República Argentina: 10:57:39pm

La década argentina de los trece años es guía y referencia, el reservorio de ideas, el gen del dos mil, los resabios históricos, los relatos, el ejercicio de la memoria o el ancla de un país encallado. Y como dice Ceferino Reato, periodista, historiador y escritor, los setenta argentinos son como la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, Vietnam o el fascismo: un género literario.

Es casi un biógrafo de los setenta. De sus nueve libros, cinco son observaciones específicas y panorámicas sobre sucesos ocurridos en esos años. Los 70, la década que siempre vuelve es su último trabajo: lo presentó por zoom el lunes 19 de octubre de 2020. Sentía la necesidad de construir un registro global de su propia bibliografía: ya había descripto pantallazos, fragmentos, atentados, fenómenos claves del período (Operación Traviata en 2008, Operación Primicia en 2010, Disposición Final en 2012 y ¡Viva la Sangre! en 2013, todos de Editorial Sudamericana). Será su anteúltimo trabajo cuando lance su décimo libro, también relacionado a un episodio insignia de los setenta.

Los setenta fueron una orgía de sueños, ideales, sangre y muerte. “Una escalada de pasiones sin freno; de amor y entrega a la causa de los pobres y a la Revolución pero también de odio intransigente a los ‘enemigos del pueblo’, una categoría bastante amplia que incluía no solo a militares y policías sino también a la ‘oligarquía’, los funcionarios ‘corruptos’, los políticos ‘vendepatria’, los sindicalistas “burócratas” y la clase media ‘colonizada’ y ‘entreguista’”, definió Reato en el primer capítulo del libro.

Ceferino Reato interpretó que en "en los setenta había un cierto desprecio por la democracia: ser un demócrata reformista era como ser medio cobarde"

“Es una década muy vital -describió en diálogo con Infobae-, con muchos sueños, con muchos ideales, muchos proyectos, muchas patrias (una socialista, una peronista, una militar) que involucró a casi toda la sociedad. Eso despertó muchas pasiones y todo terminó mal: con sangre, con muertos, con desaparecidos, con atentados, con bombas, con mucha violencia política, con mucha frustración y hasta con una guerra perdida. Es difícil de imaginar que un país como nosotros pueda hacerle una guerra a la NATO (North Atlantic Treaty Organization, OTAN), que era Gran Bretaña y Estados, pero lo hicimos. Lo hicimos mal. Eso genera una gran frustración. Es sobre esa frustración sobre la que volvemos. Agrego volvemos mal, porque volvemos para tratar de justificar lo que nosotros queremos hacer con el país. No es una vuelta al pasado como en Italia que siempre está hablando de Mussolini, o España o Estados Unidos que siempre hablan de la esclavitud, pero desde el presente proyectándose al futuro. Acá es como si nos quisiéramos quedar en el pasado”.

La descripción del título es una declaración y un anuncio. El libro intenta razonar y explicar la potente filiación, la correspondencia y la descendencia entre la actualidad y los setenta, “la década que siempre vuelve”. El autor plantea la hipótesis de que en aquel entonces compitieron tres visiones, tres patrias: “Fue un quiebre para muchos proyectos de país, para muchos grupos. Por ejemplo, los grupos revolucionarios pensaban que el socialismo estaba a la vuelta de la esquina y que la violencia era la partera de la historia, como decía Marx. Por lo tanto, la violencia ahí estaba justificada. Del otro lado, los contrarrevolucionarios decían ‘no, esta es la oportunidad para terminar con los males del país’. Por ejemplo, la postura de Videla: tomemos el poder para cambiar la sociedad. Proceso de reorganización nacional. Es decir, la sociedad es de plastilina, la podemos moldear, podemos sacar esto, podemos agregar aquello, podemos matar personas. Y después los peronistas que están siempre tratando de revivir un proyecto que en aquel momento para mí murió: el pacto entre el capital y el trabajo mediado por el Estado, la justicia social, la tercera posición en todo, también en las relaciones internacionales. Fue una década donde nos mostró la insuficiencia de los proyectos que nosotros podemos generar. Me da la impresión que nos interesa tanto porque no tenemos un nuevo proyecto a partir de esos fracasos”)

Esa competencia -dice Ceferino- tenía como propósito fundar un país sin coaliciones, sin integraciones. “Son proyectos contra otros: el proyecto revolucionario-socialista era claramente contra el capitalismo, contra los oligarcas, contra el Ejército, contras las clases medias consumistas y no son nacionales. El proyecto militar excluyó, mató e hizo desaparecer a miles de personas. Eso es la grieta al palo, la grieta llevada al extremo”. La grieta no nació en los setenta, pero en esos años las discrepancias se exacerbaron a tal punto que aún hoy, según la interpretación del autor, siguen alimentando la discusión política.

