“Lamento informar el fallecimiento de Jovina, hermana del soldado Hermindo Luna. Junto a ella y los protagonistas luchamos para que se concrete el reconocimiento a nuestros héroes y familiares del 05/10/1975. Su legado es enorme. No bajaremos los brazos. QEPD”, escribió en su cuenta de Twitter el diputado formoseño Mario Arce.
A través de esta misma red social, el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV) agradeció las oraciones en su nombre y transmitió su apoyo “a su esposo e hijos y a sus hermanos, en el dolor de esta pérdida irreparable”.
“La conocimos en 2016 cuando la invitamos a participar del acto x el 5 de octubre en Formosa y dio una conferencia junto con varios familiares. Lamentamos su partida y damos nuestro pésame a su familia”, expresó la asociación civil.
Igual pronunciamiento tuvo la Unión de Promociones en un comunicado que lleva la firma de Coronel (r) Guillermo César Viola.
Durante una entrevista que brindó a Infobae en 2019, Jovina contó que el último recuerdo que tenía de su hermano era “un tirón de orejas” que le dio por su cumpleaños. Hermindo, que era diez años más grande que ella, fue uno de los soldados que defendió heróicamente el Regimiento de Infantería de Monte 29, cuando fue atacado por Montoneros.
“Mi hermano fue partido por la mitad, lo mataron en el momento en el que gritó fuerte ‘acá no se rinde nadie’”, sostuvo la mujer al recordar aquel fatídico 5 de octubre de 1975.
Ese día, que quedó plasmado en el libro de Ceferino Reato titulado “Operación Primicia” (mismo nombre que la organización guerrillera le dio a la misión destinada a copar el Regimiento), hubo un intenso combate de 30 minutos que dejó un saldo de 24 muertos, 12 montoneros y 12 defensores del cuartel, de los cuales 10 eran conscriptos. Este era el caso de Hermindo.
Los Luna eran una familia humilde. En un principio vivían en el Paraje Lamadrid, del departamento Patiño, a 30 kilómetros de Las Lomitas, muy cerca de la frontera con Paraguay.
Era un punto perdido en el mapa de dos o tres casas precarias donde ni había luz. El padre albañil se las arreglaba con changas, mientras que la madre, Secundina Vázquez, era ama un casa que amasaba panes para vender por la zona. Así criaron a 13 hijos -10 varones y 3 mujeres- que a medida que crecían ayudaban en la economía familiar.
Hermindo había nacido el 26 de junio de 1954 y creció sintiendo amor por el campo: lo que más le gustaba era trabajar con los animales. Aprendió a ser hábil para manejarse en el monte y, ya en su infancia, forjó una fortaleza que sorprendía.
Con el tiempo, los Luna se mudaron a Las Lomitas, donde también colaboraba en sembrar para el sustento familiar. Cuando creció, con dos de sus hermanos mayores, Nicasio y Mario, construyeron un horno de ladrillos. En uno de los momentos de descanso, se dieron el gusto y se tomaron una foto. Se lo ve a Hermindo, sonriente, el primero desde la izquierda, con pantalones claros. Es una de las pocas fotos que guarda su familia.
Cuando llegó el día del sorteo del servicio militar, el joven tenía la ansiedad a flor de piel. Toda la familia rodeó la radio. Por el número que salió, supo que le correspondía Ejército. Estaba nervioso de que lo destinaran a otra provincia como le había ocurrido a uno de sus hermanos, que debió hacer la colimba en la Marina, en la lejanísima ciudad de Buenos Aires.
Cuando le avisaron que su destino sería el Regimiento 29 de Formosa, se alegró. Se quedaría en sus pagos.
Ese domingo 5 de octubre de 1975, después de almorzar, los conscriptos habían jugado un partido de fútbol y se encaminaban a las duchas.
Entre ellos estaba Marcelino Torales, albañil, un chico humilde y peronista que soñaba con ser cantante como Sandro. Pero también, entre ellos, había un traidor: Luis Mayol, un santafecino que estudiaba Derecho y que era un militante montonero. Fue el que le abriría el portón de entrada a 5 camionetas con una treintena de montoneros que llegaban dispuestos, a sangre y fuego, a tomar el Regimiento.
Era la Operación Primicia, el bautismo de fuego del Ejército Montonero en pleno gobierno democrático de Isabel Perón.
Los montoneros también asesinaron a Edmundo Sosa, un joven que había cedido su franco a otro soldado porque su compañero necesitaba viajar a Clorinda para ganarse unos pesos acarreando bolsas de harina. El destino lo convirtió en una víctima del horror.
Los terroristas abatieron al sargento Víctor Zanabria que intentaba operar la radio para dar la alerta. Otro grupo asesinó a sangre fría a cinco conscriptos que dormían.
Cuando se dirigieron a otra de las cuadras donde descansaban soldados, se toparon con Hermindo Luna, que a sus 21 años hizo frente a cinco montoneros.
El joven conscripto los ve armados con sus FAL. Le gritan con furia: “Rendite, dame el arma, que la cosa no es con vos”. Luna se pone en alerta y lanza la frase en la que deja grabada todo su valor y amor por la Patria: “¡Acá no se rinde nadie, mierdas!” Afirmación de coraje e insulto a los atacantes en una sola frase que pasó a la historia.
Una ráfaga de ametralladora lo partió en dos. Cayó muerto sin soltar su fusil.
Sin embargo, su muerte no fue en vano: los disparos alertaron a sus compañeros, que hasta ese momento dormían una plácida siesta, quienes se levantaron y rápidamente lograron repeler el ataque. Los montoneros escaparon en un Boing 737 que estaba en el Regimiento, sufrieron varias bajas y solamente pudieron hacerse del avión, de 18 FAL y de un FAP.
Su hermana Jovina Luna ha luchado por años para obtener el reconocimiento al heroísmo de los soldados de Formosa. Logró que, como presidente, Mauricio Macri firmara un decreto reconociendo el derecho de los familiares de estas víctimas a cobrar una indemnización. Pero el Ministerio de Defensa todavía no lo ha instrumentado. Entretanto, los asesinos de Hermindo y sus camaradas siguen siendo honrados como víctimas en el Museo de la Memoria.