República Argentina: 2:35:10am

Jorge García Mantel fue ex alumno del Colegio Nacional de Buenos Aires. Es Coronel retirado, egresado del Colegio Militar primero de su promoción. Es Oficial de Estado Mayor del Ejército Argentino y del Ejército de los EEUU. Fue Jefe de dos Unidades de Combate, una en el país y otra en el exterior bajo mandato del Capítulo VII de la Carta de la ONU. Fue Agregado de Defensa en Francia, Bélgica, Suiza y Portugal.

Es Licenciado en Estrategia y Organización y Analista en Prospectiva Estratégica por el Instituto de Altos Estudios de Defensa Nacional Francés. Fue Director Nacional de Planeamiento y Estrategia del Ministerio de Defensa. Actualmente es miembro del Instituto de Política Económica en la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, consultor asociado de Anticiparse Argentina e integrante del Comité Asesor Académico del Observatorio de Seguridad y Defensa de la UCEMA.

A continuación, la entrevista

Zona Militar – ¿Qué diagnóstico de manera sintetizada se puede hacer de la realidad de la Defensa Nacional?

Jorge García Mantel – La Defensa Nacional se encuentra desde hace algunos años en uno de sus peores momentos históricos. Si Roca, Yrigoyen, Perón o Frondizi, por citar algunos ex Presidentes, observaran la situación, sentirían preocupación. Se trata de un área fundamental de cualquier Estado para respaldar las acciones de su política exterior. Argentina, uno de los países más extensos y ricos de la Tierra, hoy no dispone de un Sistema de Defensa con las capacidades suficientes para disuadir amenazas y defender sus intereses nacionales. Sólo tomemos un ejemplo: la depredación permanente del Mar Argentino por pesqueros extranjeros.

En este sentido, es doloroso recordar lo expresado por el Think Tank Henry Jackson del RUGB en enero del 2019, a propósito de un informe de capacidad geopolítica de los países integrantes del G20. El reporte enfatiza el deterioro del sistema de defensa nacional. Nos ubican dentro del grupo de potencias locales, es decir aquellas naciones que no poseen una estructura que le permita desplegar instrumentos de poder tangible para zanjar diferendos geopolíticos o defender sus intereses nacionales.

En nuestro país, resulta muy valioso y detallado el informe producido en septiembre de 2018 por el Fiscal Di Lello como consecuencia de la tragedia del ARA San Juan, denominado ¨El Problema de la Defensa Nacional¨. Vale la pena recordar algunas de sus conclusiones:

¨La crisis económica no puede ser óbice para el cumplimiento del mandato legal y constitucional¨.

¨Que el primer objetivo es llevar en un quinquenio el presupuesto al 1,5% del PBI, cifra mínima razonable¨.

¨Que en apariencia podría parecer que no es el momento de hacerlo, pero nunca ha de serlo sino se toma real magnitud del problema de la defensa nacional¨.

¨Sobre la Argentina se ciernen riesgos que no dependen de la voluntad de sus ciudadanos sino de las circunstancias del orbe¨.

ZM – ¿Para usted, ¿cuáles son las principales amenazas que enfrenta el Estado Nacional donde podría intervenir el ámbito de la Defensa Nacional?

GM – La Defensa Nacional puede actuar como actor principal, es decir teniendo la responsabilidad primaria de las acciones o como actor secundario, esto es, contribuyendo, en el marco de lo que le permiten las leyes, con otra u otras áreas del Estado que tenga la responsabilidad primaria de atender la amenaza.

Mirando a largo plazo, el mundo en el 2050 pasará de los actuales 7.700 millones de habitantes a 9.700. Estudios prospectivos indican que escasearán los recursos naturales, las fuentes de energía y el agua dulce, así como el calentamiento global, la contaminación y el incremento de la pobreza complicarán la existencia en muchos países, provocando migraciones hacia territorios ¨vivibles¨. Todo lo anterior tensará el escenario internacional.

