República Argentina: 2:55:52am

 

El artículo de Nelson Castro expresa en sus partes más salientes:

El escueto certificado de defunción está fechado en Marcos Paz el viernes 17 de mayo y dice así: “Interno Jorge Rafael Videla, 87 años de edad, que se lo encuentra sentado en el baño de su celda sentado en el inodoro inconsciente, sin pulso ni reacción pupilar. Se realiza ECG (electrocardiograma) y se constata óbito siendo las 8:25 hs. Paciente que fue evaluado en el día de ayer por presentar un cuadro de diarrea aguda, con deposiciones de baja cuantía. Se realizó laboratorio de guardia”.

El certificado está firmado por el doctor Jorge Alberto Domínguez, que era el médico de guardia en ese momento. (…). ¿Qué le pasó a Videla? ¿Cómo fueron sus últimos días? ¿Padecía de alguna afección? ¿Sucedió algo que puso en riesgo su vida? ¿Fue adecuadamente atendido?

Lo que sigue a continuación es la respuesta a estos interrogantes que son motivo de una investigación que se desarrolla en el Juzgado Federal de Morón que subroga el doctor Juan Pablo Salas. Por lo pronto, el lector encontrará aquí un documento exclusivo: la copia de una denuncia que realizó un interno del penal –camarada de Videla, alojado en el Módulo 4, pabellón 8 desde el 8 de marzo de 2008 y cuya identidad ha sido perfectamente acreditada por el juez– en la que se narran los hechos que llevaron a la muerte del dictador.

