A tres semanas del ataque de Hamas a Israel
A dieciocho días del ataque de Hamas a Israel el conflicto se va extendiendo, tanto en lo político-estratégico como en lo militar. Estados Unidos y China tienen una actitud diferente.
El primero ha actuado desde el comienzo como firme aliado político y militar de Israel. Antes de cumplirse una semana del ataque, llegó el primer envío de armamentos estadounidenses a Israel y el presidente Biden se hizo presente en el país. Fue una fuerte señal de respaldo, aunque no consiguió concretar la cumbre que quería con Egipto, Jordania y la Autoridad Palestina, tres actores fronterizos con Israel que no acompañan ni justifican a Hamas. El presidente estadounidense intenta apoyar y al mismo tiempo moderar la demorada respuesta militar israelí contra Hamas. China, por su parte, se mantiene en una posición distante, jugando más a usufructuar las consecuencias del conflicto, que a protagonizarlo en lo diplomático o militar. Para Rusia, que Estados Unidos se encuentre empeñado a través de sus aliados en los conflictos militares de Ucrania y Palestina simultáneamente, es una clara ventaja. Salvo Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá y Turquía, el resto de los miembros de la OTAN pertenecen a la Unión Europea. En este continente hay un sólido apoyo al rechazo de la acción de Hamas, como también lo hay al respaldo de Ucrania frente a Rusia. Pero las respuestas son diferentes. Francia y el Reino Unido han avanzado en acciones de apoyo militar a Israel. Turquía (el único país de la OTAN que es musulmán y tiene la mayoría de su territorio en el Cercano Oriente) se negó a condenar a Hamas, caracterizándola como “una organización que lucha por la liberación de su pueblo”. Pero el terrorismo extremista musulmán llegó a Europa con atentados que provocaron muertos en Francia y Bélgica.
En el mundo árabe y musulmán predomina la solidaridad con los palestinos y las argumentaciones a favor de su causa, sin que aprueben explícitamente los actos terroristas. Los países que integran la Organización para la Cooperación Islámica son cincuenta y uno, y los árabes dentro de ellos son veintidós. El país musulmán más poblado es Indonesia y seguidamente están Pakistán y la minoría musulmana de la India. En este ámbito, la solidaridad con los palestinos es menor pero es predominante, pese a que la mayoría de las autoridades religiosas islámicas se pronuncian contra el terrorismo. Si el ataque de Hamas perseguía interrumpir las negociaciones para que más países árabes reconozcan la existencia del Estado de Israel, ello ha tenido éxito. De los veintidós países árabes, sólo cuatro han reconocido a Israel: Egipto, Sudán, Marruecos y Qatar. El reconocimiento por parte de Arabia Saudita, que se negociaba con participación de Estados Unidos, ha quedado en suspenso. Era un paso clave para el éxito de los llamados “Acuerdos de Abraham”. En cuanto a Irán (país musulmán no árabe), es un actor central tanto en lo estratégico como en lo militar. Actúa a través de milicias y grupos terroristas, a los cuales financia y controla, como es el caso de la milicia Huti en Yemen, que después del 7 de octubre ha disparado misiles sobre el Mar Rojo. Tiene fuerte influencia sobre los gobiernos de Líbano, Siria e Irak. En estos dos últimos países están estacionadas tropas estadounidenses (900 en el primero y 2.500 en el segundo), los cuales han registrado ataques por parte de elementos pro palestinos, que sólo han ocasionado heridos. Rusia mantiene una presencia militar en Siria a través de mercenarios del grupo Wagner, pero no se registra hasta ahora acción alguna en el conflicto. Uno de los pocos gobiernos que respaldó el ataque de Hamas junto con Irán fue Afganistán, país musulmán no árabe gobernado por los talibanes.
