Turquía está lejos del arma nuclear, pero tiene fuerzas militares convencionales importantes (medio millón de efectivos entre el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea). Está en una situación geopolítica central entre Europa y Asia. Turquía es el único país que tiene territorios en ambos continentes, pero además integra la OTAN, la alianza militar occidental. En la Guerra Fría esto significaba tomar partido definitivamente por un bando, el occidental. En años recientes ha desconocido el compromiso de la Alianza como no adquirir determinados armamentos, concretamente al comprar sistemas antiaéreos en Rusia.
Despliega su acción en un ámbito donde la etnia turca y el islamismo se combinan en dos niveles de acción. Los países de origen turco son 6: Turquía, Azerbaiyán y cuatro países de Europa Central: Uzbekistán, Kirguistán, Kazajstán y Turkmenistán. Es el primer nivel de intereses políticos y estratégicos donde tiene una primacía indiscutible y todos los países de este origen ya lo aceptan como un aliado firme, como sucede ahora en el conflicto en Nagorno-Karabaj, donde Azerbaiyán cuenta con un apoyo militar activo de Turquía.
Pero por el factor religioso tiene un segundo ámbito de acción, que son los países musulmanes. La Organización para la Cooperación Islámica nuclea a 57 países que se despliegan a lo largo de Asia, África, Europa hasta incluso América, desde Indonesia hasta Surinam. Dentro de ellos se encuentran los 22 países de la Liga Árabe, a la cual no pertenece Turquía, pero con cuyos miembros en los últimos meses ha adoptado una política activa, concretamente la oposición al reconocimiento de Israel por alguno de estos países promovido por Estados Unidos: Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y posiblemente Sudán. Erdogan exige a los países de la Liga Árabe que enfrenten la política de Estados Unidos en este caso. Pero además está empezando a buscar liderar el mundo islámico desde una faz religiosa. Cuando meses atrás volvió a transformar la basílica de Santa Sofía en Estambul, que era un museo y monumento nacional, en un templo dle culto islámico, mostró su intención de exhibir el poder "simbólico" que el hecho tiene en el mundo musulmán.
En el Cerano y Medio Oriente fue tomando distancia de Estados Unidos y construyó un sistema de relaciones ambiguo con Rusia e Irán, con quienes superpone intereses estratégicos. En este ámbito tiene una prioridad: someter a la minoría kurda que apunta a una autonomía o eventual escisión dentro de su propio territorio. Los kurdos se concentran en la intersección de tres países: Turquía, Siria e Irán, y su organización en ese primer país, centrada en el PKK, ha sido reconocida como terrorista por los aliados de Turquía.
Los kurdos de Siria desarrollaron en los últimos años milicias con poder ofensivo que, aliadas y sostenidas por Estados Unidos, tuvieron un rol importante en la derrota del Estado Islámico. Pero Turquía ocupó el territorio sirio fronterizo para imponer una franja de control entre los kurdos y su territorio. Con la retirada de Estados Unidos, el futuro de Siria pasó a ser discutido entre Moscú, Teherán y Estambul. Pero en los últimos meses, los intereses estratégicos de Turquía se ampliaron a Occidente con el conflicto griego-turco por la explotación del lecho marino en el Mediterráneo Oriental.
El conflicto entre Francia y Turquía precipitado por las medidas de Macron con motivo del asesinato de un docente francés por parte de un extremista islámico checheno se da en este contexto. Francia tiene residentes inmigrantes musulmanes que rondan el 10% de su población. Aproximadamente la mitad de los imanes -los sacerdotes islámicos- que enseñan en Francia son de origen turco y reciben salario de su gobierno.
La hostilidad de Francia y Turquía se ha dado en las últimas semanas en dos conflictos relevantes. El primero en el Mediterráneo Oriental, donde Francia desplegó buques en apoyo de la posición griega frente a despliegues de la flota turca. El otro es la guerra precipitada en Nagorno-Karabaj entre Armenia y Azerbaiyán. El Grupo de Minsk (integrado por Estados Unidos, Rusia y Francia) hace años que media sin resultado para encontrar una solución a este conflicto. De los tres países, Francia es el que ha asumido una posición más hostil al apoyo de Turquía a Azerbaiyán, denunciando la participación de mercenarios sirios pro-turcos en las acciones militares. La presencia turca vía inmigración en Alemania es la más relevante por nacionalidad. Erdogan dijo que Macron es un "débil mental" y frente a las medidas de control sobre la comunidad islámica francesa a raíz del asesinato del docente, ha respondido con el boicot a la compra de productos en su país y exhorta a otras naciones musulmanas a que hagan lo propio.
Varios países europeos, encabezados por Alemania e Italia, se han solidarizado con Francia, pero la posición de la Unión Europea se demora. Francia por su parte viene intensificando con Macron una política de influencia en lo que fueran sus colonias. Lo hizo en el Líbano recientemente frente a su crisis política y económica, tiene tropas desplegadas en media docena de países de África, sobre todo en el Sahel y Malí, y en la guerra civil libia estaría apoyando al gobierno paralelo del General Jaftar frente al gobierno de Trípoli reconocido por Naciones Unidas, a quien apoya Turquía. Con Estados Unidos concentrado en la elección presidencial y China adoptando una política exterior activa en su entorno inmediato y sin buscar involucrarse en conflictos que no le son prioritarios, el enfrentamiento turco-francés ha adquirido un desarrollo peligroso
(*) Director del Centro de Estudios Nueva Mayoría