República Argentina: 1:47:46pm

Por Adrián Pignatelli publicado en www.infobae.com

Seriamente herido en una emboscada, fue rematado por los ingleses, quienes lo dieron por muerto. El milagro del proyectil que quedó incrustado en el Rosario que llevaba

El salesiano Natalio Astolfo, capellán de Gendarmería, corrió hacia el jeep que llegaba al hospital de Puerto Argentino. Cuando apenas vio a Vizoso Posse, 31 años, en una de las camillas, le tomó de la mano y le repitió que Dios estaba con él y que la Virgen lo amaba mucho.

Jorge Manuel Vizoso Posse había nacido en San Miguel de Tucumán el 8 de marzo de 1951. Como teniente primero integró, durante la guerra de Malvinas, la Compañía Comando 602, que lideraba el mayor Aldo Rico.

El 9 de junio los comandos decidieron emboscar a los británicos en una posición ubicada por delante del Monte Dos Hermanas, cerca del río Murrell. Por la escasez de hombres a esa altura del conflicto, se unieron las compañías 601 y la 602, ambas de Ejército con el Escuadrón Alacrán, de Gendarmería.

En dos Land Rover fueron llevados, en medio de una cerrada niebla, hasta la altura de las posiciones del teniente coronel Soria, jefe del regimiento de infantería 4. En Monte Dos Hermanas encontraron al subteniente Marcelo Llambías, que con veinte soldados y media docena de cabos eran los más adelantados de la unidad, y los que tenían más trabajo, ya que debían rechazar una tras otra incursiones de británicos que pretendían conocer el aparato defensivo argentino. Cuando Rico estudió el lugar, decidió regresar al día siguiente.

En la disposición que se había decidido la noche del 9 de junio, se estableció que una de las ametralladoras estuviera a cargo del teniente primero Enrique Rivas y del sargento primero Orlando Aguirre y otra con el teniente primero Jorge Vizoso Posse, como apuntador y el sargento Mario Cisnero como abastecedor.

Ambas ametralladoras, separadas por unos cuarenta metros, estaban unos quince delante de la posición del resto de los comandos, dispuestos en los escalones de asalto, apoyo y recibimiento. Entre ellos, el capitán médico Hugo Ranieri, al que habían designado francotirador.

Vizoso Posse y Cisnero se acomodaron espalda con espalda para tener una visión completa. El primero partió al medio una barrita de chocolate que guardaba como un tesoro y la compartió.

Cerca de las dos de la mañana, por la derecha, vieron acercarse a ocho británicos, que eran parte de una avanzada. Cisnero, que antes le había pedido a Vizoso Posse hacerse cargo de la MAG, abrió fuego. Los británicos respondieron con un cohete Law de 66 mm, que impactó en el tórax del sargento, hizo volar a ambos, y destruyó la ametralladora.

Vizoso Posse vio que Cisnero estaba muerto, y observó que el enemigo se acercaba. Estaba con heridas en el omóplato, producidas por esquirlas de la explosión.

Tenía en claro que no iba ni a rendirse ni a que lo tomasen prisionero. Fingió estar muerto. Percibió que dos británicos estaban a su espalda. Uno de ellos, a pesar que Cisnero estaba sin vida, le disparó. El otro le pateó el pie a Vizoso, le disparó una ráfaga y solo un proyectil impactó en su hombro derecho; pudo ver cómo las balas levantaban piedras y polvo muy cerca de su rostro. De una fuerte patada en la pierna derecha, lo dejó mirando el cielo. Vizoso, conteniendo la respiración, permaneció con los ojos abiertos.

Cuando los ingleses volvieron sobre sus pasos, Vizoso Posse se incorporó, buscó su fusil y les disparó. Cuando vació su cargador, tomó el de su sargento y volvió a disparar. Vio caer a algunos. En ese preciso instante, el resto de los comandos abrieron fuego, desencadenándose un infierno.

Un proyectil de bazooka terminó con la vida del sargento ayudante Ramón Gumersindo Acosta, del Escuadrón Alacrán.

A pesar de los disparos recibidos y de las esquirlas que tenía en la espalda, Vizoso Posse se había incorporado y regresó donde estaban sus compañeros con la intención de combatir, y le ordenaron que fuera a que Ranieri lo curase.

