Dos problemas interrelacionados afectan profundamente hoy a la sociedad, causando tristeza y desesperanza: la economía y la seguridad. Resolver la inseguridad es fundamental para crear un ambiente de integridad institucional, combatir la corrupción e impulsar el crecimiento.
La seguridad nacional es una responsabilidad indelegable del Estado, que permite desarrollar la vida en condiciones de bienestar, libertad y prosperidad. Para construirla es imprescindible determinar los objetivos, entender los riesgos y abordar las vulnerabilidades existentes, materia incuestionable de la gestión política.
La inseguridad afecta tanto la vida, la libertad y la propiedad, como la soberanía, la integridad territorial, el sistema democrático, el desarrollo sostenible y la contribución a la seguridad internacional. Es fundamental implementar soluciones efectivas para resolver nuestras debilidades.
Los delitos federales y complejos, en manos de las fuerzas de seguridad y la Policía Federal también requieren dirección centralizada y trabajo coordinado y el intercambio de información completa.
Las raíces de los fenómenos de inseguridad son muy profundas, debemos conocerlas y entenderlas si queremos soluciones efectivas que podamos sostener en el tiempo. Necesitamos resolver nuestras vulnerabilidades desarrollando capacidades.
Contamos con el potencial para duplicar lo que produce la Argentina y hacerlo responsablemente nos permitirá mejorar la capacitación, generar empleo de calidad y crear condiciones para alcanzar el bienestar, la libertad y garantizar un futuro sostenible.
Además de la usurpación de parte de nuestro territorio que viola nuestra soberanía, el narcotráfico, los crímenes y robos son noticia permanente. Los movimientos anarco-terroristas en la Patagonia y los peligros medioambientales por explotaciones económicas descontroladas requieren decisiones políticas para que el crecimiento sostenible sea realidad.
Algunos fenómenos tienen origen en el exterior y están en la agenda de la seguridad internacional de los países con los que nos relacionamos. Nuestras responsabilidades con la seguridad global crecen a medida que aumenta el comercio internacional y asumimos nuevos compromisos para preservar el buen orden.
Por todo esto, el camino hacia la seguridad nacional es materia indiscutible de la política y se necesitan equipos competentes para formular y ejecutar estrategias integrales y efectivas.
La ausencia de una visión sistémica de la seguridad nacional ha derivado en la aplicación de políticas de intervención orientadas a los fenómenos, desatendiendo la naturaleza compleja de los problemas, sus relaciones y dinámicas. Se ha llegado a un modelo descoordinado, que restringe la construcción de capacidades para gestionar los riesgos.
El primer paso es determinar cuáles son los objetivos de la seguridad nacional. Si lo hacemos mal, todo lo que venga después fallará. Es necesario partir de la Constitución nacional.
La seguridad nacional es una responsabilidad indelegable del Estado, que permite desarrollar la vida en condiciones de bienestar, libertad y prosperidad.
Cuando fijamos objetivos para la seguridad nacional es preciso evaluar nuestras vulnerabilidades y cómo podrán afectarnos los eventos que se interponen en el camino para garantizar la vida, la libertad, la propiedad, la soberanía, la integridad territorial, el sistema democrático, el desarrollo sostenible y la contribución a la seguridad internacional en el largo plazo.
Determinados los objetivos, desarrollar el perfil nacional de riesgos es el punto de partida. Por eso la seguridad nacional debe concentrar los esfuerzos de política exterior, justicia, defensa, seguridad e inteligencia. Conocidos los riesgos determinaremos que capacidades debemos construir y cómo debemos organizarnos para trabajar coordinadamente, invertir bien y lograr resultados. La corrupción, que es uno de estos riesgos, no es un mal endémico incurable.
La seguridad nacional debe concentrar los esfuerzos de política exterior, justicia, defensa, seguridad e inteligencia.
Capacidades de las Fuerzas Armadas
La defensa nacional, cuyo elemento ejecutivo principal son las Fuerzas Armadas, debe disponer de la capacidad distintiva de controlar áreas extendidas. Desarrollar y mantener esta capacidad cuesta tiempo y dinero, pero se convierte en una inversión rentable para el Estado si la empleamos para la seguridad nacional.
Las Fuerzas Armadas cuentan con capital humano y organización para adaptarse rápido a nuevos desafíos. Hoy su actividad es vital para el control del entorno aéreo y marítimo, componen el cuadro de situación de lo que pasa en cada ámbito, sin que se emplee el poder letal para esta tarea, ni tengan responsabilidad en la seguridad ciudadana.
La capacidad de control puede analizarse dividida en dos funciones. La primera es vigilar, conocer qué pasa en el área de interés designada por el Poder Ejecutivo Nacional y componer un cuadro de situación completo y actualizado. Designar áreas de vigilancia refleja un interés del Estado, es un mensaje estratégico preventivo y disuasorio y contribuye a la anticipación.
En segundo lugar, las fuerzas militares pueden crear o modificar situaciones según lo que se necesite en tiempos de paz, crisis o guerra, mediante acciones que van desde la construcción de confianza hasta el empleo de la fuerza.
En la custodia de las fronteras, hoy extremadamente permeables, convergen responsabilidades de las fuerzas de seguridad y organismos nacionales, como Aduana, Migraciones, AFIP y Sanidad de Fronteras. Todas necesitan información actualizada y completa, dirección centralizada y coordinación para actuar con eficacia.
Los delitos federales y complejos, en manos de las fuerzas de seguridad y la Policía Federal también requieren dirección centralizada y trabajo coordinado y el intercambio de información completa y oportuna para que su accionar sea efectivo y eficiente.
La defensa nacional, cuyo elemento ejecutivo principal son las Fuerzas Armadas, debe disponer de la capacidad distintiva de controlar áreas extendidas.
La seguridad ciudadana es responsabilidad primaria de las provincias y de los organismos nacionales, provinciales y municipales que confluyen para crear el marco de promoción social e institucional, identificando las necesidades y conflictos que son el origen de los reclamos de los distintos grupos de nuestra comunidad. Este es el punto de partida para el desarrollo de la resiliencia social e institucional. Es allí donde se pueden identificar los actores clave, las necesidades, motivaciones y medios que alimentan o mitigan los conflictos, para identificar las oportunidades y reconstruir la red que compone la seguridad.
Fuerzas Armadas capaces de controlar áreas estratégicas de interés, materializar la asistencia nacional a la seguridad internacional, apoyar a la política exterior y a la comunidad. Fuerzas federales que custodien las fronteras y actúen contra delitos federales y complejos. Fuerzas provinciales en la seguridad ciudadana de sus jurisdicciones.
Tres anillos concéntricos centrados en los fenómenos locales, con protocolos formalizados que les permitan concurrir a atender las emergencias de seguridad, sin perder la identidad en sus funciones.
Por Paola Di Chiaro *
* La autora es licenciada en Ciencia Política por la UBA, fue viceministra de Defensa e integra la Fundación Argentina Global y la Fundación Pensar.
Publicado en La Nación