República Argentina: 12:52:31am

Ahora que los criminales matan en la ciudad de Rosario a discreción, ahora que pronuncian sentencias de muerte, ahora que las calles se vaciaron porque las personas temen morir, ahora, recién ahora, los argentinos se reencuentran con escenas pavorosas que son apenas un reflejo pálido de lo que significaba convivir con el terrorismo de los años setenta.

Y la respuesta que se da hoy al desafío del narcoterrorismo, que incluye la convocatoria de las Fuerzas Armadas para tareas logísticas, abre un debate que nos devuelve, también, a aquellos años.

Como en aquel momento, se recurre a las FF.AA. luego de que las fuerzas policiales y de seguridad quedaran desbordadas, el sistema judicial se mostrara cooptado y amenazado, y el horror de la comunidad elevara la presión por poner orden.

¿Y qué se supone que debe hacer el Estado cuando sus poderes son desafiados? ¿Quedarse cruzado de brazos? El planteo es angelical. Tan angelical, como calificó Perón, con ironía, a la postura que le planteaban en una memorable reunión que tuvo lugar en 1974, ocho diputados de la Tendencia que resistían el endurecimiento de la ley en medio de una ordalía de violencia terrorista. Es cierto que era otro el contexto, y otro el origen de la violencia, pero el debate está estancado desde aquel momento.

Como entonces, también hoy el endurecimiento de las leyes es necesario para combatir este nuevo flagelo. Porque “están asesinando alevosamente y nosotros con los brazos cruzados”.

Perón, que había sido sinuoso, que había usado a unos contra otros y había estado incluso del lado de la delincuencia, como él mismo dijo en esa reunión, hablaba ahora con palabras claras que pueden resultar indigestas para los peronistas pero que explican todo lo que vino después, por más que se quiera cerrar los ojos.

En la respuesta que se busca hoy al desafío de los narcos, como en la que se dio entonces al desafío de Montoneros y del ERP, “el fin es la sustentación del Estado y de la Nación”, como apreció Perón correctamente. Está en nosotros que tengamos los medios para defendernos.

El uso de todos los medios legales para la defensa del Estado es una necesidad para su supervivencia y es un objetivo legítimo.

Pero el debate sobre la convocatoria a las FF.AA. no es lo único angelical en el actual debate. Pretender sumar a los militares a este combate sin garantías, es también angelical y ya está generando tensiones en el interior de la fuerza. Porque a nadie escapa el precedente de sus camaradas de armas que hoy siguen pagando el costo de haberse empeñado en la lucha antiterrorista, y están perseguidos, encerrados, sometidos a burdas parodias de juicios en los que se pisotea el derecho y se invierte la carga de la prueba.

Palabras insuficientes

Las palabras, hoy, ya no serán suficientes como garantía. La única garantía son los hechos. Garantía será que tengan un marco legal adecuado y “reglas de empeñamiento claras” para evitar imprevistos. Garantía será que tengan apoyo político cuando esos imprevistos ocurran. Y garantía será que empiece a desmontarse la persecución ideológica que sufren los militares por hechos del pasado, persecución en la que el Estado es cómplice, dicho sea de paso. Hasta que eso ocurra, todo lo demás serán solo palabras.

Angelical sería, por último, que los integrantes de las Fuerzas Armadas marchen a las calles de Rosario confiados solo en garantías de palabra que se lleva el viento.

Por Rodrigo Alejandro Caro Figueroa

Publicado en www.laprensa.com.ar


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