República Argentina: 4:23:05am

 

Esta araucanización de algunos grupos étnicos, sobre todo de las llanuras de la Argentina, no  alcanza tampoco a otras parcialidades del naciente de la cordillera andina como son entre otros,  los Huarpes, los Sanavirones, los Comechingones, los Tehuelches , etc., que no sufren ningún  impacto etno - cultural de los araucanos provenientes de la falda occidental de los Andes o costa  del Pacifico cuando penetran en la Argentina a partir de mediados del siglo XVI y principios del  XVII ( 1560 - 1620 ), atraídos por las mejores tierras, la amplitud ilimitada de sus pampas y la  presencia casi mitológica del caballo en las llanuras rioplatenses, como elemento insustituible en  el transporte, la caza y la guerra. Estos ancestros araucanos se denominan como Guenaken o  Genaken y penetran por la región geográfica centro - sur de la actual Argentina, desplazándose  hacia la llanura pampeana, y esa irrupción de Guenaken o Araucanos recién termina , luego de  un periodo de centurias, con el cacique Calfucurá ( Piedra Azul ) y el degüello siniestro de  Massalle sobre los caciques pampas y boroganos argentinos para adueñarse del poder e instaurar  en Salinas Grandes, con miras a una Confederación Indígena Sudamericana cuya jefatura tomaría  él en persona, bajo el título de General Juan Calfucurá, Emperador de las Salinas Grandes.  

La entrada de Calfucurá se produce alrededor de 1830 y la tragedia de Massalle ocurre en el límite  de La Pampa y Buenos Aires el 13 de Agosto de 1834, secundado por un grupo de guerreros  araucanos, entrados como invasores desde Chile.  

A partir de 1550 aproximadamente, comienzan los desplazamientos de araucanos penetrando  hacia el naciente del macizo andino por el sur de Mendoza, Neuquén y Río Negro. Tengamos  presente que en esos territorios estaban afincados desde milenios, otras etnias que nada tenían  que ver con el pueblo araucano y no sufrieron los embates de dicha invasión, salvo los antiguos  pueblos de La Pampa, como los Taluhet, Diviet y Chechehet, que recibieron el aporte etno - cultural araucano para transformarse poco tiempo después en Pampas, Ranqueles, Boroganos o  Picunches, parcialidades que en más de 250 años se convirtieron en tribus poseedoras de  costumbres, creencias, expresiones idiomáticas y caracteres raciales definidos, luego de la  araucanización que les había tocado sostener.  

Las invasiones Araucanas al Este de los Andes Se producen entre los años de 1570 - 1602 y se  continúan con mayor frecuencia a partir de 1620, en busca de un elemento extraño y desconocido  para los araucanos de la costa del Pacífico, como lo era el caballo. Esto llega a ser algo  imprescindible y sumamente preciado para ese pueblo, pues con la posesión del yeguarizo, los araucanos ponen alas a sus pies y recorren las vastas mesetas y llanuras que abarcan desde las  Cordillera de los Andes hasta el Océano Atlántico. Los araucanos desde fines del siglo XVI,  comienzan a asentarse definitivamente en el territorio que con los años pasaría a denominarse la  Argentina. Los principales caciques y capitanejos que pasan al territorio del este de los Andes,  manifiestan que en su tierra, Chile, es todo roca y montaña, con pequeños valles, donde no pueden  galopar ni desplazare por enormes pampas que se abren a sus caballos como la palma de una  gigantesca mano.  

Entre los años 1700-1730 se extendieron sus invasiones y llegaron a la Provincia de Buenos Aires,  Pampa Central, Sur de Córdoba, San Luis y Mendoza. Estas tribus araucanas que penetraron al  territorio argentino de 1570, son conocidas primitivamente como Guenaken o Genaken y son  etnias anteriores a otros grupos aborígenes. Con el paso de los años estos primeros araucanos se  convierten en Pampas, Ranqueles, Boroganos y Pehuenches. Las lenguas que hablaban estas 73  parcialidades son similares, pero en sus creencias y costumbres difieren más aún que con sus  expresiones idiomáticas. Los araucanos siguen llegando a territorio argentino, aún en pleno siglo  XIX, y es así como aparece Calfucurá en el corazón de La Pampa por el año 1830, al frente de un  grupo de esa parcialidad que no llega a los 300 individuos. Calfucurá hace penetrar a Salinas  Grandes, donde él vivía, a varios caciques araucanos chilenos, como Mayquín, Quillapán,  Calvucoy, Mari-hual y Calvuén. Este guerrero del Arauco levantaba sus toldos en el paraje  conocido como Chiloé, cuyo significado podía ser "lugar de Chile", y para otros "Tierra de Chile". 