En definitiva, las amenazas y los riesgos a los intereses nacionales serán cada vez mayores. Hoy la Argentina es una ¨joya¨ mundial enorme, subpoblada, con el 30% de su territorio vacío en términos geopolíticos, plena de los insumos vitales faltantes antes mencionados y, en general, que aún mantiene la pureza del medio ambiente. Debería tener bien preparadas a sus FFAA, la ¨última ratio¨ del Estado, para enfrentar este complejo futuro. Esto significa estar en condiciones de garantizar la soberanía e independencia de la Nación, su integridad territorial, su capacidad de autodeterminación y proteger la vida y libertad de sus habitantes.

Apuntando al mediano plazo identificamos casi veinte riesgos y amenazas posibles para la Argentina hasta el año 2035, pero pondré el foco solamente en cuatro amenazas y un riesgo.

Hoy la Argentina es una ¨joya¨ mundial enorme, subpoblada, con el 30% de su territorio vacío en términos geopolíticos, plena de los insumos vitales faltantes antes mencionados y, en general, que aún mantiene la pureza del medio ambiente. Debería tener bien preparadas a sus FFAA

Como actor principal, la primera amenaza, ya mencionada, es la depredación de nuestros recursos naturales aprovechando las zonas con escasos medios de vigilancia y control, en particular la relacionada con la pesca furtiva en nuestra zona económica exclusiva. La segunda es la ejecución de ciberataques que afecten infraestructuras críticas del país.

Como actor secundario, la Defensa Nacional debería involucrarse mucho más, en el marco de las atribuciones que le otorga la ley de seguridad interior, en contribuir con las Fuerzas de Seguridad, actores primarios, en la lucha contra el narcotráfico. Esta es una amenaza muy seria, que ya está haciendo estragos en nuestra sociedad y que puede conducirnos en muy pocos años hacia un Narcoestado. Un mayor apoyo logístico, así como un eficaz control y vigilancia del espacio aéreo, fluvial y marítimo (hoy insuficiente), serían seguramente de gran utilidad para ayudar a combatir este flagelo.

Otra contribución que debería hacer la Defensa Nacional como actor secundario es apoyar a la Política Exterior en los reclamos ante el Reino Unido de Gran Bretaña por el 23% de nuestro territorio usurpado. Recordemos que Argentina debería defender por mandato legal y constitucional, un total aproximado de 10,5 millones de km2 terrestres y marítimos, más el espacio aéreo correspondiente y el ciberespacio.

Hoy ejercemos soberanía plena sólo en el 41%. El restante 36% es lo que pretendemos en la Antártida, donde el RUGB también reclama el 100% de nuestro sector. Hoy la potencia usurpadora acciona unilateralmente explorando, explotando u otorgando licencias de nuestros recursos naturales en el mar circundante a nuestras islas.

Además, las ocupa militarmente a ¨bajo costo¨, por la situación de la Defensa Argentina, con una guarnición de 1200 efectivos, radares y misiles tierra-aire, un patrullero oceánico/fragata y 4 aviones de combate, como elementos esenciales estables. Si el Sistema de Defensa Nacional tuviera una eficaz capacidad de disuasión, los costos de ocupación se elevarían, y esto contribuiría a que nuestra Política Exterior se sentara a negociar con otra ¨musculatura¨ y en mejores condiciones la recuperación de la soberanía por la vía diplomática.

Finalmente, quiero hacer referencia a lo preocupante que debería resultar para la Argentina, el funcionamiento desde el 2017 de la ¨autónoma¨ Estación Espacial China en Neuquén (autoriza el ingreso la Embajada de ese país). Por 50 años se entregaron 200 Has en comodato para que el gigante asiático instalara su tercer gran antena, la que podría trabajar en tándem con otras 2 similares que se encuentran en su territorio. La operan chinos y depende del Ejército Popular de ese país, bajo el argumento civil de la exploración de la Luna. El uso militar de esta instalación es muy probable ya que el ¨espacio exterior¨ es uno de los ámbitos que desarrolla China en su Estrategia Militar desde el 2015. No fue casual que EEUU haya expresado su preocupación al gobierno anterior y que el entonces Comandante Sur la haya expuesto en el Congreso de su país. Argentina tiene en su territorio, una Estación Espacial que podría formar parte de un sistema de defensa extranjero y, por lo tanto, existiría el riesgo de quedar involucrados en un eventual conflicto entre potencias.

