Por Rosendo Fraga publicado en www.infobae.com
Desde la retirada de la OTAN en Afganistán hasta las tensiones en la península coreana, los enfrentamientos armados y la inestabilidad política marcan una etapa de incertidumbre en el escenario internacional
En mayo de 2021, las fuerzas de OTAN se retiraron de Afganistán. Durante casi dos décadas estuvieron en dicho país librando una guerra contra los talibanes, primero en forma directa y luego a través de las fuerzas regulares afganas organizadas por ellos. Fue la primera guerra librada por la OTAN y tuvo lugar fuera de su ámbito geográfico específico, que es Europa (las acciones militares contra Serbia en este continente no tienen relevancia en comparación con las operaciones en Afganistán). Si bien la retirada se hizo bajo las órdenes de Joe Biden, que llevaba casi cuatro meses en el gobierno, la decisión de retirarlas ya había sido tomada antes por Trump.
Esta operación de la OTAN tuvo el soporte central de las fuerzas armadas norteamericanas. Los efectivos llegaron a superar los cien mil hombres en diversos momentos de los veinte años que duró la acción militar. La retirada estadounidense fue rápida y desordenada, dando la imagen de una derrota que hacía recordar a las escenas de la toma de Saigón por el Vietcong en los años setenta. El gobierno afgano pro OTAN y sus fuerzas armadas se derrumbaron en pocos días, como sucedió ahora con las de Siria. El gobierno de Biden se inauguró así, en el campo militar, con la primera gran derrota de la OTAN, aunque no fuera asumida como tal por la organización, que había estructurado un sistema de “socios globales” para tener países desde los cuales desplegarse en distintas partes del mundo.
Siete meses después, el 22 de febrero de 2022, tiene lugar la invasión rusa a Ucrania, que generó la primera guerra europea desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Mientras los servicios de inteligencia estadounidenses veían probable la entrada de las tropas rusas en Ucrania, los europeos eran más escépticos respecto a ello. No había una opinión unánime dentro de la alianza atlántica sobre lo que iba a suceder. Ese día se inició una fuerte ofensiva rusa que terminó en fracaso en cuanto a su objetivo de tomar la capital ucraniana (Kiev) e instalar un gobierno pro ruso en ella. La reacción rusa, de acuerdo a su tradición militar, fue lenta y gradual, sin reparar en la cantidad de bajas que costara. Al año de iniciarse esta guerra, opiniones estadounidenses como las de Henry Kissinger en el campo de las relaciones internacionales y la del Jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, en el militar, señalaban que la guerra no tenía salida y que era necesario llegar a la mesa de negociaciones. Pero no fue la opinión que predominó en la OTAN, donde tanto estadounidenses como europeos consideraron que reforzando militarmente a Ucrania se podía derrotar a Rusia. Al cumplirse un año de la invasión, fuentes militares estadounidenses estimaban que hubo cien mil bajas de cada lado, entre muertos y heridos. En los meses siguientes Rusia fue recuperando terreno con su método clásico: avances graduales sin importar las bajas. El momento más crítico para Rusia en la guerra probablemente haya sido la frustrada rebelión de los mercenarios del Grupo Wagner entre el 23 y 24 de junio de 2023, liderados por Yevgueni Prigozhin. Fue el intento más importante para precipitar el reemplazo de Putin por parte de grupos que tenían posiciones más duras con respecto a la guerra que las del presidente. El líder de Wagner murió en forma aparentemente accidental en las semanas siguientes. Ya para entonces el liderazgo ruso había señalado que la doctrina en el uso de las armas nucleares era que se justificaban si entraba en riesgo la existencia del Estado ruso.
El 7 de octubre de 2023, un año y medio después de la invasión rusa a Ucrania, tuvo lugar el sorpresivo ataque terrorista de la organización pro iraní Hamas sobre territorio israelí. La reacción de las fuerzas israelíes fue rápida y contundente. Se actuó sin reparar en los daños colaterales, que fueron importantes (las autoridades de Gaza calculan en cincuenta mil los muertos y el doble los heridos). En pocos meses los israelíes lograron desarticular militarmente a la milicia terrorista, pero no exterminarla: todavía sigue combatiendo a quince meses del inicio de esta segunda guerra en Medio Oriente. En la Cisjordania ocupada aumentó la resistencia, pero sin llegar a operaciones militares abiertas. El lema “Nunca volverá a suceder”, en referencia al Holocausto, fue una consigna de guerra entre las tropas israelíes, que se movilizaron dadas las amenazas y los desafíos en diversos frentes.
El 19 de octubre de ese año, las operaciones militares se extendieron a Yemén. Las milicias hutíes, armadas por los iraníes con drones y misiles, atacaron la navegación de buques occidentales a través del Mar Rojo, actitud que sigue vigente hasta el día de hoy. También bombardearon zonas de Israel. Mientras tanto, acciones militares de diversa envergadura se realizaban en la zona de la frontera de Líbano con Israel y en forma más esporádica sobre la Siria gobernada entonces por Asad, y en menor medida hubo ataques por parte de las milicias pro iraníes de Irak. Claramente, la ofensiva israelí pasó de ser una respuesta militar a una guerra regional. Toda esta situación trasladó tensiones hacia países fronterizos, como Egipto y Jordania.
Esta guerra regional escaló peligrosamente el 13 de abril 2024, cuando Irán disparó cientos de misiles y drones contra Israel, en represalia por la muerte de un jefe de Hezbollah en Teherán. Pero el ataque fue deliberadamente poco efectivo en términos militares, al igual que la respuesta israelí, que tuvo lugar el 19 de abril, con un ataque de similares características. La guerra había escalado y se planteaba el riesgo de un enfrentamiento militar entre Irán e Israel. Aunque éste se contuvo, el 1° de octubre las tropas israelíes entraron en Líbano tras una serie de ataques sobre las zonas controladas por Hezbollah. Israel se mantuvo en la ofensiva, pero sin llegar al aniquilamiento total de esta organización.