Todo comenzó entre las cuatro y las cinco de la tarde del viernes 10 de mayo cuando Jorge Rafael Videla se estaba dando su habitual ducha, circunstancia en la que, por causas que se desconocen, cayó pesadamente. Tras el golpe, tuvo problemas para incorporarse por lo que tuvo que ser levantado por varios internos que lo trasladaron a su celda. El lunes 13, aquejado de fuertes dolores, debió comparecer ante el tribunal por el que está siendo juzgado por su responsabilidad en el Plan Cóndor de secuestro, tortura y desaparición de personas llevado adelante por los gobiernos militares de la Argentina, Uruguay, Brasil y Chile. Este procedimiento significó que fuera sacado de su celda a las cuatro de la mañana, llevado a la Unidad de Traslados de Devoto y desde allí al tribunal correspondiente. En la Unidad de Traslado debió esperar algunas horas. En invierno, el lugar es una heladera y en verano, un horno. En la sala de audiencias, (Videla) manifestó que tenía “inestabilidad vertical .Terminada su comparecencia, fue regresado, previo nueva pasada por Devoto, al penal de Marcos Paz. Esa noche, durante la cena, el ex comandante en jefe del Ejército les comentaba a sus camaradas que se encontraba muy dolorido a causa de la caída sufrida en la ducha. Se lee en la denuncia judicial: “Al día siguiente, es decir martes 14 de mayo, siendo horas de la tarde, le pregunté cómo se sentía, y me respondió que estaba bien, pero señaló que le dolía “acá” –señalando la zona pélvica. A partir de ese momento y los días siguientes era comentario común entre el resto de los internos el estado desmejorado en que se notaba en la persona de Videla. Los días miércoles y jueves por la noche lo sacaron del calabozo y fue llevado al centro médico asistencial del complejo y vuelto a ser reintegrado a su celda, y creo que el miércoles le sacaron una radiografía no dónde, pero me enteré que ese día, mientras cenaba, que Videla aparentemente no tenía nada, y vi a Videla conversando con el doctor Domínguez sobre su dolencia, pero no escuché el contenido de la charla”. A esta altura del relato, el camarada de Videla hace un comentario clave: “Mi pensamiento fue el siguiente: como tengo conocimiento (de) que en el complejo no hay traumatólogo, y porque padezco una lesión en el hombro izquierdo, desde el 10 de abril, y aún no tengo un diagnóstico certero, le pregunté quién vio las radiografías, a lo que me contestó que no sabía y lo que me hizo pensar que fueron (vistas) por alguien no especializado”. El jueves, las cosas no mejoraron. Los dolores siguieron siendo fuertes, lo que debe haber obligado seguramente a administrarle altas dosis de analgésicos. Continúa el relato del denunciante: “El jueves por la noche el Coronel (su nombre está tachado) y yo comentamos el mal estado de salud en que se lo veía a Videla y, además, era un comentario general de los internos. que ese día se lo llevaron nuevamente al centro asistencial, pero yo no lo vi. Esa misma noche lo vi conversando con una médica de la que no recuerdo el nombre, pero (que) siempre viste ambo rojo. Posteriormente, Videla quedó en el pabellón y a la mañana siguiente nos encontramos con el deceso del mismo”. Sobre el momento de la muerte se lee: “…siendo las 8.10, tras escuchar unos gritos en el pabellón, sin entender lo que se decía y creyendo que se trataba de una requisa, salí de la celda y otros internos me informaron que había fallecido Videla; textualmente me dijeron ‘se murió el viejo’. El Capitán (nombre tachado), interno alojado allí me dijo que cuando pasó el recuento saliente, siendo las 7.50 horas, estuvo hablando con Videla y él los escuchó. Y al pasar el recuento entrante, lo encontró fallecido, allí se produjeron gritos, por eso que falleció entre las 7.50 y las 8.10 horas. A partir de allí, la celda de Videla se mantuvo cerrada y con custodia, sin perjuicio del ingreso de personas del Servicio Penitenciario Federal, alrededor de las 9 horas. Ingresó un médico o enfermero con un aparato para realizar un electrocardiograma y otras personas que también ingresaron a quienes no conozco, pero vi ingresar al subdirector del módulo, oficial Tomadín. Durante el resto del día, permaneció en custodia en la puerta de la celda de Videla hasta que se llevaron el cadáver a las 16.00 horas. A la hora referida llegó el oficial Flores, director del módulo, a quien el dicente el teniente coronel Di Pasquale y el mayor (nombre tachado) le solicitamos ser testigos del procedimiento de retiro del cadáver y pertenencias del occiso y solicité la confección de un inventario de tales objetos, recibiendo como respuesta que dicho procedimiento sería realizado por personal de la Policía Federal Argentina, lo que me obligó a referir que los testigos debían ser circunstanciales y no traídos por ellos”. Hasta aquí el relato de los hechos. Fuentes del Juzgado Federal de Morón, a cargo del juez subrogante Juan Pablo Salas, han confirmado que el informe preliminar de la autopsia señala lo siguiente: fracturas múltiples, una de ellas de pelvis y cáncer de próstata en tratamiento. Además, por los datos de la historia clínica –guardada bajo siete llaves-– se sabe que Videla estaba recibiendo anticoagulantes. Teniendo en cuenta su edad –87 años– sus antecedentes y el cuadro confirmado por la autopsia, Videla era un paciente de muy alto riesgo. Hay constancia de que una médica –tal vez la del de ambo rojo mencionada en la denuncia– , sugirió un traslado del paciente a su domicilio. En verdad, lo que debió haberse hecho fue internarlo o en el Hospital Militar de Campo de Mayo o en el Hospital Militar Central. El golpe más la combinación de la anticoagulación con la administración de analgésicos potentes obligaban a descartar una hemorragia en uno o dos tiempos, por lo cual se imponía que el dictador hubiese estado en un centro médico de alta complejidad para ser evaluado por especialistas que seguramente lo habrían sometido a una serie de exámenes complementarios más profundo y dejado en observación por unos cuantos días. Nada de ello se hizo. Las fracturas múltiples exigen como tratamiento el reposo absoluto del paciente. Resulta increíble que no se haya hecho esta indicación. Esto genera un interrogante: ¿se hizo el diagnóstico correcto? ¿Lo vio un traumatólogo? Que el paciente, quien se quejaba de fuertes dolores que localizaba con exactitud en la zona de la fractura, haya sido trasladado a declarar el lunes 12 da pie a otra pregunta: ¿sabían los miembros del tribunal el episodio de la caída sufrida por el acusado? ¿A nadie le llamó la atención su mal estado como para pedir una consulta médica para evaluar si estaba en condiciones de permanecer en esa audiencia? Todas estas anormalidades y otras más, están bajo el análisis del juez. Las evidencias de una mala praxis médica por omisión de cuidados parecen claras. Eventualmente este caso puede encuadrase en el artículo 106 del código penal en su modalidad más gravosa que conlleva de cinco a 15 años de prisión. Por lo que se sabe, la familia de Videla ha comunicado que no iniciará acción legal alguna contra el Servicio Penitenciario Federal. Pero más allá de este aspecto legal, surge otro de índole moral: no se puede, en nombre de los derechos humanos, violarlos. Que Videla merecía ser condenado por los crímenes de lesa humanidad, cometidos durante la dictadura que encabezó, es algo indiscutible, como también lo es que, al ser juzgado, sus derechos humanos debían respetarse a rajatabla. Lo aquí expuesto demuestra que ello no ocurrió: su derecho humano a la salud fue ignorado. En las dictaduras, la vida no vale nada; en las democracias, en cambio, es sagrada. Producción periodística: Guido Baistrocchi Editorial Perfil

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