compañeros del Colegio Militar y de la Escuela Naval.

Concluida la guerra, en una recorrida llevada a cabo por un oficial inglés junto al Jefe del BIM 5 sobre el lugar en donde se había desarrollado el combate de Tombledown, ambos oficiales rindieron honores a nuestro Subteniente. Ambos honraron a nuestro gigante soldado, al ver que no podían separar el fusil de sus fuertes y decididas manos.

Yo tuve un amigo llamado Oscar Augusto Silva, le decíamos el sapo, lo aprecié mucho, era un gran tipo…….yo nunca imaginé que además de todo….. el fuera un gran Titán.

El está en el cielo de los guerreros gigantes que no volvieron, junto a nuestros granaderos del cruce de los Andes; junto a quienes ofrendaron su vida por nuestras Malvinas; junto a los soldados que murieron combatiendo al terrorismo en el monte tucumano o en la ciudad; junto a los que partieron desde inmerecidas cárceles; junto a aquellos que murieron en tierras lejanas, integrando nuestras fuerzas de paz; junto a quienes murieron ejercitándose “a como de”, para estar en condiciones de defender a la patria cuando ella lo requiera.

A mi amigo y a todos nuestros héroes civiles y militares: ¡Gracias, gracias por el ejemplo y la entrega! ¡Estaremos en deuda por el resto de nuestras vidas!

Por Fabián E. Sotelo*

* Capitán (RE) Promoción 112 CMN.

Publicado en www.laprensa.com.ar       

 

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