Después de la muerte del presidente el 1° de julio de 1974, su sucesora planteó la posibilidad de regresar a España. Cómo la convencieron de seguir en medio de un clima sangriento, donde la guerrilla de Montoneros y el ERP y la ultraderecha de la Triple A regaban de cadáveres la Argentina. La visión de los Estados Unidos y la Unión Soviética del estado de nuestro país a mediados de los ’70.
Hay una historia no contada que brota de la boca de dos funcionarios de la época, emparentados con la ortodoxia peronista y los estamentos del Estado ligados con José López Rega, que dice que a los pocos meses de morir Juan Domingo Perón, su esposa Isabel y su secretario y Ministro de Bienestar Social, López Rega, dejaron entrever por sus actitudes que pensaban volver a la vieja casa de Navalmanzano 6, Puerta de Hierro, Madrid previa renuncia de Isabelita a la Primera Magistratura. Enterada de esta situación, la señora Fernández, la intendenta de la Residencia presidencial de Olivos, se lo relató a un alto oficial de la Casa Militar que en ese momento dependía del coronel Carlos Corral. A través del oficial la versión llega a los tres comandantes de las Fuerzas Armadas y así se produce una reunión en Olivos en la que se la convence a Isabel que permanezca en el poder.
El diálogo fue así: --Mire Señora, estamos enterados que Usted se quiere ir…
--Sí, quiero renunciar a mi cargo de Presidente de la Nación porque no estoy en condiciones de suplir el gran vacío que ha dejado el general Perón en la República.
--Usted no debe irse Señora, nosotros nos comprometemos a sostenerla, apoyarla, hacer respetar la ley, la Constitución y cuente con nuestra decidida gestión en apoyo de todo lo que Usted haga. Usted sí va a ser respaldada y va a poder cumplir acabadamente su mandato.
Como una manera de dejar asentado lo que se había conversado en Olivos, los tres altos jefes militares accedieron a hacer declaraciones públicas a través de la revista Las Bases, “órgano oficial del Movimiento Nacional Justicialista”, en su número 126 que llevaba como título “El año de la unidad”.
En una estudiada y extensa declaración, el teniente general Leandro Enrique Anaya afirmó que “los argentinos reclaman una Patria fuerte. Escuchada en sus opiniones y respetada en sus decisiones. Junto a eso, un Pueblo sin sectarismos ni exclusiones, realizado en plenitud y en el que cada uno de sus habitantes disfrute del mayor bienestar.” Como no podía ser de otra manera, Anaya aludió a la acción de los grupos terroristas que nunca dejaron sus armas para intentar el poder por la violencia: “La subversión, en su agresión cruenta a los componentes de las Fuerzas Armadas, pretende enfrentamientos que llevan a la inestabilidad y el caos. Como lo señalara el Poder Ejecutivo Nacional, el destinatario de esos ataques no es el Ejército, ni aún el Gobierno, sino que ellos apuntan hacia el Estado mismo, buscando la destrucción de su tradición democrática.” Lo que no se cuenta en la revista es que unas semanas antes dentro del Ejército se analizaba la situación general en caso del fallecimiento de Perón con una mirada poco optimista de la sucesora.
