Donald Trump ha perdido las elecciones, sigue peleando en la justicia porque denuncia que se las robaron y ahora acaba de echar a su ministro de Defensa, con quien había tenido ya algunos choques. ¿Se viene una 0sangría de funcionarios que se van en el último respiro de su gobierno? ¿Se vengará de los que no lo apoyaron sin chistar?
Como es su costumbre, el presidente saliente anunció la novedad en su cuenta de Twitter: “Mark Esper ha terminado”. Y anunció que su reemplazante será Christopher Miller, director Nacional de Contraterrorismo.
"¡Chris va a hacer un GRAN trabajo! Mark Esper fue despedido. Le agradezco su servicio", tuiteó el presidente.
Desde hace meses se esperaba la caída del ministro de Defensa, luego de que el funcionario discrepara públicamente con el presidente al decir que las tropas en actividad no debían ser enviadas para controlar las protestas contra el racismo y la brutalidad policial que se extendían en el país.
Trump, que quería invocar el Acta de Insurrección para enviar al ejército, estaba “furioso” con Esper, comentaban entonces funcionarios en off the record. También discreparon sobre el tema de renombrar bases militares en honor a generales confederados, algo que Esper favorecía y Trump no.
Además, el funcionario de 56 años era uno de los pocos que aparecía en público con barbijo, siguiendo los lineamientos sanitarios del coronavirus, pero en contraste con las costumbres de la Casa Blanca, liderada por su líder.
Las tensiones entre ambos aumentaron e incluso se dijo que el funcionario ya tenía preparada una carta de renuncia hace semanas, según dijeron sus allegados.
La salida de Esper abre el escenario que muchos planteaban en Washington: después de las elecciones, y más aún si perdía, Trump iba a “vengarse” de quienes no le habían sido “leales”, un concepto que él equipara a que nadie lo contradiga en nada. Otros de los que se señalaba como posible objetivo era el doctor Anthony Fauci, zar de la lucha contra el coronavirus, que lo contradijo varias veces y que logró tener una gran popularidad en su cargo.
Tambíen podrían producirse renuncias de funcionarios que no comparten la estrategia presidencial de no aceptar los resultados de las elecciones y resistir en la justicia con las denuncias de fraude, una situación inédita en el país.