1960-2020. Sorprende el caso de Argentina; contraintuitivamente, SIPRI revela que el gasto en Defensa se mantuvo contenido, por debajo o alrededor de 2% del PBI. Incluso durante gobiernos militares. Cerca del promedio de Sudamérica, salvo en 1976-1983.
Distinguimos dos etapas. Primero, hasta 1995. Entre 1977 y 1980 el gasto militar se fue a la zona de 4% del PBI (como el promedio mundial), y desde 1981 bajó. Malvinas con 2,7% en 1982. Chile gastó un 50% más que Argentina, hasta la intervención Papal (Beagle). Pero de 1980 a 1983 cada año marcó 3,1%; 3,5%; 2,7% (1982) y 2,7%, mientras Chile gastó 6,5%; 7,0%; 8,9% (duplicando el promedio mundial) y 7,6%. El gasto militar argentino continuó yendo a 1,5% (inicio de los ’90).
Los datos SIPRI/OTAN sobrevuelan relatos, ideología y grietas: Argentina nunca lideró carreras armamentistas, y se mantuvo como promedio Sudamérica. Ni en el pico del período más complicado (1976-1983) llegó a niveles astronómicos. Luego, con Raúl Alfonsín la democracia empezó bien con el gasto militar, manteniéndolo en 2,2% del PBI en promedio. Como Brasil, y mucho menos que Chile.
En el primer lustro de los ´90, se gastó 1,46% del PBI. Es interesante el lapso 1991-1994 (hasta el Tequila). La economía creció y la inflación se controló. Todo ello solventando ese gasto militar (1,46%). Quedó demostrado, no es cierto que bajando el gasto militar se reduce la pobreza. El fracaso económico y la pobreza se deben a otros problemas, no a gastar 1,5% en Defensa.
Aquel 1,46% hasta 1995 fue lógico, aunque abajo del promedio de la región. Pero en el segundo lustro de los ‘90, se redujo drásticamente, bajando a 1,15% del PBI (un 22%). A este nivel ya no es posible reequipamiento y entrenamiento operacional militar adecuado. Justificar semejante reducción presupuestaria por motivos políticos no tiene sentido, ya no quedan militares activos que no sean 100% de la democracia.
En la segunda etapa, 1996 al presente, la situación de Defensa solo ha variado entre “mal” y “peor”. Hoy lleva 24 años consecutivos sin recuperar 1,46% que tenía hasta 1995, y 16 años seguidos muy abajo de 1%, una línea “sicológica” de indigencia extrema de un sistema de Defensa (fue peor: 0,7%-0,8%). Es muy difícil con personal insuficiente y muy mal pago, sin TAM modernizados, sin aviones de patrulla marítima ni de combate, sin barcos, ni submarinos, ni equipos salvo de Defensa Civil, que no es el rol primario de las Fuerzas Armadas.
Algo pasa en la política con la Defensa. En 2017, la ONU amplió la Zona Económica Exclusiva argentina un 35%, unas 6 provincias de Buenos Aires. Quedamos en el top 8 de los países mas grandes (superficie terrestre y marítima ZEE). Con recursos hidrocarburíferos, pesqueros y núcleos polimetálicos de uso en tecnologías ya identificados en el lecho.
La respuesta política no fue reforzar sino debilitar: 0,75% en 2018, y en 2019 triste récord, 0,7%, el más bajo presupuesto militar de la historia argentina. Se oyó a San Martín y a Belgrano llorando en sus tumbas. En 2020 cambió la tendencia; según SIPRI el gasto militar subió algo, a 0,8%. Por el necesario blanqueo salarial, y por la creación del FONDEF, que ayudó, aún debajo del 1,45% mínimo necesario. De todos modos, este paso podría transformarse en un cambio de largo plazo que genere un horizonte positivo para las Fuerzas Armadas.
Pobreza estructural 40+%, estancamiento, inflación y sin salida a la vista, puede ser depresivo. Pero la recuperación es posible. Para concretarla, primero identificar lo realmente importante y resolverlo. Cuidar un territorio tan extenso y apetitoso, rodeado de tiburones geopolíticos, imposible sin Defensa. Disuasión, no guerra, pero para eso hay que tener capacidades operacionales respetables y ejercer la presencia de antemano. Esto tiene un costo bajo pero que debe ser pagado, un 1,45% del PBI (1% personal y funcionamiento; 0,15% entrenamiento; 0,3% reequipamiento, con asignación específica y protegido de rapiñas). Hay más que Defensa en la agenda, pero sin Fuerzas Armadas junto a los esfuerzos de la diplomacia, Argentina de alguna forma se desdibuja como Nación.
(*)El autor es especialista en políticas públicas y temas fiscales; primer Director Ejecutivo y creador de ARBA.