ZM – ¿Cómo evaluaría la situación del Instrumento Militar de las Fuerzas Armadas y cómo cree que debería orientar la política la adquisición del equipamiento pensando en el futuro?

JGM – Las FFAA se encuentran desde hace años bajo un ahogo presupuestario que no tiene precedentes en el mundo. Una ¨anti¨ política de estado que ha desarmado al país y que sólo se explica por razones político-ideológicas.

El nivel presupuestario de las FFAA estuvo muy por debajo del promedio de la región durante los últimos 25/30 años, lo que provocó una peligrosa desinversión, estimada en 50.000 millones de dólares. Sólo entre 2003 y 2018 el presupuesto se mantuvo entre un 0,8/0,9% del PBI, mientras en Sudamérica promedió el doble. Desde 2019 las FFAA reciben un porcentaje aún inferior a ese 0,8%, lo que refleja la escasa prioridad otorgada a la jurisdicción defensa.

Nunca se cumplió con un plan de inversiones de mediano y largo plazo para recuperar capacidades y alcanzar niveles aceptables de adiestramiento. Ejemplo de ello fue la incumplida ley de reestructuración de 1998 y el Plan CAMIL del 2011, que preveía invertir 8.000 millones de dólares en 20 años. Ahora se aprobó un Fondo para la Defensa (FONDEF), que otorga menos dinero que el Plan CAMIL (aproximadamente 6000 millones de dólares en 20 años a razón de 300 millones anuales), habiendo transcurrido una década más de deterioro y pérdida de material. Si bien el FONDEF resultó un avance importante en cuanto al reconocimiento de la pésima situación del equipamiento de las FFAA, resulta insuficiente para recuperar en un plazo lógico al Sistema de Defensa. Además, las experiencias previas ya descriptas, generan escepticismo respecto a su cumplimiento en el tiempo.

Analicemos dos ejemplos regionales donde la Defensa constituye una verdadera política de estado. En el 2008, Lula firmó la Estrategia de Defensa Nacional (END) con alcance hasta el 2030, obligando a todos los ministerios a consultarla antes de realizar sus respectivos planeamientos sectoriales. En ella se decidió invertir 25/30 mil millones de dólares en 22 años, esto es, 1.300 anuales en promedio, en infraestructura y modernización de equipos. Bolsonaro, en las antípodas ideológicas, la sigue cumpliendo.

Dictó hace pocos meses su Política de Defensa en sintonía con aquella END. Hoy Brasil invierte el 2% del PBI. Inauguró el año pasado una base naval para construir 4 submarinos convencionales y 1 a propulsión nuclear para defender su Amazonia Azul (Mar Brasileño) por 6.500 millones de dólares. Argentina hoy no tiene submarinos en servicio.

Chile elaboró para el período 2012/24 una Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa (ENSYD), previendo invertir entre 9/11 mil millones de dólares, o sea, 850 millones anuales promedio en equipamiento. La viene cumpliendo con gobiernos de opuestos signos políticos. El presupuesto es del 1,8% del PBI. Hace pocos meses, firmaron con EEUU un contrato por 640 millones de dólares para modernizar una gran parte de sus 44 aviones supersónicos F16 de 4ta generación. Argentina busca extender la vida útil de la decena de subsónicos A4AR que aún quedan en servicio y fuera de él.

Relacionado con las capacidades que deberían recuperar y desarrollar las FFAA no me voy a referir porque debería extenderme bastante. Por otra parte, muchos de quienes vienen participando de este ciclo de Zona Militar ya han mencionado las más urgentes. Sólo quiero comentar un anuncio reciente, el de la modernización de los tanques medianos del Ejército.

