Los relevos dispuestos en las últimas horas por la Ministra de Seguridad, Nilda Garré, en mandos superiores de la Gendarmería Nacional, no tienen relación directa con el publicitado escándalo de espionaje interno, sino que forman parte de situaciones ya previstas y que, salvo algunas excepciones, se condicen con retiros cuya formalización ya era conocida desde fin de año. Un comunicado oficial del Ministerio de Seguridad, dando cuenta de los pases a retiros y promociones no sólo en Gendarmería sino en Prefectura y Policía Federal, confirma implícitamente esta teoría.
La clave de que todo se trata de una maniobra de atenuación del impacto político que pudo haber provocado el episodio, es la permanencia en el cargo del propio jefe de la Institución como la del director del área de inteligencia criminal, quienes deberían haber encabezado automáticamente, por responsabilidad de comando, la lista de desplazados para el caso de que el mismo no hubiera sido avalado de antemano por el poder político.
Para analistas especializados resulta poco menos que imposible que la jefatura de la Gendarmería hubiera procedido en forma independiente en las tareas de inteligencia denunciadas, sin conocimiento y u ordenes de la titular de la cartera de Seguridad.