Con esto se demuestra el carácter imperialista de Calfucurá y el deseo de someter a sus designios  a todos los pobladores indígenas del centro-sur del territorio argentino, manejado (según varios  historiadores) por hábiles asesores (oficiales del ejército chileno) en el contexto de una  geoestrategia implementada por los gobernantes de Chile, siempre dispuestos a apoderarse de la  Patagonia y aún de la región geográfica de Bahía Blanca, Pampa Central y Sur de Mendoza.  Recordemos que desde 1818 (libertad de Chile) los chilenos intervienen en los malones contra el  "huinca" argentino de la llanura, y son muchos los sables y armas de fuego con las inscripciones  chilenas que traen los araucanos cuando cometen sus despojos en nuestro territorio. Vale recordar  la grandeza del "huiliche manzanero" Valentín Sayhueque, cuando se niega a enarbolar la bandera  chilena frente a su humilde toldo, ante el requerimiento del capitán chileno Bermudas que trata  de entregársela para ponerla en reemplazo del pabellón argentino que Sayhueque enarbolaba  todas las mañanas. "Te la manda el coronel Serrano del Destacamento Militar de Osorno", le  dice Bermudas. Pero el huiliche argentino se la devuelve y le contesta que él solo levantaba la  bandera de su país, porque era indio argentino. Los araucanos invasores fueron considerados por  sus contemporáneos como individuos alzados en contra de toda dominación o sujeción a poder  alguno, y recibieron el nombre genérico de "aucas", que en lengua quechua significaba "sujeto  alzado o rebelde", que no había sido sometido. Esta denominación muestra claramente la índole  belicosa y desleal de estos guerreros araucanos para combatir y dominar a sus hermanos de  estirpe, como fueron los pueblos indígenas de la enorme llanura argentina que empezaba en los  contrafuertes andinos y terminaba en el Océano Atlántico. Los Mapuches no son un pueblo  originario Dentro del territorio centro-sur argentino hemos visto quienes fueron sus antiguos pobladores, y, desde luego, a aquellos otros que en las grandes llanuras argentinas recibieron la  influencia de la invasión araucana a partir de 1550 aproximadamente.  

Ese conocimiento de los grupos aborígenes de los más remotos tiempos y luego, de quienes  tuvieron que soportar la entrada de los araucanos invasores, fue analizado coherente y  científicamente, sin encontrar en ninguna de tales parcialidades la voz araucana " Mapuche " para  designar a cualquiera de esos grupos humanos. Dicha palabra se encuentra integrada por las voces  " Mapu " que equivale a país, a tierra, y "Che " cuyo significado exacto es hombre o gente, por lo  cual la palabra araucana "mapuche " significa "hombre de la tierra" o "hijo del país". La palabra  "mapuche" fue creada para un fin específico. Esta voz del antiguo arauco no corresponde a ningún  tipo étnico ni parcialidad, ni familia o cultura, sean estas designaciones empleadas tanto en  especial como en general. Tengamos presente que jamás figuró un solo cacique, un cona o  capitanejo , una princesa, un gran cazador o guerrero, ni un individuo determinado que fuera  conocido como "mapuche", pues a todos esos ándidos, sean araucanos, pampas, ranqueles,  boroganos, huiliches, pehuenches o tehuelches, se los identificó por sus etnias reales y nunca  jamás como "mapuches". Ningún jefe indígena figuró o combatió como representando a esa  arbitraria e interesada designación de "mapuche" que fue totalmente desconocida hasta principio  del siglo XX, años 1902-1903 aproximadamente (tener en cuenta el conflicto argentino-chileno,  Curamalal - con su antecedente de 1897 – 1898). Este término fue creado por estudiosos chilenos  y agentes ingleses interesados, quienes propiciando la palabra mapuche para aplicarla a los  indígenas, tanto de Chile como de Argentina, hacían desaparecer viejas etnias como los  araucanos, pampas, huiliches, pehuenches o tehuelches, aglutinando bajo el nombre de  "mapuches" a todas las parcialidades que eran argentinas, borrándolas de los valles cordilleranos  y de la Patagonia, para lograr la posesión de un vasto y fecundo territorio argentino, que siglos  antes había sido invadido por araucanos chilenos.  