Por un lado, sin dudas, una buena noticia. Por el otro, todo un símbolo de la escasa importancia que se le ha dado a la defensa nacional, que antes comentamos. Treinta y cinco años después de su puesta en servicio, un tercio de los vehículos de combate más letales del Ejército serán modernizados y, por fin, podrán combatir de noche.

Respecto de la política de adquisición de armamento se presenta un dilema. Argentina históricamente ha tenido equipos provenientes de EEUU, Israel y de países de Europa Occidental, a los que se ha adaptado fácilmente. Hoy, mucho del equipamiento de esa procedencia, dispone de componentes británicos y éstos vetan cualquier compra.

Si los países a los que históricamente les hemos adquirido armamento y sus aliados, no ayudan a solucionar este impedimento, Argentina será ¨empujada¨ a obtener material con el que no se siente familiarizado como el ruso o el chino y que además podría generar inconvenientes logísticos y hasta repercusiones geopolíticas. No sería lo ideal, pero nos pueden llevar hacia allí, si no se modifica la actual situación.

ZM – ¿Cuáles deberían ser los aliados naturales de la Argentina en el contexto mundial y qué ámbitos de cooperación cree que se puede profundizar?

JGM – Alguna vez escuché que en las relaciones internacionales no hay amores, hay temores. Los países no tienen amigos, simplemente tienen intereses y para eso se sirven a lo largo de su historia de aliados circunstanciales más o menos duraderos. En el contexto que se avecina, los aliados principales de la Argentina deberían estar en la región. Fundamentalmente debería ser Brasil, con quien tenemos intereses, riesgos y amenazas comunes en los próximos años. Por un lado, la defensa de nuestros recursos naturales, algunos de los cuales compartimos como el Acuífero Guaraní y especialmente las enormes riquezas ictícolas y minerales del Atlántico Sur, a los que Brasil en su jurisdicción llama Amazonia Azul y nosotros Pampa Azul.

Por otro lado, creo que, entre otras cosas, deberíamos buscar nuestros nichos de producción y enlazar lo que queda de nuestro polo industrial militar con el poderoso polo brasileño, el más importante de Sudamérica.

Con el resto de los países de la región mantener e incrementar las medidas de confianza mutua. Hay un par de casos que deberían tener atención especial. Uno es Chile, con quien aún queda por demarcar una zona de los hielos continentales (pendiente desde 1998), existe un 40% de nuestro sector antártico que también es pretendido por el país trasandino y hubo un reciente malestar a raíz de la publicación argentina de mapas con nuestra plataforma continental extendida, producto de la decisión de la ONU de 2016.

Deberíamos conversar/acordar todos estos temas, porque es un vecino importante. El otro caso es Perú, una Nación con la que se rompe esa regla que señalé de que los países no tienen amigos. Además de compartir la devoción por el Gral San Martín, fue el único de la región que nos proporcionó una ayuda concreta de 10 aviones Mirage en 1982 para combatir por nuestras Malvinas. Más allá del pedido de disculpas oficial del gobierno argentino del año 2010 por la venta de armas a Ecuador, deberíamos retomar más estrechamente esa vieja relación de sincera hermandad histórica.

ZM – ¿Cómo evaluaría usted la percepción actual de la ciudadanía sobre el rol de las Fuerzas Armadas?

JGM – Hace muchos años que las FFAA recuperaron su prestigio social en la mayoría de la ciudadanía. Sólo se mantienen constantes los ataques de un minúsculo grupo ideologizado.

Encuestas de hace 5 años ya ubicaban a las FFAA en el top 4/5 de la ponderación pública. Encuestas más recientes, como las realizadas a propósito de la tragedia del ARA San Juan, dieron cuenta del elevado porcentaje de argentinos (6 de cada 10) que pedía el urgente reequipamiento de las FFAA.

