“Yo inventé los 30 mil”. Hijo de artista e investigador del tango: la historia del ex Montonero que aparece en el spot “Memoria completa”
Es uno de los tres protagonistas del spot “Memoria Completa” que presentó el gobierno el 24 de marzo. Frente a cámara, en el Salón Blanco de Casa de Gobierno, Luis Labraña (77) repite una historia que contó por primera vez en 2009, durante la presentación del libro “Volver a matar” de su amigo Juan Bautista Tata Yofre. El videograph lo presenta como “Ex guerrillero de las FAP, FAR y Montoneros”. Dice, sin vueltas, que él inventó la cifra de 30 mil desaparecidos.
Hay pocas precisiones en su relato. Muchas veces no consigue detallar fechas y confunde el orden cronológico de los hechos. Lo sabe, lo advierte: “Viví demasiadas cosas”, asegura. Además, omite intencionalmente muchos nombres. Dirá, más adelante, que poco le importa si le creen, que es su verdad.
-¿Cuál es su formación política?
-Mi padre era Horacio Torrado, una estrella del radioteatro, de pensamiento comunista. Se enamoró de Evita, estuvieron un tiempo juntos. Después apareció Perón y mi viejo fue perseguido. Al final se casó con la madre de Leonardo Favio. Ojo, Favio y yo no fuimos nada, pero tenemos un medio hermano en común... También tengo un abuelo socialista. Ese es el mundo en el que me crié. A los 12 años yo era comunista. Hasta que a los 16 años, caminando por Parque Patricios, veo una manifestación obrera. Venían con pancartas, cantando ‘Perón-Perón’. Y la policía montada carga... De repente me encontré tirando piedras y gritando ‘Perón-Perón’ yo también. Así entré al peronismo.
-¿Recuerda su bautismo de fuego como guerrillero?
-El primer operativo con las Fuerzas Armadas Peronistas iba a ser el asalto a un blindado en San Fernando, que falla por una pavada: fueron a buscar un auto de apoyo, lo robaron en una remisería, pero no se dieron cuenta de que no tenía combustible... Ahí mueren Diego Frondizi (sobrino de Arturo Frondizi) y Manuel Belloni (padre de Victoria Onetto). A partir de ahí se disuelve el grupo y paso a Montoneros. Me recluta “Pingulis” (nombre de guerra de Carlos Hobert, fundador y máximo jefe de Montoneros). Él decía que yo era “un poco loco pero buen tipo”. Lo recuerdo con mucho cariño.
-¿Cómo fue su “carrera” en Montoneros?
-No teníamos grados militares, no existían, eso es un invento posterior, del Ejército Montonero... Yo dirigía al grupo de combate en la zona de Bernal, Quilmes... Mi nombre de combate era Mariano. Rompo con Montoneros cuando pasa lo de Trelew (por La Masacre de Trelew), porque no me participan. Me rebelo, cuestiono, tengo discusiones. Un día me cita Arrostito (por Norma Arrostito, una de las líderes de la organización) en la confitería Las Artes, frente a la Facultad de Derecho, voy con mis cinco compañeros. Me dicen que quedamos detenidos, que entreguemos las armas y, si no lo hacíamos, nos iban a ejecutar donde nos encuentren. Yo dije que no, le mostré la 45 martillada y le dije ‘sacámela, hija de puta’. A partir de ahí me entran a buscar por cielo y tierra. Me protege la FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) de Paco Urondo.
-Su recorrido, hasta acá: FAP, Montoneros, FAR...
-Íbamos a hacer un operativo grande. Algo pasó, no recuerdo qué, pero la policía llegó al chalet donde estaban ellos, en Tortuguitas, a 200 metros de la Ruta 8. Cuando yo vengo con el coche, voy despacio por la calle de tierra con mi Peugeot blanco recién lavado, cunado voy a doblar saltan dos personas delante mío. Los dos armados. Acelero, saco el arma, y empiezo el tiroteo. Mi compañero iba con los ojos cerrados: “Abrí los ojos y sacá la pistola”, le digo. Abre los ojos y grita “¡Pará que nos matan!”. Miro adelante y había tres o cuatro coches cruzados, con tipos armados. Freno, tiro la pistola para atrás... La pistola que yo tenía había pertenecido a Sabino Navarro, que es uno de los grandes héroes de Montoneros. Me entrego. Y de repente bajo las manos y empiezo a palparme el pantalón. “¿Qué hacés, pibe?”, me dice un policía. “Me meé encima”, le respondí. Me acarició la cabeza y me dijo: “A nosotros también nos pasa. Pero vos, vos teresististe. Con el aresenal que tenían los de adentro, gritaban ‘no tiren’, ‘no tiren’ y se entregaron”. Me trataron de mil maravillas, de mil maravillas...
