República Argentina: 8:38:16pm

El general retirado Rodrigo Soloaga fue acusado de hacer “apología del terrorismo de Estado” por saludar públicamente a militares privados de su libertad.

El kirchnerismo es, en buena medida, una construcción de la prensa. Vive por y para la prensa. En otra época, en época de vacas gordas, digamos, lo más que se llegaba a decir de este “espacio político”, cuyo ciclo empezó hace ya veinte años, es que solo era “soja y suerte”. Sería más exacto decir que era “soja y prensa”. Porque si, en medio de su debilidad de origen, Néstor Kirchner no hubiera entrevisto que “la izquierda te da fueros”, si no hubiese pactado con Verbitsky, no habría gozado nunca del poder que acumuló ni de la protección de la que se benefició.

Esos fueros, aunque maltrechos, continúan hasta el presente, exigiendo siempre algo a cambio. Y ese “algo” ha sido la agenda progresista que todos los gobiernos de este signo político hicieron avanzar, en sintonía con las prioridades de la prensa de izquierda o las del poder internacional del dinero (que de izquierda tiene bien poco). Una agenda que incluye, naturalmente, eso que la izquierda llama política de derechos humanos, y que consiste básicamente en exaltar a la subversión de los años setenta y desmantelar a las Fuerzas Armadas. De esa agenda, este gobierno sabe que no debe desentenderse. El temor reverencial a lo que publican ciertos diarios viene de esa relación.

Estas coordenadas elementales para interpretar el kirchnerismo (que, por muy elementales que sean, no se terminan de comprender nunca), son indispensables para entender la sanción que Taiana ordenó aplicar la semana pasada a otros dos militares: el general de brigada retirado Alejandro Beverina, ex comandante de la V Brigada de Montaña, y el capitán retirado Rodrigo Alejandro Caro Figueroa. 

Tanto el general como antes el capitán habían cuestionado públicamente a Taiana, mediante sendas cartas de lectores, por querer ocultar un triunfo épico obtenido por un puñado de simples soldados contra toda una columna del ERP, en plena democracia.

Esa victoria en el Combate de Manchalá, que tuvo lugar en un paraje rural de Tucumán el 28 de mayo de 1975, salvó al comando de Brigada instalado en Famaillá de un gran atentado, que era el objetivo final de los erpianos.

Y aquí conviene recordar que los soldados, que eran simples conscriptos salteños, que eran superados en una relación de diez a uno por los guerrilleros, y que estaban sitiados y bajo una lluvia de disparos, respondieron de una manera que aún hoy desconcierta a los subversivos. Lejos de verlos como libertadores, los vieron como lo que eran: enemigos de la patria. Y por eso, ante la orden de rendirse cuando ya estaban rodeados, respondieron con un grito que era una advertencia y que aún eriza la piel: “avancen, hijos de p...”.

¿Y dónde está lo tan extraordinario de reclamar, como hicieron el general Beverina y el capitán Caro Figueroa, que se celebrara una victoria épica como esa? Solo podía interpretarlo mal Taiana, que no quiso autorizar un acto público en el Batallón de Ingenieros de Montaña 5 de Salta en homenaje a los soldados veteranos de aquel combate. Y el acto debió ser improvisado en las calles por los ciudadanos salteños.

El justo reclamo fue luego desvirtuado por la prensa de izquierda, que tituló que otro general quería “reivindicar la represión”, palabra talismán con la que esperaban cerrar el tema. Y para cerrarlo estaba Taiana.

Ese mismo día, en un horario inusual para un proceso de esta naturaleza, por ser sábado y cuando ya caía la tarde, tanto el general Beverina como el capitán Caro Figueroa fueron citados a declarar ante el Comando de Brigada de Salta en pleno. A ambos se les abrió un sumario interno, primer paso para decidir luego el castigo que recibirán.

Este amedrentamiento persigue la misma lógica que tenía negar el acto: que el Combate de Manchalá no sea visible, que la opinión pública lo olvide, con la esperanza de que se borre de la historia. Ya el monumento a ese combate había sido demolido por el kirchnerismo en 2013, y fue reconstruido por presión de los salteños.

Taiana podrá sancionar a los militares, como días antes lo hizo con el general de brigada retirado Rodrigo Alejandro Soloaga, con esa cuota de poder que le ha sido delegada. Pero su sanción no dejará de ser un abuso de poder. Un abuso que merecería la apertura de una denuncia en su contra y que debería suscitar también otro tipo de preguntas.

Como, por ejemplo, ¿cómo es posible que un hombre como él, que integró Montoneros, que se alzó en armas contra la nación en plena democracia y fue detenido por ese motivo por un gobierno peronista, no tenga una inhabilitación perpetua para un cargo público? Y ¿con qué autoridad moral sanciona a alguien? Pero también: si la izquierda da fueros, ¿dónde está el poder real?

Suele llamarse “hombres de paja” o testaferros a quienes prestan su nombre para encubrir el poder de otros, como parecen actuar Taiana y el kirchnerismo todo. Claro que no son los únicos. ¿Acaso el macrismo no actuó en obediencia a los mismos mandantes?

Así, las falacias del relato, con todo lo groseras que puedan ser, aún tienen efecto porque hay funcionarios dispuestos a aceptarlas. Pero esto es tan cierto como que funcionan también porque hay una opinión pública previamente adoctrinada, encallecida, adormecida, que no tiene voluntad para oponerse a nada, ni el más mínimo coraje para defender la verdad. Lejos, bien lejos, del resorte que movió a aquellos soldados que en 1975 se batieron contra el ERP.

 

Agustín De Beitia

 @agustindebeitia

Publicado en La Prensa (www.laprensa.com.ar )

Más Leídas