República Argentina: 3:47:07am

Mientras tanto, cientos de militares y civiles, ancianos y enfermos, siguen presos en condiciones infrahumanas. ¿lo de ellos? Muy concretos. ¿Sus delitos? Eternos. ¿El código? Fluido, pero sólo para algunos que no son ellos. El crimen de Larrabure no califica: es una emoción negativa, una inconveniencia en el relato.

Pero no todo es olvido: si los terroristas iraníes pueden ser juzgados en ausencia por el atentado a la AMIA, ¿por qué no pueden los asesinos de Larrabure recibir al menos una condena simbólica, aunque más no sea dejar sentado para las generaciones que vengan que no eran “jóvenes maravillosos” sino simples e infames criminales con pretensión de hacerse con el país? Ah, claro… eso afectaría el guion, ese libreto donde el terrorismo setentista se disfraza de epopeya revolucionaria.

¿Y quién redacta ese guion? Entre otros, personajes como Lorenzetti, el cortesano estrella, que alguna vez habría jugado en las filas de Montoneros. El mismo que definió los juicios de lesa humanidad como “política de Estado”, que en realidad se traduce como: justicia selectiva con patente ideológica. Los crímenes “malos” se juzgan, los crímenes “buenos” se subliman. Así se despide la familia Larrabure de cualquier esperanza judicial. El Estado no les ofrece justicia ni memoria: apenas una indiferencia con firma y membrete.

Convengamos en que la Corte no imparte justicia. Entrega beneficios. Reparte favores. Funciona como sucursal del relato. No es Poder Judicial: es departamento de guion pseudo histórico. Una tragicomedia de toga, en la que el crimen queda impune y el honor..., bueno, mejor en eso no ahondemos.

JOSE LUIS MILIA

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