Esta araucanización de algunos grupos étnicos, sobre todo de las llanuras de la Argentina, no alcanza tampoco a otras parcialidades del naciente de la cordillera andina como son entre otros, los Huarpes, los Sanavirones, los Comechingones, los Tehuelches , etc., que no sufren ningún impacto etno - cultural de los araucanos provenientes de la falda occidental de los Andes o costa del Pacifico cuando penetran en la Argentina a partir de mediados del siglo XVI y principios del XVII ( 1560 - 1620 ), atraídos por las mejores tierras, la amplitud ilimitada de sus pampas y la presencia casi mitológica del caballo en las llanuras rioplatenses, como elemento insustituible en el transporte, la caza y la guerra. Estos ancestros araucanos se denominan como Guenaken o Genaken y penetran por la región geográfica centro - sur de la actual Argentina, desplazándose hacia la llanura pampeana, y esa irrupción de Guenaken o Araucanos recién termina , luego de un periodo de centurias, con el cacique Calfucurá ( Piedra Azul ) y el degüello siniestro de Massalle sobre los caciques pampas y boroganos argentinos para adueñarse del poder e instaurar en Salinas Grandes, con miras a una Confederación Indígena Sudamericana cuya jefatura tomaría él en persona, bajo el título de General Juan Calfucurá, Emperador de las Salinas Grandes.
La entrada de Calfucurá se produce alrededor de 1830 y la tragedia de Massalle ocurre en el límite de La Pampa y Buenos Aires el 13 de Agosto de 1834, secundado por un grupo de guerreros araucanos, entrados como invasores desde Chile.
A partir de 1550 aproximadamente, comienzan los desplazamientos de araucanos penetrando hacia el naciente del macizo andino por el sur de Mendoza, Neuquén y Río Negro. Tengamos presente que en esos territorios estaban afincados desde milenios, otras etnias que nada tenían que ver con el pueblo araucano y no sufrieron los embates de dicha invasión, salvo los antiguos pueblos de La Pampa, como los Taluhet, Diviet y Chechehet, que recibieron el aporte etno - cultural araucano para transformarse poco tiempo después en Pampas, Ranqueles, Boroganos o Picunches, parcialidades que en más de 250 años se convirtieron en tribus poseedoras de costumbres, creencias, expresiones idiomáticas y caracteres raciales definidos, luego de la araucanización que les había tocado sostener.
Las invasiones Araucanas al Este de los Andes Se producen entre los años de 1570 - 1602 y se continúan con mayor frecuencia a partir de 1620, en busca de un elemento extraño y desconocido para los araucanos de la costa del Pacífico, como lo era el caballo. Esto llega a ser algo imprescindible y sumamente preciado para ese pueblo, pues con la posesión del yeguarizo, los araucanos ponen alas a sus pies y recorren las vastas mesetas y llanuras que abarcan desde las Cordillera de los Andes hasta el Océano Atlántico. Los araucanos desde fines del siglo XVI, comienzan a asentarse definitivamente en el territorio que con los años pasaría a denominarse la Argentina. Los principales caciques y capitanejos que pasan al territorio del este de los Andes, manifiestan que en su tierra, Chile, es todo roca y montaña, con pequeños valles, donde no pueden galopar ni desplazare por enormes pampas que se abren a sus caballos como la palma de una gigantesca mano.
Entre los años 1700-1730 se extendieron sus invasiones y llegaron a la Provincia de Buenos Aires, Pampa Central, Sur de Córdoba, San Luis y Mendoza. Estas tribus araucanas que penetraron al territorio argentino de 1570, son conocidas primitivamente como Guenaken o Genaken y son etnias anteriores a otros grupos aborígenes. Con el paso de los años estos primeros araucanos se convierten en Pampas, Ranqueles, Boroganos y Pehuenches. Las lenguas que hablaban estas 73 parcialidades son similares, pero en sus creencias y costumbres difieren más aún que con sus expresiones idiomáticas. Los araucanos siguen llegando a territorio argentino, aún en pleno siglo XIX, y es así como aparece Calfucurá en el corazón de La Pampa por el año 1830, al frente de un grupo de esa parcialidad que no llega a los 300 individuos. Calfucurá hace penetrar a Salinas Grandes, donde él vivía, a varios caciques araucanos chilenos, como Mayquín, Quillapán, Calvucoy, Mari-hual y Calvuén. Este guerrero del Arauco levantaba sus toldos en el paraje conocido como Chiloé, cuyo significado podía ser "lugar de Chile", y para otros "Tierra de Chile".
