De esos lazos internacionales se nutre también la denuncia a la que nos refiriéramos ayer en esta columna editorial, pidiendo la imprescriptibilidad de los crímenes de Montoneros. Por ejemplo, la presentación revela documentadamente la declarada “hermandad” de Montoneros con las organizaciones terroristas fundamentalistas islámicas. El acuerdo político y militar celebrado por Firmenich y Fernando Vaca Narvaja con la Organización para la Liberación de Palestina y su brazo armado, Al-Fatah, consistió en la provisión por parte de Montoneros de tecnología y personal idóneo para fabricar explosivos a cambio de capacitación en los campos de entrenamiento de Damour, Sidón y las cercanías de Damasco, así como la provisión de documentación falsa, armamento y logística. Dicho acuerdo se renovó con la organización propalestina de origen iraní Hezbollah, responsabilizada, junto con funcionarios gubernamentales de Irán, de los atentados a la embajada de Israel en la Argentina y la sede de la AMIA. Aquel pacto fue alentado desde sus inicios por el régimen venezolano y respaldado por Emilio Pérsico, actual secretario de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social, uno de los miembros de Montoneros que se entrenaron en los campos de Siria y el Líbano y que participaron en los asesinatos de Francisco Soldati y su chofer. La organización Quebracho, de la cual fue fundador, ha marchado en protesta con consignas antisemitas a la embajada de Israel, portando banderas de Irán, de Hezbollah y de la mezquita Al Tahuid.
El fallecido padre Luis Farinello, invitado junto con Luis D’Elía y Mario Cafiero en 2014 por Teherán para solidarizarse con su gobierno ante la acusación de los tribunales argentinos, imprimía en sus talleres de Quilmes la revista Jotapé, que hacía apología de los atentados con coches bomba realizados por terroristas islámicos.
Roberto Cirilo Perdía, miembro de la conducción de Montoneros que participó en los acuerdos militares con el terrorismo de origen islámico, fue uno de los autores del copamiento del Regimiento de Monte 29 de Formosa, en el que asesinaron a diez conscriptos, un oficial y un suboficial del Ejército, otra de las causas cuya reapertura solicitarán los denunciantes.
Perdía fue testigo acusador en una causa contra oficiales de la inteligencia del Ejército que combatieron al terrorismo en defensa de la Nación y que acaban de ser condenados a cadena perpetua en otro fallo vergonzoso, mientras quienes instaron a matar y morir en contra de las instituciones –Firmenich, Vaca Narvaja, Miguel Bonasso, Horacio Verbitsky y el propio Perdía, entre tantos otros– permanecen libres, impunes y activos. Perdía estaría detrás de la toma de tierras, los atentados y la sedición de los grupos seudomapuches que asuelan la Patagonia junto a otros miembros de Montoneros.
Mientras quienes combatieron al terrorismo en defensa de la nación son condenados, quienes instaron a matar y morir en contra de las instituciones permanecen libres, impunes y activos
Aquel pasado de Montoneros, más vigente y actual que nunca, permite también explicar la condenable por inaceptable política exterior de nuestro país cuando omite la condena del régimen dictatorial de Ortega en Nicaragua, de Castro en Cuba y de Maduro en Venezuela, además de explicar claramente el reciente pronunciamiento de condena a Israel y la omisión de todo reproche a Hamas por su ataque a dicho Estado, con misiles lanzados a objetivos civiles.
La lista de las decenas de montoneros aún vivos de las llamadas “Tropas Especiales de Agitación (TEA)” y “Tropas Especiales de Infantería (TEI)”, que se entrenaron militarmente en Siria y El Líbano junto a guerrilleros de las Brigadas Rojas italianas, el Baader Meinhof alemán, el Frente Polisario, el MIR chileno y otras organizaciones terroristas internacionales, es un secreto que los Montoneros guardaban celosamente pero que ha comenzado a revelarse a partir de publicaciones auspiciadas en el año 2018 por la agencia Paco Urondo, en las cuales se recogen los testimonios de muchos de ellos, que se incluyen detalladamente en la denuncia.
La lista de los montoneros aún vivos que se entrenaron en Siria y El Libano es un secreto que la organización guardaba celosamente y que hoy comienza a revelarse
No cabe duda de que Montoneros y otras organizaciones terroristas que actuaron en el país perpetraron un ataque sistemático y generalizado contra las instituciones, civiles, agentes de las fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas en los años 70, con decisivo apoyo de Estados extranjeros. El 4 de julio de 1998, Fidel Castro admitió públicamente el activo papel de Cuba por aquel entonces como promotor de la ofensiva armada en todo el continente latinoamericano. El Estado soviético entregó armas y el palestino, entrenamiento militar, que en rigor había empezado antes en Libia, según los propios terroristas.
Jorge Masetti, hijo de un conocido guerrillero muerto en acción, criado en la llamada Guardería cubana de La Habana, que acogió a hijos de Montoneros que regresaron al país para combatir, en su obra El furor y el delirio explica cómo la “guerra de guerrillas”, de la cual participó, revela la acción internacional expansionista del Estado cubano sobre Latinoamérica: “… la revolución ha sido un pretexto para cometer las peores atrocidades quitándoles todo vestigio de culpabilidad… Por suerte no obtuvimos la victoria, porque de haber sido así, teniendo en cuenta nuestra formación y el grado de dependencia con Cuba, hubiéramos ahogado el continente en una barbarie generalizada”.
Héctor Ricardo Leis –exintegrante de Montoneros–, en su libro Un testamento de los años 70, reconoce que “la supresión del lado oscuro del pasado revolucionario fue completa… dos varas y dos medidas son la peor receta para hacer justicia...”. Adherimos a su visión de que la Justicia debe subordinarse a la verdad, en tanto esta es terapéutica, para evitar crear mayor enemistad en el interior del cuerpo político. Ojalá así lo entiendan quienes deben hoy atender un reclamo largamente postergado que se alza desde el seno de la sociedad, capaz de pacificar y saldar las cuentas de un pasado al que no queremos regresar, ni mucho menos permitir que nos condicione infectando tan nefastamente nuestro presente.
Editorial de LA NACION