Además, podría suceder que Zelensky fuera alcanzado por un ataque ruso, generando una ausencia de liderazgo que complicaría a las fuerzas ucranianas en la guerra. También podría suceder un accidente nuclear no deseado en las centrales de Ucrania, que están bajo control ruso y que son las más importantes de Europa. Los equívocos, las malas interpretaciones, los deseos y las pasiones pueden derivar en imponderables dentro de un conflicto bélico.
Tomando el último de los cinco escenarios descritos (“retirada rusa, Putin derribado”), suele usarse para fundamentarlo el análisis histórico de que en Rusia, una derrota militar lleva a una caída del liderazgo político. Un diario estadounidense planteaba al finalizar la segunda semana de guerra, que esto había sucedido “siempre” en Rusia. Tras la guerra de Crimea (1853-1856); después de la derrota rusa en la guerra contra Japón (1904-1905); con el armisticio en la Primera Guerra Mundial (1914-1917) y tras la guerra de Afganistán (1979-1989). Lo primero que cabe decir ante estas argumentaciones de tipo “historicista” es que esto que sucedería en Rusia sucede en general en la mayoría de los casos. En la Primera Guerra Mundial cayeron los cuatro imperios derrotados: el alemán, el austrohúngaro, el ruso y el turco. No solamente cayeron los gobiernos, sino también los regímenes políticos. En la Segunda Guerra Mundial sucedió lo mismo, no solamente cayeron los gobiernos en Alemania, Italia y Japón, las potencias del Eje derrotadas, sino que también se produjo un cambio de régimen político. De acuerdo a eso, podría plantearse como hipótesis general que una derrota de Putin en la guerra de Ucrania, daría como consecuencia su caída del gobierno.
Pero el análisis de las cuatro derrotas militares rusas durante el siglo XIX y el XX muestra matices y diferencias, y no una regla política inmediata. En la Guerra de Crimea, Rusia enfrentó a una coalición integrada por Turquía, Gran Bretaña, Francia y el Reino de Cerdeña, por el control de la misma península clave, actualmente en disputa. Las fuerzas rusas fueron derrotadas entonces, pero no se trató de un desastre militar. En el medio del conflicto murió el Zar y fue sustituido por su legítimo sucesor, pero no se generó la destitución del gobierno, cambio de régimen ni revolución. La Guerra Ruso-Japonesa fue una derrota militar clara de Rusia. Hacia el final de la misma tiene lugar una insurrección, producto del malestar social y la frustración por la guerra, pero que es dominada por el Zar, quien logró mantener y afianzar su poder. En la derrota rusa en la Primera Guerra Mundial, no sólo se produjo la caída del gobierno, sino también un drástico cambio de régimen, con la toma del poder por Lenin y la posterior ejecución del Zar y su familia. La guerra que mantiene Rusia por el control de Afganistán, culminó con la retirada de las fuerzas de la URSS a consecuencia de una derrota, poco tiempo antes de la caída del comunismo y la disolución del bloque soviético. Pero otros factores, como la drástica caída del precio del petróleo que tuvo lugar en ese momento y la victoria de Estados Unidos en la competencia científico-tecnológica, fueron factores tanto o más importantes que la guerra en Afganistán, en la disolución del régimen soviético.
Al análisis en base a escenarios y precedentes históricos cabe agregar el de predicciones, como el realizado recientemente por el prestigioso académico de Harvard, Francis Fukuyama. Al iniciarse la tercera semana de la guerra, en la Revista American Purpose, expuso categóricas definiciones sobre el desenlace de la guerra: que Rusia se dirige a una derrota total en Ucrania; que el colapso de su posición podría ser repentino y catastrófico; y que no hay solución diplomática que pueda evitar que esto ocurra. Agrega que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha demostrado su completa inutilidad en este tipo de conflicto, y que Putin no sobrevivirá a la derrota de su ejército. Dice también que las decisiones de la Administración Biden de no declarar una zona de exclusión aérea o de no ayudar a transferir los MIG polacos fueron buenas; agrega que Ucrania está pagando un costo enorme y lo único que detendrá la matanza es la derrota del ejército ruso sobre el terreno. En materia política, argumenta que la invasión ha hecho un enorme daño a los populistas de todo el mundo (Salvini, Bolsonaro, Le Pen, Orban, Trump, etc.) porque la guerra ha expuesto sus inclinaciones autoritarias. Afirma que la guerra hasta este punto ha sido una buena lección para China, porque se ha demostrado que creando fuerzas militares aparentemente de alta tecnología pero sin experiencia de combate (califica de “miserable” la actuación de las fuerzas aéreas rusas), llevará a Beijing a no engañarse respecto a su capacidad de recuperar Taiwán por medios militares. Hace exactamente 31 años, Fukuyama alcanzaba notoriedad mundial con su tesis del “fin de la historia”, en la que sostenía que la combinación de democracia y libre mercado llevaría a un escenario de globalización que iba a diluir los estados nacionales y a sustituir la guerra por la competencia económica. Ahora, opta por afirmaciones sin demasiado fundamento, que muestran más su expresión de deseo como ciudadano, antes que el resultado de un proceso de investigación, análisis y reflexión.
En conclusión: la teoría de los cinco escenarios posibles para el fin de la guerra de Ucrania planteada en el Financial Times, si bien permite conjeturar, puede llevar a mayor incertidumbre al abrir más escenarios posibles; la tesis de que una derrota militar produce la caída del gobierno que condujo a ella, tiene antecedentes históricos, pero no permiten una regla general ni sistemática respecto a lo que pueda suceder ahora con Putin; en los cuatro casos que Rusia sufrió derrotas militares en el siglo XIX y el XX, sólo se da un caso en el que claramente se impuso esta regla (la caída del imperio ruso tras el armisticio de 1917); por último, las predicciones de Fukuyama pronosticando el desenlace de la guerra de Ucrania, parecen más una expresión de deseo que un proceso de investigación, análisis y reflexión.