“¿Cómo estoy? ¿Puedo seguir?”, preguntó. El médico le dijo que tenía un agujero grande en la espalda pero que tomase el fusil y que disparase. Vizoso vio que a unos cuarenta metros un inglés quería hacerle blanco y logró abatirlo.

Hubo un intenso intercambio de fuego de fusil, granadas y ametralladoras, que duró cerca de media hora, lapso en el que el enemigo lanzaba bengalas luminosas que bajaban lentamente en paracaídas. Ambos bandos creyeron enfrentarse a fuerzas mayores, hasta que comprendieron que no eran tropas regulares, sino que eran comandos.

Desde las alturas, eran apoyados por una ametralladora del regimiento 4.

El mayor Aldo Rico le indicó al teniente primero Enrique Stel, oficial encargado de las comunicaciones que diera las coordenadas a la artillería para batir la zona. Algunos de los oficiales no querían dejar el campo; para muchos era su bautismo de fuego y sentían que tenían controlados a los británicos y que había que perseguirlos. Sin embargo Rico sabía que los ingleses también llamarían a su artillería, cosa que ocurrió.

Cuando la artillería se hizo sentir, tembló el suelo y se percibían claramente las ondas expansivas. El propio Rico dio las coordenadas a la batería comandada por Balza para que los disparos cayeran en la retirada de los británicos. “¿Cómo quedamos?”, le preguntó Stel a Rico. “Murió el Perro Cisnero y el gendarme Acosta; Vizoso y el gendarme Parada están heridos y los llevamos al hospital. Llamá y que nos manden una ambulancia”.

Vizoso recibió las primeras curaciones del teniente primero Oneto porque Ranieri estaba aún en el terreno combatiendo. No le creyeron cuando contó que le habían disparado para rematarlo.

Marchó junto a los otros, advirtiendo que caminaría hasta donde tuviera las fuerzas, hasta que lo recogió un vehículo que lo llevó a Puerto Argentino, donde llegó a las nueve de la mañana del 10 junto con sus compañeros, agotados. En la espalda tenía una herida de 15 centímetros con un orificio de salida por el cuello de unos cinco. El proyectil que le dispararon era trazante y por el fósforo que contenía, ayudó a cauterizar la herida e impidió que la hemorragia no fuera grande.

Lo sentaron en una silla de ruedas, cuando se vio en un espejo no se reconoció por lo pálido y se desmayó. Aseguran que la operación fue muy complicada, había perdido mucha sangre y la anestesia no le había tomado lo suficiente.

Lo curioso fue que el proyectil, que salió con poca fuerza del cuello, quedó cerca de su clavícula izquierda. Tenía fundida una de las cuentas del Rosario de plástico que todos los soldados llevaban colgado de sus cuellos.

Para Vizoso Posse ese día la guerra terminó. Se recompuso y nuevamente con su uniforme de combate ayudó a embarcar a heridos del regimiento 7 en el último Hércules que pudo regresar al continente. Él mismo fue obligado a subir.

Fue condecorado con la Cruz “Al heroico valor” y permaneció en el Ejército hasta 1993, cuando se retiró con el grado de mayor. “El yanqui”, como lo habían apodado por su aversión a lo norteamericano, se dedicó a diversos trabajos en la actividad privada.

Devoto de la Virgen del Valle, lo que no logró un misil antitanque ni una bala trazante, lo pudo un infarto. El pasado 8 de marzo había cumplido 73 años. Estaba casado con María del Huerto Eloísa Pinto, su novia de siempre y tenían cinco hijos, María Guadalupe, María Constanza, Jesús Manuel, María del Rosario y María de los Milagros.

Será inhumado mañana martes en el Parque de la Paz, en su provincia natal, con honores militares.

Como pudo ser trasladado al continente horas antes del alto el fuego, siempre aclaraba con orgullo que, como había ocurrido esa madrugada en Cerro Dos Hermanas, él nunca se había rendido.

Fuentes: Entrevistas a Horacio Lauría y Andrés Ferraro; Comandos en Acción, de Isidoro J. Ruiz Moreno;

 


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