La “creación mapuche" igualaba a todos y era, y es, una expresión que muchos desprevenidos no  llegan a entenderla. Fue un “invento geoestratégico” y hoy es un problema potenciado por intereses foráneos. Hace años los llamados "mapuches" llegarían a 6.000 hombres, aunque ellos  sostienen que son entre 12.000 y 22.000, distribuidos en Neuquén, La Pampa y Buenos Aires. El  Almirante Fraga refiere la "cuestión Mapuche" como una circunstancia de particular relieve en el  planteo geopolítico y geoestratégico de la Patagonia. Es dable destacar que la supuesta "nación  mapuche" abarca una zona que incluye bajo una misma región una porción de territorio chileno  y argentino (en este último caso en la provincia de Neuquén y su proyección del otro lado de los 

Andes. 

Vale destacar que los territorios reclamados constituyen ecosistemas sobre el sector cordillerano  en algunos casos, y sobre tierras con recursos naturales de alto valor estratégico. 

Los reclamos territoriales aborígenes están presentes en todo momento y en todos los ámbitos;  sólo esperan que alguien tome su bandera y los apoye. La intención de ser reconocidos; justo y  sano reclamo (indianismo); se mezcla con la de ser autónomos, de autogobernarse, de tener su  propia justicia, de tener escuelas en las que sólo se enseñe su lengua y no la del país en donde 

viven (indigenismo). Se amparan en el Convenio 169 de la Organización Internacional del  Trabajo (OIT). Es absolutamente dable inferir que detrás de dichos reclamos se esconden  intereses extranacionales que potencian su actitud a partir de un mundo en el cual la degradación  ambiental, la explosión demográfica y la escasez de recursos naturales constituyen las principales  "nuevas amenazas" que caracterizan el contexto estratégico global.  

Las diferentes normativas que surgen de las reformas constitucionales, basadas en el convenio  mencionado, constituirían el andamiaje básico necesario para avanzar en reclamos que ponen en  peligro la integridad de los estados y atentan contra cualquier proyecto "sugestivo de vida en  común" (definición de “nación”, según Ortega y Gasset), condición esencial para el desarrollo de  las sociedades civilizadas al amparo, cada una, de su propia identidad nacional.  

Por lo expuesto, no es aventurado percibir intereses internacionales en la consecución de los  objetivos políticos que dinamizan las comunidades aborígenes. Como ya hemos mencionado, es  en las regiones de baja densidad demográfica, pero atractivas por sus riquezas económicas y  recursos naturales donde muchos grupos pretenden instalarse.  

Finalmente, las características del conflicto moderno y su dinámica multifuncional permiten  concluir que los recursos naturales de los países que los poseen, más aquellos ecosistemas que  por su alto valor ecológico constituyen reservas estratégicas, serán las causas que potenciarán el  enfrentamiento de intereses extranjeros (estatales o no) con intereses nacionales. Asimismo, se  incentivarán las contradicciones internas de las naciones, en particular aquellas de carácter  cultural. En este sentido, el "indigenismo" es un vehículo que, a partir de soportes ideológicos,  políticos, financieros y mediáticos proporcionados por países desarrollados, ONG (s) y  corporaciones transnacionales, atenta contra la identidad nacional primero, y contra la integridad  territorial después. 

Extracto del libro “Argentina sin destino”, 2007.

 

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