¿Cuándo?, al menos desde que Francisco Encina Armanet pasó a dominar la historiografía chilena con su libro “Historia de Chile desde la prehistoria hasta 1891” creando la leyenda “negra” de una Argentina ambiciosa y expansionista que, aprovechando que Chile se encontraba en plena guerra del Pacífico, obligó a éste a firmar el tratado “extorsivo” de 1881 que ratificaba el “despojo” de la Patagonia Oriental por parte de Argentina.
Esta es la historia que durante todo el siglo XX se enseñó en Chile y que aún se enseña. Historia que presenta como reivindicaciones nacionales las aventuras navales y pesqueras chilenas en la costa de Santa Cruz en 1860–1870, La emigración de los habitantes de Chiloé hacia la Patagonia Argentina para trabajar en la producción lanar; la nunca investigada, pero tampoco negada, influencia del ejército chileno en la rebelión de los laneros de Santa Cruz en 1920; los incidentes de Laguna del Desierto, Campos de Hielo y otros menos relevantes y, para terminar con la serie de intentos chilenos de "recuperar" la Patagonia Oriental o, por lo menos dañar a Argentina, la ayuda que Chile le brindó al Reino Unido durante la batalla de Malvinas, tanto en la importante información electrónica que la Royal Navy recibió de los radares chilenos que informaban el despegue de los de los aviones argentinos como en “prestarle” lugares para que decolaran los helicópteros con tropas SAS destinados a sabotear las pistas de la Fuerza Aérea Argentina.
El ¿Por qué?, es más complejo; tiene que ver más con Argentina y sus políticos que con Chile y sus apetencias territoriales. Tiene que ver con la necesidad visceral de cualquier canalla que se precie de tal en estas tierras, de ningunear y humillar a las Fuerzas Armadas de la Nación, reducir a la nada su cometido esencial que es la defensa de la soberanía y dejarles como indigno cometido convertirse en un “ejército de salvación” al que solo se recurre en incendios, inundaciones y otras calamidades.
Este proceso de destrucción que lleva ya treinta y ocho años, proceso que para lograrlo se llegó inclusive a pisotear la Constitución Nacional- no olvidemos el juicio a las Juntas Militares, que fueron sacadas de sus jueces naturales o la infamia de los juicios de lesa humanidad donde personal militar y de seguridad fueron juzgados con leyes posteriores al presunto delito cometido- acciones a las que debemos sumar la disminución progresiva del presupuesto militar iniciado por Menem y seguido por los que vinieron después que dejó a las Fuerzas Armadas Argentinas sumidas en una incapacidad de reacción propia de una republiqueta a la que su integridad territorial le interesa nada.
Más allá de lo que digan los juristas, la ONU o los pacifistas que hacen de la imbecilidad la razón de sus argumentos, la pretensión de Piñera, que es la pretensión de Chile, tiene un aval que es viejo como el mundo, al final, todo le está permitido hacer a un estado que cuenta con fuerzas armadas disciplinadas, entrenadas y poderosas -más allá de la falsedad de sus aspiraciones- inclusive despojar de su mar y sus riquezas a un país que eligió la indefensión como política de estado.
JOSE LUIS MILIA
Miembro Honorario del Centro de Estudios Salta
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