Hace unos días el diario La Nación publicó una carta de lectores escrita por Ana María (58) recordando el trágico final de su prima Laura y homenajeando el estoicismo frente al dolor de su tía “Renza”(así llaman todos a Lorenza). Para Ti la buscó y llegó hasta su casa, donde Renza se dedica a cuidar con total dedicación a Abel (54) su hijo discapacitado, sin abandonar la lucha por el reconocimiento de las víctimas de la subversión durante la dictadura.
¿Por qué cree que mataron a su hija?
Es que no pusieron la bomba para matar a Laura. Este atentado fue terrorismo puro con el único fin de sembrar pánico en la sociedad para ganar poder.
¿Quién le avisó lo que le había pasado a su hija?
Una de sus compañeras. Me dijo que habían puesto una bomba en la facultad, pero que no me asustara porque solamente tenía lastimada una pierna. La llevaron al Hospital Militar, donde intentaron salvarla, pero no hubo caso. Me la entregaron en un cajón.
¿En ese momento era conciente de que Laura había sido víctima de un atentado?
Claro que sabía que había sido un acto terrorista. Lo veía en las noticias, pero nunca me había tocado de cerca. Si bien había grupos enfrentados, eso no justificaba que pusieran bombas en jardines, escuelas y plazas, donde había chicos que no tenían nada que ver con la cuestión política.
Antes de que pasara lo de Laura, ¿en su familia tenían miedo de ser víctimas de atentados?
No, todos los días escuchábamos que los montoneros amenazaban con poner bombas, pero nunca nos había tocado de cerca. Con mi marido le decíamos a Laura que tuviera cuidado y ella nos contestaba: “No puede haber gente tan mala que le haga daño a los inocentes”.
¿Su hija formaba parte de algún grupo político?
No, para nada. ¡Ni siquiera le dieron tiempo de tener una idea política porque la mataron a los 18 años! De hecho había suplicado ir a una universidad privada porque la del Estado estaba muy politizada, llena de afiches de Montoneros y del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Ella estudiaba Ciencias Económicas, quería seguir lo mismo que yo. A mí me faltó un año para recibirme, pero era la época de la guerra en Italia, todo era muy duro y lamentablemente tuve que dejar. Al poco tiempo vine de paseo a la Argentina, conocí a mi marido y me quedé. Así que viví dos guerras, una en Italia y la otra acá.
Después de la muerte de su hija, ¿se hizo de algún partido político?
No, no. Mi cabeza no daba para tanto. Lo único que hacía era ir a las misas para los familiares de las víctimas de la subversión. Hoy estoy disponible para hablar de Laura y contar nuestra verdad, ¡hasta al diablo le hablaría! Pero yo nunca dejé de ir a la iglesia de enfrente de casa, porque iba a rezar por mi hija.
¿En qué se refugió cuando pasó lo de Laura?
Te confieso que al principio me quería morir. Pero después miré a mi alrededor: tenía un hijo discapacitado que me necesitaba y mi marido que ya empezaba a sentirse mal (tuvo una severa diabetes que desembocó en diversas complicaciones) y finalmente murió del dolor por la pérdida de Laura. En aquel momento reaccioné y saque fuerzas para seguir viviendo. Hoy mi vida está dedicada a mi hijo y al recuerdo de Laura.
¿Abel se dio cuenta de lo que le pasó a su hermana?
Si por supuesto. Todavía recuerdo el grito que dio en el entierro. Siempre besa las fotos de su hermana y el anillo que llevo puesto con su imagen. No tenemos un diagnóstico certero sobre su discapacidad, pero aunque tiene un déficit mental y respiratorio importante, entiende todo lo que pasa. A veces, cuando queremos pedir algo, nos tomamos de la mano y miramos al cielo para pedirle ayuda a Laura. Sé que en el velatorio de mi hija hubo quienes pudieron haber pensado por qué no se había muerto Abel en lugar de ella…pero a mí jamás se me cruzó ese pensamiento por la cabeza.
¿Cómo recuerda a Laura ?
Como una chica feliz, con mucho carácter, generosa, sencilla y estudiosa. Era el centro de atención porque era hermosa tanto por dentro como por fuera. ¡La querían todos, tenía muchos amigos y un noviecito divino! Antes vivíamos en una casa enorme en Liniers donde siempre había mucha gente, pero con la muerte de Laura la casa perdió vida y nos quedaba muy grande, así que nos mudamos a este departamento.