-¿De mil maravillas?
-Bueno, unas cositas pasaron, pero nada grave... Algunas piñas... no quiero hablar de eso.
El relato de Labraña está cargado de confesiones y hechos difíciles de contrastar
El relato de Labraña está cargado de confesiones y hechos difíciles de contrastar
Alejandro Guyot
-¿Fue preso?
-Después fui a la cárcel de Devoto. Cuando Montoneros se unifica con las FAR, una de las condiciones que pedían es que me entregasen a mí para el juicio revolucionario. Y la FAR dijo “a Luis no lo entregamos; lo dejamos de lado, deja de trabajar con nosotros, pero no lo entregamos”. Salí sin nada y depuse las armas porque yo peleé por el retorno de Perón, y Perón ya estaba en la Argentina.
"Salí indultado y depuse las armas porque yo peleé por el retorno de Perón, y Perón ya estaba en la Argentina", di
-¿Por qué se fue del país?
-Porque llegaron a casa. Una vecina me avisó. Cargué lo que pude, todas las armas que tenía, dejé a mi mujer y a mi hijo recién nacido en lo de mi suegra. Y empecé a yirar. Yo soy fanático de River, pero me salva la hinchada de Boca.
-¿Cómo es eso?
-Qué sucede, Boca jugaba la final de la Libertadores con Cruzeiro en Montevideo (se refiere a un tercer partido, desempate, que se disputó el 14 de septiembre de 1977 en el Estadio Centenario). Yo me puse el gorrito de Boca, la camiseta de Boca, el impermeable mío y una pistola en el bolsillo. Me fui con la hinchada de Boca, con la gente de “Quique el carnicero”. Cuando llegamos a la aduana, me piden documentos. Como yo era el único vago con un bolsito y bien vestidito, el tipo me mira desconfiado y se pone a buscar un libro. En ese momento meto la mano en el bolsillo y martillo la pistola. Y alguien me agarra la mano. En el momento mismo que iba a disparar hacia el suelo, el tipo que me agarra la mano manotea el documento y empieza a gritar: “Dejalo al pibe tranquilo, Y dale Booooca”. Pasaron todos sin documentos ni nada. Después me pregunta: “¿Por qué estás armado?”. “Porque pertenezco a la organización Montoneros”, le dije.
Yo era de River, pero no importaba. Me fui con él, y con todos los hinchas, gritando “Dale booo, Dale booo..”. Y en Montevideo voy a la cancha y veo el partido. Terminamos a las trompadas con los uruguayos que alentaban por Cruzeiro. Luego fui al aeropuerto, con un pasaporte falso, y tomé un vuelo a Holanda. Llegué todo ensangrentado, con la camiseta de Boca.
-¿Por qué Holanda?
-Se habían hecho contactos para que me recibieran gente de la Cruz Roja y la ACNUR. Cuando me encuentro con ellos, la traductora me dijo: “ahora te van a preguntar si querés trabajar o estudiar. Te conviene la primera, porque como no hay trabajo, vas a poder cobrar un subsidio”. Pero cuando me hicieron la pregunta, dije “Estudiar”. Cursé siete años y me recibí de Licenciado de Lingüística en la Universidad de Ámsterdam. Los otros exiliados, todos siguen viviendo del Plan Trabajar.
-¿Siguió en contacto con otros argentinos? ¿Se informaba sobre lo que pasaba en Argentina?
-No tanto. Estaba bastante abocado a la política holandesa. Después, claro que entre los exiliados sí nos juntábamos. Tenía relación con ellos. Pero hubo un momento de quiebre en el que dejaron de hablarme.
-¿Qué pasó?