La declaración del almirante Emilio Eduardo Massera, es un tanto más corta y, si se quiere, lavada. Pero de todas maneras el jefe de la Armada se pronunció. En uno de sus párrafos resalta: “Todos aquellos que creen en la democracia como sistema político y en sus principios morales como fundamento ético de la vida social, han acudido a la mesa donde se discutieron los problemas de interés para el Pueblo Argentino. La decisión de la autoridad política recibió siempre el acatamiento responsable de los que debían ejecutarla […] sólo se marginó de esta comportamiento general un pequeño sector de inadaptados, que creen equivocadamente que el odio y la violencia pueden, por sí, resolver todos los problemas de un país.” El brigadier general Héctor Luís Fautario, considerado como el más próximo al gobierno, expuso un largo documento con doce puntos u objetivos generales a cumplir, sosteniendo que “de este programa nacional revolucionario, cristiano y mayoritario, la Fuerza Aérea no será espectadora. Cumplirá, nadie lo dude, su rol de sostén armado de las instituciones de la República y de la soberanía nacional, y participará activamente del proceso que conduzca a la Argentina Feliz, en actitud comprometida y solidaria con los dictados y aspiraciones del Pueblo encarnado en sus mayorías.” La Iglesia tampoco quiso faltar a la cita. A través del Arzobispo Adolfo Tortolo expuso eclécticamente seis definiciones y marcando una distancia con el pasado peronista dejó asentado que “es indudable que el Perón retornado fue otro Perón. Al definirse a sí mismo como descarnado, entendió decir que en él había ocurrido ese inconmensurable suceso abismal, ese proceso íntimo de cambio espiritual que se llama retorno a Dios.” El rosario de ponderaciones también comprende a Julio Broner, titular de la Confederación General Económica (CGE), columna de apoyo del Ministro de Economía, José Ber Gelbard y Segundo Bienvenido Palma, titular de la Confederación General del Trabajo (CGT). El dirigente del sindicato de la construcción afirmó que “el Sindicalismo, que es la columna vertebral del Movimiento Nacional Peronista, es partícipe solidario de la Acción de Gobierno.” Refiriéndose a la ausencia de Perón señaló su alegría porque “sin embargo tenemos fe y esperanza de espíritu porque nos dejó a su discípula y compañera la Señora María Estela Martínez de Perón, nuestra Presidente…”. A pesar de los buenos deseos, las grandilocuentes expectativas y las medias palabras, los reportajes intentan disminuir el clima de violencia absoluta que fue creciendo a partir de la desaparición de Juan Domingo Perón.
Así como Isabel vislumbró el papel que jugarían las Fuerzas Armadas en el país, privadamente la diplomacia estadounidense también puso su lupa en el sector militar, luego del 1º de Julio de 1974, al considerar que “debemos esforzarnos por mantener un estrecho vínculo con los líderes militares clave, en tanto representan una de las pocas alternativas institucionales viables a los peronistas”. Tales tareas debían ser realizadas “con la mayor discreción y sensibilidad” con la certeza de que a Isabel le sería muy difícil controlar “las fuerzas centrífugas” dentro del Movimiento Peronista cuando se abrieran las puertas de “una escalada de violencia.”
La visión de la diplomacia y los servicios de Inteligencia del bloque soviético tenían una mirada similar a la estadounidense. Así se entiende: a través del texto de un telegrama cifrado “Confidencial” que llega a la Inteligencia checoslovaca desde Budapest el 23 de septiembre de 1974, en el que se informa que las autoridades húngaras entienden que “en los últimos días la situación en la Argentina se agudiza (y que) los círculos derechistas hacen ataques más frecuentes contra el Ministro de Economía” (José Ber Gelbard). En el texto se considera que Isabel Perón “no tiene en el país ni en las masas el peso suficiente de una personalidad política (como fue en el caso de Eva Duarte), encima está bajo la fuerte influencia de su amigo personal y secretario, López Rega, conocido como el partidario de los círculos bancarios y según dicen también una herramienta de la CIA”.
Desde Moscú llega a Praga, el 2 de octubre de 1974, otro telegrama cifrado del embajador checo Jan Hevelca, luego de un encuentro con Krylov (División de Inteligencia Militar), en el que se dice que “en la Argentina el movimiento democrático de izquierda y de Liberación Nacional no tiene un líder de incidencia políticamente importante. Krylov calcula que la evolución de la política interior (de la Argentina) estará llena de sobresaltos, debido a que también existe –sin ninguna duda—una intervención del servicio de inteligencia norteamericano.” En otras palabras, en el lenguaje soviético de la época “el movimiento democrático de izquierda y de Liberación Nacional” son las fuerzas pro Moscú y La Habana y ese largo rosario comprendía a todas las organizaciones guerrilleras afines y algunos estamentos del propio Partido Comunista y sus socios. Cuando alude a que esa fuerza “no tiene un líder de incidencia políticamente importante” no se equivoca, con Héctor J. Cámpora no alcanzaba y con Oscar Alende tampoco.