En torno a la frontera de Israel se van conformando cuatro frentes de lucha con diferente grado de prioridad e intensidad. Por un lado está el de Gaza, desde donde Hamas inició su agresión. La ofensiva militar anunciada reiteradamente por Israel para aniquilar a esta organización en el territorio de la Franja se ha venido demorando. Ello ha sido tanto por causas políticas como militares. Pero las acciones bélicas aisladas por ambas partes se han incrementado. El objetivo prioritario israelí es la destrucción del sistema de túneles que permite a Hamas desplazarse bajo la superficie terrestre e irrumpir sorpresivamente. El punto crítico: de los doscientos veintidós rehenes israelíes, una parte importante se encuentra en los túneles. Los palestinos muertos en la Franja superarían los cinco mil y las condiciones humanitarias son extremas, dado que los camiones con suministros que han entrado por la frontera con Egipto apenas pasan el medio centenar. Pero al mismo tiempo en Cisjordania, que está administrada por la Autoridad Palestina (enfrentada con Hamas) y ocupada militarmente por Israel, la tensión es creciente. Se han producido más de cien muertos en incidentes entre palestinos y soldados y colonos israelíes. Es un segundo frente que corre el riesgo de descontrolarse y extenderse. En la frontera con Líbano las acciones militares van en aumento y en los enfrentamientos entre Hezbolá, controlada por Irán, y las fuerzas israelíes, los muertos superarían los cien. En la frontera con Siria se ha conformado un cuarto frente, que hasta ahora ha tenido menor intensidad militar que los restantes, pero que es relevante por la presencia en dicho país de fuerzas estadounidenses, mercenarios rusos, milicias kurdas y el gobierno de Assad, aliado de Teherán y Moscú. Las fronteras israelíes se completan con las de Egipto y Jordania. Estos dos países no intervienen en el conflicto militar ni tienen la intención de hacerlo, pero están decididos a que refugiados de Gaza y Cisjordania no entren a su territorio por el riesgo político y social que ello implica.
En cuanto a Israel, presenta un frente unido ante el conflicto, pero con fuertes disidencias internas en lo político y en menor medida en lo militar. Existe una idea predominante y unificada: si no se reacciona con energía rápidamente, se vuelve a generar la inacción que en el pasado llevó al Holocausto. Pero esta idea unificadora se da en un país profundamente dividido ideológicamente. El Israel políticamente moderado gobernado inicialmente por el partido laborista y que predominó en la segunda mitad del siglo XX, dio paso en lo que va del XXI a un país dominado por grupos nacionalistas extremos y ortodoxos religiosos. El partido de Netanyahu, el Likud, en el siglo XX era un sector extremista sin incidencia en el gobierno. Ahora es una coalición que está dominada por una actitud extremista tanto en lo político como en lo religioso. En los últimos meses esta divergencia que divide hoy al país por la mitad llegó a las calles, con manifestaciones encontradas en rechazo al proyecto de Netanyahu de avanzar sobre la independencia del Poder Judicial. Desde el punto de vista militar subsisten las discusiones sobre el riesgo de empeñarse en una guerra urbana en Gaza que se extienda en el tiempo y desgaste políticamente a Israel, tanto en lo interno como en lo externo. Paradójicamente, los sectores más ultra religiosos y partidarios de respuestas extremas frente a Hamas, están eximidos del servicio militar. Pero un tema relevante es que el 22% de los nueve millones y medio de israelíes son árabes. Están integrados políticamente y tienen representación en el parlamento, pero subyacen tensiones que se incrementan en momentos como los que se viven hoy.
En conclusión: desde el punto de vista global, el conflicto en Gaza compromete a EEUU con el riesgo de una escalada y beneficia a China, que se mantiene expectante, y a Rusia, que cumple veinte meses en guerra con Ucrania; el conflicto se ha extendido en el mundo musulmán, en países como Indonesia, Pakistán y la minoría de la India, con manifestaciones, las que han sido más violentas en las capitales de la mayoría de los países árabes; Israel está librando una guerra en cuatro frentes, que en orden de prioridad son: Gaza, Líbano (Hezbolá), Cisjordania y Siria, con Irán actuando a través del apoyo a milicias y grupos terroristas; por último, Israel se encuentra unificado en evitar una pasividad como la que hubo frente al surgimiento del nazismo, pero tiene una división profunda en lo político e ideológico.
Por Rosendo Fraga