El diario Clarín desplegó su primera plana de la edición del lunes 16 de julio con una historia ya conocida que desnuda, una vez más, el grado de negligencia y abandono en que han caído, particularmente en los últimos dos años, los establecimientos militares, especialmente los arsenales y polvorines de las unidades donde cualquiera puede llevarse cualquier cosa sin demasiadas dificultades.
El artículo está escrito por el periodista e investigador Daniel Santoro quien en uno de sus párrafos remonta el problema a tiempos de la guerra antisubversiva, los aprestos de guerra con Chile, la guerra de Malvinas y, más cerca, los embarques ilegales de armas a Croacia como Ecuador.
No es tan así. La mayoría de las armas perdidas en Malvinas fueron perfectamente inventariadas y hasta hace muy pocos años, perder una sola vaina de bala de fusil y no declararla en el inventario costaba más de un dolor de cabeza. Prueba de ello puede dar un teniente coronel, ya fallecido, que estuvo a un paso de perder su carrera por traerse desde el archipiélago, como recuerdo, un FAL utilizado en combate.
El problema se centra en la actualidad. Y como bien dice el articulista, agudizado en los últimos dos años. Hoy entrar a un arsenal (si es que queda alguno) es más fácil que hacerlo a una panadería. La falta de comando, moral, disciplina y apego, contribuyen a todo lo demás.
El artículo en cuestión es el siguiente.