por Darío Lopérfido (publicado en el diario Infobae)
19 de enero de 2020
La decadencia intelectual de conspicuos integrantes de organismos de derechos humanos es imparable. Ante cada escándalo, parece que más bajo no pueden caer y sucede algo nuevo que supera nuestro asombro. Aquellas personas que habían logrado, hace mucho tiempo, respeto, están terminando sus carreras con patéticas arremetidas autoritarias que harán que pasen a la historia como miembros de una secta dogmática y no como humanistas, que es lo que uno espera de gente que dice defender los derechos humanos.