El “Documento Base” de la Central Nacional de Inteligencia, sobre “Organizaciones Armadas Clandestinas”, de fecha 7 de Octubre de 1974, que modificaba y actualizaba el “Capítulo Contrainteligencia del documento Situación Base Subversiva del 13 de Mayo de 1974″ (en vida de Perón), que se le presentó a la Presidenta de la Nación, María Estela Martínez de Perón, en su página 51 se sostiene que tras la muerte de Juan Domingo Perón y antes de pasar a la clandestinidad (6 de septiembre de 1974), Montoneros realizó los siguientes asesinatos:
-- “Asesinato del ex Ministro del Interior, Dr. Arturo Mor Roig (Buenos Aires, San Justo, 15 de Julio de 1974)”. Poco después se reconoció la autoría de Montoneros y, más tarde, durante un encuentro entre Ricardo Balbín y Roberto Quieto, el subjefe de Montoneros, le explicó que “la conducción” había tomado esa decisión para hacerle entender a la Unión Cívica Radical que ellos no podían ser dejados de lado en las conversaciones entre el gobierno y el radicalismo. Similar argumento al que la banda armada había utilizado con Perón y que originó la muerte de José Ignacio Rucci. “Era un dirigente radical”, dijo Quieto. Ricardo Balbín le dijo que Mor Roig no era un dirigente radical porque antes de asumir como Ministro del Interior del teniente general Alejandro Lanusse pidió sudesafiliación del partido. “Ya no era radical, pero dejó en el partido grandes amigos y un especial respeto”. Después de estas palabras la conversación se terminó.
- “Secuestro y asesinato del Director del diario ‘El Día’ de La Plata, David Kraiselburd (Buenos Aires, La Plata, 17 de Julio de 1974)”. El mismo día del secuestro Montoneros realizó una serie de atentados con bombas en La Plata.
-- “Asesinato del ejecutivo azucarero, Ingeniero José María Paz (Tucumán, 7 de agosto de 1974)”. El encabezado del comunicado, donde se reconoce la autoría de Montoneros en el asesinato, revela que la organización armada se había convertido en fiscal y juez de la sociedad. Solo algunos ejemplos alcanzan para formar el rompecabezas de la brutalidad el drama cotidiano: En la página 52 se continúa informando a la Presidenta de los actos criminales de la organización terrorista que se decía “peronista” y que ya había sido condenada por el propio Juan Domingo Perón en varias ocasiones antes de morir.
Al catálogo de muertes de la guerrilla montonera, la Central Nacional de Inteligencia (CNI) informó a la Presidenta Perón sobre los principales atentados de la organización Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) de primero de origen trotskista (IV Internacional), más tarde guevarista próxima al régimen de Cuba, donde habrán de entrenarse militarmente sus principales miembros.
Lo mismo que Montoneros, el PRT-ERP tenía como objetivos el secuestro de empresarios y, en varios casos, el cobro de “impuestos revolucionarios” como una forma de recaudar fondos. A diferencia de Montoneros, la organización marxista-leninista comandada por Mario Roberto Santucho, realizó en 1974 una campaña de asesinatos contra miembros del Ejército.