La pandemia ha elevado aún más esa ponderación al puesto 2/3, producto de un trabajo descomunal en apoyo de sus conciudadanos. Apoyo que podría ser mayor si dispusieran de equipamiento moderno y del presupuesto necesario. Reitero, la inmensa mayoría de los argentinos, y muy especialmente en el interior del país, han demostrado y demuestran a diario tener una gran ponderación de sus FFAA. Por ello, no es casual que se hayan alcanzado niveles récord en las solicitudes de ingreso a los tres Institutos de Formación.

ZM – ¿Cuáles son los consensos básicos que usted podría compartir y considerar con sus pares académicos, superando las diferencias de ideologías y posiciones políticas a la hora de pensar la Defensa Nacional?

JGM – El consenso básico clave para sacar de la crónica y peligrosa postración al Sistema de Defensa Nacional sería consensuar con los expertos y muy especialmente con la clase dirigente de los principales espacios políticos, el abandono de los prejuicios ideológicos sobre las FFAA más democráticas de la región desde hace treinta años y colocar el foco solamente en pensar cuánto y cómo invertir para defender los intereses nacionales de los riesgos y amenazas futuras. Ya he comentado lo que sucede en Brasil y Chile. Allí deberíamos mirarnos.

Con mucho entusiasmo leí en julio del 2020 el reconocimiento por parte del Ministro de Defensa en dos entrevistas casi consecutivas, de que el factor ideológico había influido en las últimas décadas en el desfinanciamiento de las FFAA, desde un sector, como una forma de quitarle poder al (ex) ¨partido militar¨, así como desde otro sector, con la pretensión de achicar a las FFAA con una mirada fiscalista.

Es una expresión de enorme valor, primero por la autoridad nacional que lo expresó y segundo porque se pone el problema de fondo sobre la mesa. Se reconoce la causa del estado de situación. Con este diagnóstico, que comparto absolutamente, debería ser más fácil construir una verdadera política de estado de defensa. El siguiente consenso es acordar que la reconstrucción no puede demorar más de diez años.

Tardar más, a mi juicio, pondría en peligro el legado de los 10,5 millones de km2 que tenemos la obligación constitucional de dejar a las próximas generaciones. Y aquí quiero volver a enfatizar nuestras pretensiones antárticas, el continente que junto con el Ártico y el Espacio serán las grandes fuentes de recursos en el futuro y consecuentemente de disputas. El futuro de la Antártida se resolverá mucho antes de lo que se cree.

ZM – Pensando en el espacio académico como un asesor natural a la gestión política, ¿qué propuestas se le ocurren para cambiar, profundizar o mantener en la política de Defensa Nacional?

JGM – Argentina debe terminar rápidamente con este desarme unilateral, inentendible en el resto del mundo y muy especialmente para nuestros vecinos, que ya no nos ven como un socio confiable en términos defensivos. Las amenazas al país no dependen de nuestra voluntad, sino de circunstancias exógenas, mundiales o regionales. Sin FFAA aptas no hay soberanía posible.

El país debe recuperar a pleno su capacidad de autodeterminación. Los intereses nacionales no pueden esperar otros 20 años con presupuestos anuales exiguos y con fondos de reequipamiento escasos.

Pensar que Argentina vivirá en una eterna zona de paz es una utopía. Nuestros vecinos lo tienen claro, ninguno se ha desarmado. El mundo que nos espera será más intolerante e inseguro. Sólo un premeditado interés de otro tipo no sería capaz de admitirlo.