-Cuando estalla la guerra de Malvinas, surge una manifestación de argentinos en Ámsterdam. Yo publico una solicitada en De Volkskrant, un diario neerlandés, diciendo “Las Malvinas son argentinas y pertenecen al pueblo argentino”. A partir de ese momento nadie más me habló. Yo me presenté en la embajada, me ofrecí como voluntario para ir a combatir, pero me dijeron que no. No me importaba morir por Argentina.
-Confundieron su reivindicación de la soberanía argentina en Malvinas con un apoyo a la dictadura y quedó aislado.
-Sí, pero así llegué a conocer al embajador. El día después de publicar la solicitada, me invitó a la embajada. Accedí, fui, charlamos. En un momento, hablando sobre la actualidad argentina, me dijo: “Hubo un exceso en la represión, se mataron varios miles”. Y yo le respondí: “Doctor, si hubiéramos triunfado nosotros, habríamos matado 200 mil”.
“No hubo conciencia al decir 30 mil desaparecidos”
-¿Cómo sucede, y en qué contexto, el episodio en el que usted contó que inventó la cifra de 30 mil desaparecidos?
-Un día, en 1977, 1978, no me acuerdo, llegaron las Madres de Plaza de Mayo. Necesitaban ayuda económica para poder seguir su lucha. Las recibimos los exiliados. Ellas presentaron ante las autoridades holandesas un listado con los nombres de 4000 personas desaparecidas, aproximadamente, y explicaron que en la Argentina estaba ocurriendo un genocidio. Las autoridades respondieron “esto no es un genocidio, genocidio fue lo que tuvo el pueblo judío o armenio”. Entonces, en una reunión entre varios exiliados, yo dije “Che, ¿qué decimos? ¿90 mil? ¿80 mil? 30 mil. Y quedó ahí. No hubo conciencia a la hora de decir el número.
-¿Recuerda quiénes estaban en esa reunión?
-No, no recuerdo.
-¿Qué repercusiones tuvo cuando reveló esto por primera vez?
-Hubo gente que dijo que tenía huevos y hubo quienes me dijeron de todo.
-A sus viejos compañeros de la guerrilla no les habrá gustado.
-La mayoría de mis viejos compañeros, los verdaderos, están muertos. Los que quedaron, o quedan vivos, son de segunda línea. Y después estaban los ratas traidores que mandaron a los pibes a la muerte. Esos viven como ricos en el exterior.
-¿Cómo se gestó su participación en el spot “Memoria Completa”?
-Me llamó la gente de comunicación, del equipo de Santiago Oría. Al Tata Yofre ni lo vi, los 3 que filmamos fuimos en momentos separados.
-¿No le preocupa que lo traten de delirante o mentiroso? Su versión no se puede contrastar con nadie.
-Está en juego la historia argentina. Yo no tengo que probar nada. Ayer, en una entrevista, Jorge Fontevecchia me dijo que yo tenía que aportar pruebas de lo que digo... ¡Que las busque él! Yo cuento mi historia, mi verdad. Y si no quiere, no me crea. Pero imaginemos que yo no existo, que soy un delirante o el gran bonete... Igual alguien dijo que fueron 30 mil, no importa quién sea. Alguien lo dijo y es mentira. Averígüenlo. Con el hambre que hay en Argentina, ¿ningún familiar de esos 22 mil que faltan (la diferencia entre el número de la Conadep y los 30 mil) se acercó alguna vez pedir una indemnización? Qué raro. Que investiguen, que hablen con las Madres que quedan vivas, que busquen contradicciones…
-¿Votó a Milei?
-Sí, del comunismo a Milei. ¿Cómo se explica? Esto no es fútbol, donde uno es hincha del mismo equipo toda la vida...
Luis Labraña reserva su intimidad. Desliza, a través de la charla, que tuvo distintas parejas. Que tiene familia en Argentina y en Holanda. Después de graduarse como Licenciado en Lingüística, trabajó como profesor en universidades de Ámsterdam y Utrecht. Regresó a la Argentina en los 90. “Trabajé con la escritora Ivonne Bordelois”, dice con orgullo. Escribió, junto a Ana Sebastián, el libro “Tango, una historia” que, según dice, impresionó a Horacio Ferrer. Así fue cómo llegó a la Academia del Tango, donde dictó algunos cursos. Al día de hoy gestiona el Centro Cultural Nicolás Olivari, que depende del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Mariano Chaluleu
Publicado en www.lanacion.com.ar