El citado informe para la presidente Isabel Perón también enumera las actividades de otras bandas terroristas. En cada uno de los capítulos se asientan las muertes de civiles y militares, autoridades del Poder Ejecutivo, provincial y Legislativo. Entre tantos, a partir de la muerte de Perón, merecen recordarse: atentado al ex Juez Federal de la Nación Eduardo Héctor Munilla Lacasa, el 27 de agosto de 1974 (ERP-22); el secuestro de Alfonso Eugenio Margueritte ejecutivo de Bunge y Born (el informe lo adjudica al ERP-22), el asesinato del profesor Jordán Bruno Genta, por la misma organización, el 28 de octubre de 1974 y el asesinato del Jefe de Relaciones Laborales de FIAT-Concord, Roberto Francisco Kreckler (Córdoba, 27 de agosto de 1974) por las FAP; 1º de noviembre de 1974 el comisario general Villar y su esposa Elsa Marina Pérez, son asesinados por la organización Montoneros en el río Tigre, mediante una carga explosiva colocada en su lancha. Asesinato del profesor Carlos Alberto Sacheri (provincia de Buenos Aires, 22 de diciembre de 1974, ERP-22).
La lógica conclusión del informe, en su página 61, le dice a la Presidente:
--”A pesar de hallarse establecido en el país un Gobierno constitucional ampliamente mayoritario, las organizaciones subversivas mantienen vigente el proceso de desarrollo de la Guerra revolucionaria iniciado fundamentalmente a partir de 1969.”
--”La programática de las organizaciones armadas clandestinas es eminentemente política-ideológica y de concepción socialista-marxista, ejercitando la misma metodología (LUCHA ARMADA) en procura de un mismo objetivo: LA CAPTURA DEL PODER POLÍTICO.”
A partir de la violencia irracional de la izquierda comenzó a imperar la respuesta de “la ley de la calle” y llegaron “las patotas” de diferentes conformaciones hasta que se ordenó a las Fuerzas Armadas “aniquilar” a la subversión.
Como consecuencia del accionar de las Tres A fueron asesinados o perseguidos activistas de la izquierda, militantes afines con la guerrilla, académicos, ex funcionarios, activistas del Partido Comunista (aunque el Partido Comunista no era perseguido oficialmente) y artistas. El primer muerto tras la desaparición de Perón fue el diputado nacional Rodolfo Ortega Peña, director de la revista “Militancia” y abogado del PRT-ERP (Capital Federal, 31 de julio de 1974); los montoneros Horacio Ireneo Chávez, Horacio Rolando y Carlos Ennio Pierini (La Plata, 7 y 8 de agosto); atentado al rector de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires (UNPBA) Raúl Laguzzi en el que muere su hijo Pablo (Capital Federal, 7 de septiembre de 1974); asesinato del abogado del PRT-ERP, Alfredo “Cuqui” Curutchet (Tigre, 13 de septiembre); asesinato del sindicalista Atilio López, ex gobernador de Córdoba (Capital Federal, 13 de septiembre); asesinato de Julio Tomás Troxler, ex subjefe de policía del gobernador Oscar Bidegain (20 de septiembre); asesinato del intelectual de izquierda Silvio Frondizi, hermano del ex presidente Arturo Frondizi (Capital Federal, 27 de septiembre) y el mismo día fue asesinado su yerno Luis Mendiburu, miembro de Montoneros.
El 13 agosto de 1974, les fueron pedidas sus renuncias a los ministros Benito Llambí (Interior), Jorge Taiana (Educación) y Ángel Federico Robledo (Defensa). Fueron reemplazados por Alberto Rocamora, Oscar Ivanissevich y Adolfo Savino. En la Secretaría de Prensa, Emilio Abras fue reemplazado por “El Gordo” José María Villone. Una semana más tarde, 20 de agosto, el semanario montonero “La Causa Peronista” se preguntaba en una nota de tapa: “¿Llegó la hora de la guerrilla?” La respuesta la dio la misma organización terrorista el sábado 6 de septiembre cuando anunció su pase a la clandestinidad para encabezar la resistencia popular, desarrollando una “guerra integral”. El viejo argumento de que peleaban para recuperar la democracia ya no lo podían esgrimir. Sonaba a mentiroso. En realidad, la decisión estaba contemplada en el plan de acción cuatrimestral que se había trazado a comienzos del año anterior, en vida de Perón y el plan recién se conoció cuando cayó en manos de los servicios de inteligencia un año más tarde. El ex presidente ya los tenía calibrados cuando dijo: “Parece que ellos quieren seguir la guerra contra el gobierno de Perón pero para defenderlo. Esto es lo que no entiendo! Por eso, muchachos, no nos salgamos de la Constitución y de la Ley.” A pesar de la insólita actitud, la organización armada recién fue declarada ilegal en de octubre de 1975.
