Cayó víctima de locos y cobardes que en su silencio gozaron con su agonía, sin saber que era héroe. Estoico hasta el final, nos enseñó cómo con valor y resignación cristiana se debe estar preparado para el momento más difícil. Fue militar de vocación, compenetrado de sus deberes familiares y abnegado creyente. Dura y real lección nos legó. Terminaron con su vida en un alarde de crueldad y sadismo, exento del menor sentimiento. Hoy le rindo con simpleza este homenaje que la Justicia no ha sabido comprender. No tengo espíritu de venganza ni mucho menos apetencias económicas o políticas. Tampoco intento reivindicar a ninguno de los actores que tuvieron parte en el conflicto. Solo quiero recuperar la memoria de un pueblo en donde la grieta se profundiza y transfiere a generaciones más jóvenes.
Silvia Ibarzábal
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Publicado en La Nación.