Más allá de la necesidad de alinear, actualizar y completar el plexo normativo de defensa y seguridad, la política de defensa nacional, habida cuenta de la situación en que se encuentra, hay que empezar ya a modificarla con una inversión importante y eso requiere de la decisión política/consenso de la clase dirigente a la que nos hemos referido anteriormente. Argentina no puede defender sus intereses nacionales con ¨papeles¨, esto es decretos, resoluciones, directivas por más perfectos que sean, ni incrementando su burocracia de defensa. El país necesitaría invertir un piso de 10 mil millones de dólares (es lo que sale un plan de equipamiento que permita recuperar/incorporar medianamente capacidades imprescindibles) en los próximos 10 años y llevar el porcentaje de la jurisdicción a un mínimo del 1,5% del PBI en tres años, que nos aproxime al promedio regional. Las dos cosas van de la mano. Argentina debería empezar a reconstruir el Instrumento Militar de su Sistema de Defensa poniendo los pesos que hay que poner y abandonando los eternos diagnósticos y las interminables discusiones teóricas/ideológicas. De otra manera y con el presupuesto que se le viene asignando, las FFAA seguirán siendo los uniformados peor pagos del país y no se podrá:

Detener el éxodo de personal.

Incorporar mayor cantidad de soldados voluntarios para paliar el crónico déficit de ellos y aumentar la operatividad de las unidades.

Poner en funcionamiento un sistema de reservas profesional (es imprescindibles sancionar una Ley de Reservas, ya que el país carece de ellas) que permita remontar el instrumento militar en casos de crisis.

Adiestrarse con los estándares internacionales necesarios para ser operativos y reducir los accidentes al mínimo.

Mantener en condiciones su material e infraestructura.

Poner en condiciones competitivas la capacidad de investigación, desarrollo y producción de su complejo industrial de defensa.

Con este presupuesto será imposible alcanzar los estándares internacionales de gastos, esto es, 70% en personal, 15% en funcionamiento/adiestramiento y 15% en equipamiento. Con estos porcentajes del PBI, los gastos en personal siempre serán el 85/90% y un sector de la clase dirigente, seguirá exigiendo reducir aún más las FFAA. En este sentido, los actuales 78.000 miembros ya resultan insuficientes para el presente y lo serán mucho más a futuro.

Ambos, presupuesto anual algo más que duplicado y FONDEF algo más que triplicado, deberían tener su anclaje en una estrategia de defensa de mediano y largo plazo multisectorial que los respalde como ocurre en Brasil y Chile, y que explicite, entre otras cosas, los riesgos y amenazas que enfrentará el país en los próximos 20/30 años. En lo posible, debería tener aprobación legislativa, para lograr el compromiso de la mayoría de los espacios políticos. Argentina carece de esa estrategia, que debería ser conducida, por su carácter multisectorial, por la Jefatura de Gabinete (Secretaría de Asuntos Estratégicos) con la estrecha colaboración del Ministerio de Defensa, como órgano de trabajo del Consejo de Defensa Nacional. En este sentido, creo que debería cambiarse el enfoque de elaborar Directivas de Política de Defensa para cuatro años, elaboradas unilateralmente desde la jurisdicción, sin una mirada amplia/consensuada y con una concepción de Libro Blanco, más que de una estrategia de defensa de largo plazo.

Urge también empezar a crear conciencia de defensa nacional. Ella debería dejar de lado toda connotación político-ideológica y circunscribirse a explicitar las características de la inmensa Argentina que se debe defender, el marco legal existente, los riesgos y amenazas futuros, así como detallar la conformación del Sistema de Defensa. La Universidad de la Defensa debería ser la herramienta apta para crear esta imprescindible conciencia en los ámbitos educativos secundarios y universitarios, porque ¨nadie quiere lo que no conoce ni nadie defiende lo que no valora¨.

Disponer de FFAA aptas no es opcional, se trata de un mandato constitucional, resumido en su Preámbulo en la frase ¨Proveer a la defensa común¨.

Finalmente, deberíamos pensar que, en política internacional, las Naciones trabajan para alcanzar sus intereses, vinculados, en general, con lograr un mayor bienestar de su población. En este marco, los países poderosos son actores en el escenario mundial/regional y pueden imponer condiciones, mientras que los débiles son sólo espectadores sin influencia, a merced de los designios de aquéllos.

Fuente: www.zona-militar.com

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