En la madrugada del 1º de mayo de 1982, aviones bombarderos Vulcan británicos que habían partido de la isla Ascensión, lanzaron una ráfaga de bombardeos sobre la Base Aérea Malvinas (BAM) –con el objetivo de inutilizar la pista de Puerto Argentino– y contra la Base Aérea Militar Cóndor de Ganso Verde, en Darwin. Posteriormente, se acoplaron a la ofensiva los cazabombarderos Sea Harrier.
Esa tarde, el destructor HMS Glamorgan y las fragatas HMS Alacrity y HMS Arrow se aproximaron a la costa este de la Isla Soledad para bombardear posiciones argentinas. Inmediatamente, la Fuerza Aérea emitió una orden que llegó a Puerto San Julián, en Santa Cruz, desde donde partió, a las 16 horas, la primera escuadrilla bautizada como “Torno”, integrada por el entonces capitán Norberto Dimeglio y los primeros tenientes Gustavo Aguirre Faget y César Román, a bordo de tres aviones Mirage 5 Dagger. Cada uno de ellos cargaba dos bombas de 250 kilogramos y 250 proyectiles en sus cañones de 30 milímetros.
Para evitar la interceptación de la señal de sus radios, los avezados pilotos debían llevar adelante su operación utilizando un reloj táctico y calcular la distancia a partir de la velocidad de sus aviones y, además, tenían que realizar un vuelo rasante para no ser detectados. Más allá de las discrepancias históricas sobre la efectividad del ataque, lo cierto es que el golpe de estos tres héroes argentinos y de sus colegas de los 57 aviones utilizados ese mismo día por la Fuerza Aérea Argentina, con el lanzamiento de 20 toneladas de bombas, fue de tal magnitud que forzó el repliegue de la flota británica. En ese primer enfrentamiento aéreo murieron 13 oficiales y suboficiales y dos conscriptos de la Fuerza Aérea Argentina.
En el testimonio que brindó a DEF-TV, el brigadier retirado Horacio Mir González –entonces capitán– destacó la “camaradería” y el “trabajo de equipo” de los pilotos y mecánicos argentinos. Con misiones fugaces, cuyos ataques no podían prolongarse por más de 8 a 10 minutos, estos verdaderos héroes lograron provocar importantes bajas en el enemigo y resistir, en condiciones tremendamente desventajosas, la ofensiva de una de las principales potencias de la OTAN, dotada de armamento y tecnología mucho más moderna para este tipo de combate.