República Argentina: 5:47:31am

El 17 del mes actual, en ocasión del Día de la Armada, el ministro de Defensa, Jorge Taiana, anunció en Puerto Belgrano que los salarios de las Fuerzas Armadas (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) se equipararán con los de las fuerzas de seguridad federales (Gendarmería, Prefectura, Policía Federal y Policía de Seguridad Aeronáutica).

Hasta 1983, los salarios militares se asimilaban en los distintos niveles con los del Poder Judicial. A partir del

restablecimiento de la democracia, dejó de ser así e implicó una significativa caída de los ingresos del personal de las Fuerzas Armadas.

En términos comparativos, en ningún país el salario militar está por debajo del de las fuerzas de seguridad. En

promedio cobran entre un 15% y un 20% más. En la Argentina, los salarios en las fuerzas armadas son

sustancialmente menores a los de las fuerzas de seguridad, lo cual impacta sobre su obra social, Iosfa, y desfinancia el Instituto de Ayuda Financiera para el Pago de Retiros y

Pensiones Militares (IAF).

Un voluntario, el grado más bajo de las Fuerzas Armadas, gana 52.186 pesos, mientras que en las de seguridad le

corresponden 83.432,67 pesos, algo que explica el drenaje de personal militar hacia estas últimas.

La brecha se acrecentó luego del blanqueo salarial de fines de marzo, que incorporó bonificaciones y suplementos a los haberes y se mantiene en todas las jerarquías. El salario más alto de las Fuerzas Armadas (grado de teniente general enel Ejército, almirante en la Armada y brigadier general en la

Fuerza Aérea) es de 240.194 pesos. Ese valor corresponde apenas a la quinta jerarquía de las fuerzas de seguridad, con un salario de 252.379 pesos para un comandante principal en el caso de la Gendarmería.

Los seis grados de suboficiales no llegan a cobrar un salario que cubra la canasta básica que determina la línea de

pobreza, al igual que los tres primeros grados de los oficiales.

El éxodo militar en busca de mejores remuneraciones se da también respecto de las policías provinciales y en algún

caso, como el de la ciudad de Buenos Aires, el personal militar que pasa a ellas duplica su salario. Las tentadoras

diferencias dan por resultado una significativa cantidad de bajas entre el personal subalterno de las Fuerzas Armadas,con niveles de instrucción y especialización importantes, que migra hacia las fuerzas de seguridad federales y las policías.

Una vez más, debemos poner el foco en la relevancia que nuestro país asigna a la inversión en defensa. Al igual que al contratar un seguro para un vehículo, el ahorro en la póliza se traduce en una mala cobertura que queda en evidencia ante un siniestro. Quien en poder de un patrimonio valioso no asigna recursos a resguardarlo incurre en imprevisión.

Nuestro país, tierra de enormes y codiciadas riquezas, escasamente poblado, se encuentra absolutamente desprotegido. El ejemplo de la depredación marítima a laque asistimos es solo uno de tantos y un mundo convulsionado demanda, sin más demoras, rever políticas en este terreno. Revisar la cuestión salarial hace a la  preparación y calidad de nuestras fuerzas.

Con la lógica que nunca debió perderse, el Poder Ejecutivo

dispuso también hace algunas semanas la equiparación

salarial dentro de las fuerzas de seguridad federales, con la

que cobraba mayores retribuciones, que era la Policía

Federal. De esta manera, las cuatro fuerzas de seguridad

federales tendrán similares escalas salariales.

Que el ministro de Defensa anuncie la equiparación salarial

de las Fuerzas Armadas con las fuerzas de seguridad

federales, haciendo referencia a un compromiso

presidencial expreso, responde a un legítimo pedido militar

de casi tres décadas, que incluye no solo correcciones por

efecto inflacionario, según valores publicados por el Indec,

sino también una adecuada jerarquización.

 

La comida anual de Camaradería de las Fuerzas Armadas

por desarrollarse en julio próximo, en la que

tradicionalmente hace uso de la palabra el presidente,

ofrece una oportunidad de reafirmación y precisión de estos

anuncios, que no admiten ya postergaciones.

Editorial de La Nación

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