Con esto se demuestra el carácter imperialista de Calfucurá y el deseo de someter a sus designios a todos los pobladores indígenas del centro-sur del territorio argentino, manejado (según varios historiadores) por hábiles asesores (oficiales del ejército chileno) en el contexto de una geoestrategia implementada por los gobernantes de Chile, siempre dispuestos a apoderarse de la Patagonia y aún de la región geográfica de Bahía Blanca, Pampa Central y Sur de Mendoza. Recordemos que desde 1818 (libertad de Chile) los chilenos intervienen en los malones contra el "huinca" argentino de la llanura, y son muchos los sables y armas de fuego con las inscripciones chilenas que traen los araucanos cuando cometen sus despojos en nuestro territorio. Vale recordar la grandeza del "huiliche manzanero" Valentín Sayhueque, cuando se niega a enarbolar la bandera chilena frente a su humilde toldo, ante el requerimiento del capitán chileno Bermudas que trata de entregársela para ponerla en reemplazo del pabellón argentino que Sayhueque enarbolaba todas las mañanas. "Te la manda el coronel Serrano del Destacamento Militar de Osorno", le dice Bermudas. Pero el huiliche argentino se la devuelve y le contesta que él solo levantaba la bandera de su país, porque era indio argentino. Los araucanos invasores fueron considerados por sus contemporáneos como individuos alzados en contra de toda dominación o sujeción a poder alguno, y recibieron el nombre genérico de "aucas", que en lengua quechua significaba "sujeto alzado o rebelde", que no había sido sometido. Esta denominación muestra claramente la índole belicosa y desleal de estos guerreros araucanos para combatir y dominar a sus hermanos de estirpe, como fueron los pueblos indígenas de la enorme llanura argentina que empezaba en los contrafuertes andinos y terminaba en el Océano Atlántico. Los Mapuches no son un pueblo originario Dentro del territorio centro-sur argentino hemos visto quienes fueron sus antiguos pobladores, y, desde luego, a aquellos otros que en las grandes llanuras argentinas recibieron la influencia de la invasión araucana a partir de 1550 aproximadamente.
Ese conocimiento de los grupos aborígenes de los más remotos tiempos y luego, de quienes tuvieron que soportar la entrada de los araucanos invasores, fue analizado coherente y científicamente, sin encontrar en ninguna de tales parcialidades la voz araucana " Mapuche " para designar a cualquiera de esos grupos humanos. Dicha palabra se encuentra integrada por las voces " Mapu " que equivale a país, a tierra, y "Che " cuyo significado exacto es hombre o gente, por lo cual la palabra araucana "mapuche " significa "hombre de la tierra" o "hijo del país". La palabra "mapuche" fue creada para un fin específico. Esta voz del antiguo arauco no corresponde a ningún tipo étnico ni parcialidad, ni familia o cultura, sean estas designaciones empleadas tanto en especial como en general. Tengamos presente que jamás figuró un solo cacique, un cona o capitanejo , una princesa, un gran cazador o guerrero, ni un individuo determinado que fuera conocido como "mapuche", pues a todos esos ándidos, sean araucanos, pampas, ranqueles, boroganos, huiliches, pehuenches o tehuelches, se los identificó por sus etnias reales y nunca jamás como "mapuches". Ningún jefe indígena figuró o combatió como representando a esa arbitraria e interesada designación de "mapuche" que fue totalmente desconocida hasta principio del siglo XX, años 1902-1903 aproximadamente (tener en cuenta el conflicto argentino-chileno, Curamalal - con su antecedente de 1897 – 1898). Este término fue creado por estudiosos chilenos y agentes ingleses interesados, quienes propiciando la palabra mapuche para aplicarla a los indígenas, tanto de Chile como de Argentina, hacían desaparecer viejas etnias como los araucanos, pampas, huiliches, pehuenches o tehuelches, aglutinando bajo el nombre de "mapuches" a todas las parcialidades que eran argentinas, borrándolas de los valles cordilleranos y de la Patagonia, para lograr la posesión de un vasto y fecundo territorio argentino, que siglos antes había sido invadido por araucanos chilenos.
