Lo que debemos preguntarnos es si somos todos iguales ante la ley. ¿Por qué aquellos imputados por hechos ocurridos hace medio siglo sufren prisión preventiva por 6, 7, 8, 9, 10 o más años sin condena o condena no firme? ¿Por qué con 70 y más de 80 años siguen encerrados en las cárceles? ¿Por qué, si hay una Convención con rango constitucional que obliga a buscar alternativas a la prisión de los mayores de 65 años? La respuesta es cruda y dolorosa. La discriminación en todas sus formas es repudiable pero ¡cuánto más cuando sirve al odio, la venganza, la ideología o peor aún a la cobardía para privar del bien más preciado después de la vida, la libertad! Ignorarlo no es prudencia, no nos hace mejores ni más libres, sino tristes vasallos.
María Laura Olea
DNI 13.968.163