El riesgo de que Irán llegue al arma nuclear es considerado como muy probable por parte de los israelíes. Pero desde el punto de vista militar, Israel necesita la participación estadounidense para atacar las instalaciones nucleares iraníes, ubicadas en lo profundo de zonas montañosas, lo que requiere bombas de máximo poder y aviones más grandes para transportarlas.
Pero las limitaciones de los servicios de inteligencia se pusieron nuevamente en evidencia tras la caída del gobierno de Asad en Siria el 8 de diciembre de 2024. El régimen del clan Asad había sobrevivido medio siglo a las alternativas bélicas que habían afectado la región. Gobernaba el 70% del territorio del país, en el cual había bases estadounidenses, rusas y turcas. Cada uno de estos países había generado su sistema de alianzas propio entre las distintas milicias locales. Hasta entonces, el ejército de Asad parecía controlar la situación y mantener el statu quo.
El líder de Hayat Tahrir al Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante), Ahmed Husein al Shara (conocido como Abú Mohamed al Golani), aseguró que las nuevas autoridades de Siria no amnistiarán a ninguna persona que hubiera estado implicada en prácticas de tortura durante el régimen del depuesto Bashar al Assad.
El líder de Hayat Tahrir al Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante), Ahmed Husein al Shara (conocido como Abú Mohamed al Golani), aseguró que las nuevas autoridades de Siria no amnistiarán a ninguna persona que hubiera estado implicada en prácticas de tortura durante el régimen del depuesto Bashar al Assad.
Una nueva organización terrorista de surgimiento sorpresivo, el HTS, vinculada a ex miembros de Al Qaeda y el ISIS, derrocó en una rápida operación al régimen. El ejército regular se derrumbó y Asad y su familia buscaron refugio en Moscú. La situación es incierta. No está clara cuál será la estrategia de las potencias globales con base en territorio sirio, ni tampoco el grado de cohesión o enfrentamiento de los grupos irregulares que conforman una frágil coalición. El histórico conflicto entre chiítas y sunitas parece haber quedado en un segundo plano, pero difícilmente permanezca así. Ahora el conflicto regional ha dado un nuevo paso en la escalada y se desarrolla en Israel, Gaza, Cisjordania, Yemén, Siria, El Líbano e Irán, aunque acciones menores también tienen lugar en Irak. Asad contaba con el apoyo de Rusia e Irán, que quedan debilitadas tras su salida. Juegan un rol también milicias pro turcas y kurdas, con distintos tipos de alianzas. Pero el rol de Turquía ha sido decisivo en el apoyo al HTS y esto muestra la importancia que pueden tener en los conflictos militares las llamadas potencias medianas o intermedias.
Esta guerra regional que se extiende peligrosamente lo hace al mismo tiempo que aumenta el riesgo de enfrentamiento militar entre las dos Coreas. La del Norte, gobernada por el dictador Kim Jong-un, es un país pequeño y pobre, pero que tendría armas nucleares. Corea del Sur, por el contrario, tiene el 11° PBI del mundo, que es cincuenta veces el norcoreano, y una población que es el doble. La OTAN ha insistido en que existe intercambio de tecnología militar entre Rusia, China, Irán y Corea del Norte, conformando una alianza de hecho.
El 24 de octubre de 2024, tropas norcoreanas entraron en Kursk, región perteneciente a la Rusia europea. Lo hicieron en apoyo de las tropas rusas que buscan desalojar a los ucranianos de dicho territorio, pero también para obtener experiencia y conocimiento de guerra para un eventual conflicto con Corea del Sur. A su vez, en este país el 3 de diciembre tuvo lugar un intento de “autogolpe” por parte del presidente en ejercicio Yoon Suk-yeol, que dictó la ley marcial y se planteó detener a las figuras más importantes de la oposición. Se trata de un líder nacionalista con posiciones duras frente a Corea del Norte. La oposición, a su vez, mantiene una actitud dialoguista frente al país vecino.
Aunque Estados Unidos tiene veintiocho mil quinientos hombres desplegados en Corea del Sur con armamento nuclear, no sólo fue sorprendido por el hecho, sino que más de una semana después no ha logrado controlar la situación. El presidente surcoreano mantiene el control de las fuerzas armadas y policiales y la oposición no ha logrado reunir los legisladores necesarios para destituirlo. A dos semanas del inicio de la crisis, ésta no encuentra salida. Cabe señalar que Corea del Sur, además de ser un aliado firme de Estados Unidos, quien le ha dado la garantía militar para su defensa, tiene la quinta capacidad militar del mundo según el Global Firepower Index.
No está clara la evolución del conflicto coreano. Beijing no va a actuar en este momento ni en Taiwán ni en el Mar Meridional de China. Tampoco lo hará en Corea del Norte, por lo menos no directamente. Pero se vería beneficiado de un conflicto en esta región que complique y debilite a Estados Unidos. El despliegue coreano implica una franja de conflicto que va desde la Rusia europea hasta el Extremo Oriente, casi coincidiendo con la histórica Ruta de la Seda. La Península de Corea es clave: si se generara una crisis entre estos dos países, la guerra regional que se desarrolla en el entorno geográfico de Israel, conectada con la de Rusia y Ucrania, pasaría a ser global, al desarrollarse en Europa y Medio Oriente.