La “creación mapuche" igualaba a todos y era, y es, una expresión que muchos desprevenidos no llegan a entenderla. Fue un “invento geoestratégico” y hoy es un problema potenciado por intereses foráneos. Hace años los llamados "mapuches" llegarían a 6.000 hombres, aunque ellos sostienen que son entre 12.000 y 22.000, distribuidos en Neuquén, La Pampa y Buenos Aires. El Almirante Fraga refiere la "cuestión Mapuche" como una circunstancia de particular relieve en el planteo geopolítico y geoestratégico de la Patagonia. Es dable destacar que la supuesta "nación mapuche" abarca una zona que incluye bajo una misma región una porción de territorio chileno y argentino (en este último caso en la provincia de Neuquén y su proyección del otro lado de los
Andes.
Vale destacar que los territorios reclamados constituyen ecosistemas sobre el sector cordillerano en algunos casos, y sobre tierras con recursos naturales de alto valor estratégico.
Los reclamos territoriales aborígenes están presentes en todo momento y en todos los ámbitos; sólo esperan que alguien tome su bandera y los apoye. La intención de ser reconocidos; justo y sano reclamo (indianismo); se mezcla con la de ser autónomos, de autogobernarse, de tener su propia justicia, de tener escuelas en las que sólo se enseñe su lengua y no la del país en donde
viven (indigenismo). Se amparan en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Es absolutamente dable inferir que detrás de dichos reclamos se esconden intereses extranacionales que potencian su actitud a partir de un mundo en el cual la degradación ambiental, la explosión demográfica y la escasez de recursos naturales constituyen las principales "nuevas amenazas" que caracterizan el contexto estratégico global.
Las diferentes normativas que surgen de las reformas constitucionales, basadas en el convenio mencionado, constituirían el andamiaje básico necesario para avanzar en reclamos que ponen en peligro la integridad de los estados y atentan contra cualquier proyecto "sugestivo de vida en común" (definición de “nación”, según Ortega y Gasset), condición esencial para el desarrollo de las sociedades civilizadas al amparo, cada una, de su propia identidad nacional.
Por lo expuesto, no es aventurado percibir intereses internacionales en la consecución de los objetivos políticos que dinamizan las comunidades aborígenes. Como ya hemos mencionado, es en las regiones de baja densidad demográfica, pero atractivas por sus riquezas económicas y recursos naturales donde muchos grupos pretenden instalarse.
Finalmente, las características del conflicto moderno y su dinámica multifuncional permiten concluir que los recursos naturales de los países que los poseen, más aquellos ecosistemas que por su alto valor ecológico constituyen reservas estratégicas, serán las causas que potenciarán el enfrentamiento de intereses extranjeros (estatales o no) con intereses nacionales. Asimismo, se incentivarán las contradicciones internas de las naciones, en particular aquellas de carácter cultural. En este sentido, el "indigenismo" es un vehículo que, a partir de soportes ideológicos, políticos, financieros y mediáticos proporcionados por países desarrollados, ONG (s) y corporaciones transnacionales, atenta contra la identidad nacional primero, y contra la integridad territorial después.
Extracto del libro “Argentina sin destino”, 2007.