LA PREVIA
El 10 de diciembre asume un nuevo gobierno en la Argentina de signo muy diferente al que actualmente ejerce el poder.
En las últimas semanas, desde que el balotaje definió por amplia mayoría que la ciudadanía quería un cambio, se produjeron diferentes hechos que nos hacen pensar si el hombre elegido podrá efectivamente encarnar ese cambio que podemos resumir como una búsqueda de prosperidad, seguridad, honestidad, austeridad y eficiencia en el manejo de los asuntos públicos.
Los primeros indicios representaron una siembra de dudas y controversias.
Veamos, el presidente electo se impuso ampliamente en el balotaje en el que triunfó su fórmula ejecutiva pero no tuvo igual éxito cuando se eligieron parlamentarios y mucho menos al tiempo de definir gobernadores.
Sin embargo, a la hora de armar su gabinete cedió a terceros dos ministerios claves como Defensa y Seguridad que en la campaña había delegado en su vicepresidente y el Ministerio de Economía que se suponía era su área de excelencia y que fue el eje de su campaña. En síntesis debilitó sus fortalezas y puso en cuestión la confianza de sus más directos colaboradores.
En cambio, desoyó consejos y propuestas e instaló al frente de la Cámara de Diputados a un hombre de su espacio carente de experiencia parlamentaria y sin un aporte de legisladores propios. Tampoco sumó experiencia en la hostil Cámara de Senadores en la que se repite la fórmula de instalar un hombre sin experiencia y sin influencia como Presidente Provisional del Senado. En síntesis, desde el punto de vista estratégico, el presidente electo debilitó sus fortalezas e incrementó sus debilidades.
CUANDO EL BALÓN EMPIECE A RODAR
Desde que presentó sus propuestas de campaña hasta el presente, el presidente electo ha expuesto tantos cambios y relativizado tanto su programa que resulta difícil saber con precisión cuáles serán las medidas que realmente quiere implementar y cuales tendrán visos de viabilidad a la luz de su debilidad parlamentaria.
Ello no obstante, podemos encontrar algunas pocas pero firmes certezas. Se aplicará un ajuste fiscal importante que abarcará diversas áreas y que afectará la obra pública, las empresas del Estado, los fondos destinados a las provincias y el empleo público. Ello generará a priori recesión y desempleo, circunstancia que el presidente electo no desconoce dada su profesión de economista y que lo ha llevado a decir, quizás con cierta imprudencia, que tendremos un período de estancamiento con inflación (estanflación). Esta realidad derivará en conflictos sociales y protestas de variada intensidad que pueden ser manejados con concesiones o con enfrentamientos duros y violentos. Lo que sorprende es que en los programas y planes presidenciales no aparezcan proyectos de incentivo a la producción, la búsqueda de inversiones externas directas ni las ofertas de licitaciones internacionales para la realización de grandes obras de infraestructura rentables tales como represas, puerto de aguas profundas, carreteras, canales y afines. Tampoco se prevén programas para transformar los planes en puestos de trabajo formales ni para absorber la mano de obra desocupada que se incrementará con la pérdida de empleos. Si la acción del Estado se limita a esperar que la mano invisible del mercado cree las condiciones para que generar un lento y eventual crecimiento es muy posible que la conflictividad social arruine las mejores intenciones.
LOS ESCENARIOS POSIBLES
Buena parte de los votantes que eligieron la opción de La Libertad Avanza tuvieron por objetivo principal cortar el ciclo de presidentes populistas de centro izquierda, de cuestionada integridad y promotores de pobreza, inflación e inseguridad crecientes. Ahora esos ciudadanos esperan expectantes las medidas de su flamante presidente para defender sus logros, evitar una vuelta al pasado y comenzar a disfrutar del cumplimiento de las promesas electorales. En el otro extremo, los nuevos opositores sienten que serán tratados como enemigos y que deben estar preparados para resistir, oponerse y derribar al, para ellos, advenedizo. Hay un tercer grupo de ciudadanos que también sentían un fuerte rechazo por las propuestas y la continuidad del oficialismo pero que no confían en el presidente electo porque rechazan su fundamentalismo liberal, su personalidad inestable y sus posturas de alineamiento automático ajenas a su visión de la soberanía y a lo que consideran intereses nacionales básicos.
El primer escenario posible es el de un éxito rápido y contundente de las medidas de gobierno que serían mayoritariamente aceptadas y que conducirían a un despegue y un crecimiento capaz de sacarnos del estancamiento y el fracaso.
En este punto comienza la subjetividad que se apoya en datos objetivos y que me lleva a considerar que ese escenario es de bajísima probabilidad, tanto por la magnitud de los factores en oposición como por la endeblez de las propuestas enunciadas hasta el presente por el futuro gobernante.
El segundo escenario es el de un ambiente de conflictividad que surgirá de los grupos que pierdan beneficios, los empleados de empresas estatales al ser privatizadas, los gremios, los nuevos desocupados y los mandatarios provinciales que vean complicada su gobernabilidad. Este escenario tendrá buena parte de su desarrollo en las calles y puede prolongarse por una parte importante del mandato del nuevo presidente dependiendo de la firmeza y la habilidad para controlar las acciones de hecho y el apoyo que lo votantes del gobierno estén dispuestos a mantener cuando sus expectativas iniciales se vean postergadas o frustradas. La situación podría eventualmente llegar hasta las elecciones de medio término del 2025 en que el proyecto gubernamental podría afirmarse o derrumbarse estrepitosamente.
En el análisis subjetivo, éste es un escenario probable.
El tercer y último escenario expone la situación en que los factores en oposición y el fracaso o la lentitud de las medidas gubernamentales, desestabilicen al gobierno y afecten la gobernabilidad al punto que impidan la continuidad del mandato. En este caso son fundamentales los mecanismos sucesorios y la posibilidad de que se formalice un gobierno de consenso en manos de un gobernador o un legislador que goce de una confianza general y que al presente es una figura inexistente. Esta situación indeseada, cuya sola mención parece absolutamente inoportuna cuando hablamos de un gobierno que aún no ha asumido, no puede dejar de ser considerada en un análisis de los escenarios posibles cuando se considera la realidad de una herencia económica sumamente compleja y la inexperiencia y la debilidad de origen del gobierno que comienza.
CONCLUSIONES
Es necesario esperar el desempeño del nuevo gobierno con una visión ecuánime y realista. Su legalidad de origen está dada por los votos obtenidos en una elección transparente y su debilidad de origen está fundamentada en la falta de legisladores y gobernadores propios.
Si sus propuestas fracasan será tiempo de considerar la alternativa que hasta ahora no ha tenido oportunidad de imponerse bajo el imperio de gobiernos de izquierda o fundamentalistas liberales. Me estoy refiriendo a la alternativa de un gobierno de centro derecha, de línea nacionalista, cristiano, desarrollista, patriótico, que haga de la lucha contra la corrupción un emblema y que considere a la producción y al bienestar de todos los ciudadanos como un objetivo esencial apoyado en el esfuerzo, el trabajo y el conocimiento. Un gobierno capaz de construir un país como Dios manda.
Debemos estar listos para llevar adelante un gobierno de tales características si el actual experimento fracasa y no estamos dispuestos a volver al triste pasado reciente.
JUAN CARLOS NEVES
PRESIDENTE DE NUEVA UNIÓN CIUDADANA