El miércoles 8 de octubre, aniversario del cumpleaños de Perón, se realizó una importante reunión multisectorial en la que participaron todos los partidos políticos, contando con la presencia de Isabel Perón y algunos de sus ministros. En esa oportunidad el radical Ricardo Balbín habló del “microclima” que rodeaba a la Presidente que impedía que entraran en su despacho “brisas renovadoras”. Al finalizar, cuando Isabel despidió a Balbín alcanzó a decirle: “Ustedes están cada vez más en la vereda de enfrente, y eso no está bien”.
-- El titular de la Unión Cívica Radical le respondió: “no señora, lo que ocurre es que ustedes no nos escuchan; si lo hicieran, se darían cuenta exacta de dónde estamos.”
-- “Voy a invitarlo a tomar un café para charlar de estas cosas que me interesan mucho”.
--”Yo tomo té”, le respondió Balbín.
El 21 de octubre de 1974, renunció el único miembro del gabinete con cierta entidad personal, el ministro de Economía, José Ber Gelbard cercado por las críticas de las “62 Organizaciones” bajo la batuta del metalúrgico Lorenzo Miguel, las entidades agropecuarias y básicamente por la implacable ofensiva de su par José López Rega. Intentó resistir y miró a las FFAA que le desconfiaban por su pasado comunista. Al mismo tiempo pidió auxilio al radicalismo, donde tenía varios amigos. La respuesta la dio --el bonaerense de la Línea Nacional-- Juan Carlos Pugliese: “Se ha cansado de mentirnos; ya no tenemos razones ni ánimo para sostenerlo”, le confió al periodista Heriberto Kahan. Según los periodistas Pablo Kandel y Mario Monteverde, entre mayo de 1973 y octubre de 1974 el costo de la vida aumentó 30%. Un ritmo más bajo si se tiene en cuenta que en los doce meses anteriores a mayo de 1973 había llegado al 80%. Al marcharse el impulsor del plan “inflación cero” y el Pacto Social, volvió al Ministerio de Economía Alfredo Gómez Morales.
Cuando asumió Gómez Morales los salarios se encontraban atrasados (Gelbard se había opuesto a dar un aumento del 15 %). Pero la vigencia del Pacto Social (que sostenía que había que otorgar compensaciones cada vez que el salario real disminuyese 5%) lo obligaba a convocar a la Gran Paritaria Nacional. “Esto así no dura”, llegó decir el Ministro de Economía en abril de 1975 y con el decidido apoyo de López Rega, el lunes 2 de junio de 1975 arribó Celestino Rodrigo a la Casa Rosada para hacerse cargo de la cartera de Economía. Como avizorando su futuro llegó desde Caballito en subterráneo.
Frente a la violencia creciente, el Poder Ejecutivo dicto el 6 de noviembre de 1974 el Estado de Sitio en todo el territorio argentino y el 23 del mismo mes es depuesto el gobernador Miguel Ragone tras ser intervenida la provincia de Salta. Se lo acusaba de “permitir la infiltración marxista” en la provincia. A pesar del Estado de Sitio, el 1º de diciembre es asesinado el capitán Humberto Viola y su hija de seis años por un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo en la ciudad de Tucumán. Apenas habían transcurrido seis meses desde el fallecimiento de Juan Domingo Perón.
Juan Bautista Tata Yofre