El autor sugiere de una reincidencia, en la que él mismo cae. Y cree que Argentina es un país volcado hacia un pasado poco glorioso, un tiempo tormentoso, macabro, oscuro, que no terminó bien. “Lo cual habla de nosotros, del presente”, analizó. Reato distingue a los setenta en todos lados, tal vez por obsesión o por desvío profesional. “La encuentro todos los días: Alberto Fernández asume la presidencia del PJ, que vale menos que la presidencia de un club de barrio, y sin embargo hace un discurso poniendo a los otros, que son argentinos, en el lugar del enemigo al que hay que derrotar, al que hay que vencer. Lo veo en la persistencia de los organismos de derechos humanos sobre la cifra mágica de los 30 mil desaparecidos, 30 mil árboles. Lo veo en la derecha más dura que sigue negando lo que pasó. Lo ves en todos lados. Es como si estuvieran de nuevo los setenta. El peronismo que habla como si tuviera algo que ofrecer: lo único que ha ofrecido últimamente es pobreza, caos, atraso. Y en la derecha pro militar que todavía sigue diciendo ‘no, bueno, bla…’. Son tres negaciones de tres patrias, de tres proyectos. Estamos peor que los setenta si mirás los índices socioeconómicos. Y todo nuestro discurso está impregnado en los setenta”.

Los 70, de Ceferino Reato

En términos de gobernabilidad, clima político y orden democrático, Reato validó que hoy, en la segunda década del segundo milenio, “estamos mucho mejor”. No escatimó esos valores y reconoció las mejoras institucionales. Lo que le preocupa es que, aún en un régimen de consensos y alianzas, los parámetros socioeconómicos sean peores. “En el ’75, que fue una tormenta de violencia, el salario de los trabajadores casi igualaba a la parte del capital. Eso hoy no existe. Y no había desocupación. Y la pobreza era del 4 por ciento. ¿De qué nos sirvió toda esta algarabía?”, cuestionó el autor.

“Los setenta nos interpelan mucho -desarrolló Reato-. El hecho de que el kirchnerismo esté con sus banderas actualiza a los setenta. Hablan de cosas que si yo no vengo a explicar, nadie va a entender nada. Hablan de La Cámpora, ¿quién es Cámpora? Existió una persona que se llamó Héctor J. Cámpora, duró 49 días. ¿Qué significó? Eso lo tenemos que explicar. 30 mil árboles. ¿Por qué 30 mil? El kirchnerismo y los organismos de derechos humanos que se han quedado en el tiempo actualizan mucho los setenta. El macrismo, por ejemplo, no quería hablar de los setenta. ¿Por qué no quería hablar? Porque tenían cola de paja. Sabían que criticar eso se les podía volver en contra. No querían dar la discusión. Los setenta son una grieta abierta, que el kirchnerismo abre cada vez más”.

Dividió los trece años de la década en tres períodos: del ’70 al ’73, del ’73 al ’76 y del ’76 en adelante. Y detalló las características de cada bloque: “La primera parte es cuando vuelve el peronismo: el 25 de mayo de 1973 asume ese señor Cámpora que ahora se ha hecho tan famoso. Esa es la época dorada de las organizaciones guerrilleras, especialmente de la Juventud Peronista. Montoneros hizo una jugada espectacular, que es política. Dejaron las armas en general y apoyaron la salida electoral que propiciaba el regreso del peronismo. Eso no lo había hecho ninguna fuerza guerrillera. Fue un momento de gran popularidad del peronismo. Totalmente desperdiciado. Del ’73 al ’76 pasaron cuatro gobiernos peronistas, donde vimos distintos peronismos que son los que después vamos a ver en acción a lo largo de los años sucesivos: un peronismo de izquierda, un peronismo de centro, un peronismo de derecha. Es el gran fracaso del peronismo, porque después ya no tuvo más nada que ofrecer. Y después la dictadura. Los militares dieron el golpe cuando quisieron. Habían logrado una gran autonomía y eran otros militares, no los que creía la guerrilla -que también apoyó y propició el golpe-, ni los que creían parte del peronismo, los liberales, los conservadores, sino que eran otros mucho más fundamentalistas. Ellos creían que podían solucionar los grandes problemas argentinos, que había que recortar la sociedad y eliminar a mucha gente. Eso terminó muy mal. Uno diría hoy que no podría haber terminado de otra manera”.

Si es que realmente los setenta terminaron.

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