Así, “episodio”, es como llama Hebe Susana Solari de Berdina a la acción donde murió su hijo, que tenía 22 años y el 5 de septiembre de 1975 se encontraba a cargo de de la Segunda Sección de la Compañía B del Regimiento de Infantería del Monte. Regresaba caminando hacia el lugar de reunión con el resto de los efectivos para subir a los vehículos y regresar a la Base. Venían, en medio del calor del monte, después de patrullar la zona durante 40 horas y haber entablado alguna escaramuza con la guerrilla. El conscripto Ismael Maldonado marchaba detrás suyo. Al llegar al paraje de Potrero Negro, de pronto, escucharon disparos. El joven subteniente comenzó a correr hacia el lugar desde donde provenían, pensando que la punta de su sección estaría siendo atacada por el ERP. Detrás suyo salió corriendo Maldonado, al tiempo que comenzaba a disparar con su FAL en dirección a la espesura del monte. Ambos fueron alcanzados por los proyectiles. Maldonado murió en el acto. Berdina permaneció tirado, malherido, fue evacuado en helicóptero hacia San Miguel de Tucumán, donde falleció.
La acción se enmarcó en el Operativo Independencia, ordenado durante el gobierno democrático de María Estela Martínez de Perón el 5 de febrero de 1975 a través del decreto Nº 261, que decía, entre otras cosas: “El comando General del Ejército procederá a ejecutar las acciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”. Todavía no había tenido lugar el golpe de Estado ni la sangrienta dictadura militar. Lo que cayeron eran dos jóvenes, de 22 y 18 años, siguiendo órdenes emanadas por un gobierno constitucional.
Alguna vez, en los 90, Mariano Grondona quiso juntar a dos Hebes: de Berdina y de Bonafini. No fue posible. Ambas se negaron. “Recuerdo que me llamó él en persona y le dije que no rotundamente, no me acuerdo ahora los motivos que le dí”, dirá sobre el tema, sin explayarse.
Hebe prefiere contar quién era su hijo: “Rodolfo siempre fue un muchacho muy querido por todos sus compañeros y jefes. Era muy buen chico mi hijo, muy cariñoso, ¿sabe? Él daba su vida por su profesión, la amaba con adoración. Sus conversaciones siempre rondaban alrededor del Ejército, era muy ejemplar. A él no lo destinaron al Regimiento del Monte en el norte, él eligió ir. Yo estaba preparada para muchas cosas, pero no para que lo mataran. El día que se fue le dije 'bueno querido mío, vos elegís, yo no”. Me respondió ‘mamá, no te pongas así…’. ‘Lo único que te pido es que te cuides’, le pedí. Pero estaba chocho por ir, cada quince días me mandaba una cartita".
Hebe, la madre, y Alejandro, el hermano, hace unos años en la inauguración de la escuela de Tartagal, en Salta, que lleva el nombre de Berdina
Hebe, la madre, y Alejandro, el hermano, hace unos años en la inauguración de la escuela de Tartagal, en Salta, que lleva el nombre de Berdina
Rodolfo Bertina había nacido en Puerto Belgrano el 7 de noviembre de 1952 Allí su padre, marino de guerra, estuvo destinado “dos o tres años”, cree recordar Hebe. Su hijo Alejandro, el hermano tres años mayor de Rodolfo, la contó a este medio que su papá, Horacio Hernán José Berdina (ya fallecido), “se retiró como Capitán de Corbeta. Fue quien salvó a más de 240 personas en el hundimiento del barco Ciudad de Asunción en el Río de la Plata (un buque botado en Escocia en 1929, que medía 93 metros de eslora por 18 de manga y chocó con otro barco en la madrugada del 11 de julio de 1963), los rescató al mando del Patrullero Murature…”
De los cuatro hijos que tuvieron, Rodolfo -el tercero entre Alejandro, María Laura y Adriana-, fue el único que siguió la carrera de las armas. Pero en vez de la Marina, eligió el Ejército. Ingresó al Colegio Militar el 2 de marzo de 1970 tras estudiar en el Colegio San Miguel de Recoleta hasta tercer año. “Tenía miedo de decirle al padre, miedo a que se ofendiera porque no elegía la Marina, pero fue todo lo contrario, al papá le pareció una decisión sana, buena”, rememora Hebe.
El estudio, las salidas con sus amigos y su perro Black, un ovejero alemán, eran la vida de Berdina. “No tenía novia -cuenta su madre-, el gran amor de su vida era el Ejército”. Egresó con la promoción n° 105 del Colegio Militar el 6 de diciembre de 1974. Menos de un año después había muerto.
Alejandro, el mayor, recuerda bien cuando le avisaron de lo sucedido, el espanto de esa noche que partió en dos la historia familiar. “En la madrugada del 6 de septiembre, a eso de las cuatro o cinco de la mañana, vinieron a casa las madres de dos de los compañeros de mi hermano. Me despertaron para que les diga a mi madre y mi padre que habían matado a su hijo. Fue algo muy difícil, no me voy a olvidar nunca de ese día, ni del momento en que los desperté para contarles. Fue dolorosísimo, y aunque te parezca mentira, fue peor para mi viejo. Siendo militar, que lo hayan matado así fue tremendo…”
A lo largo de los años, fueron muchos los homenajes que recibió Berdina. Un pueblo tucumano lleva su nombre, así como una escuela de Tartagal, en Salta, donde tiene su base el Regimiento de Infantería del Monte, del que fue abanderado cuando llegó a principios de 1975. Los “Rodillas Negras”, como los llamaban hasta los del ERP, por el cuero que se aplican sobre los pantalones como refuerzo. El año pasado, Alejandro Berdina estuvo en Tucumán para recibir las honras por su hermano. Hasta que la salud se lo permitió, Hebe también lo acompañó.
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Este año, el Ejército, a través de su cuenta de Twitter, publicó una foto de Berdina junto a la del conscripto Ismael Maldonado. Era un homenaje a dos jóvenes caídos en democracia, por orden de un gobierno democrático. Inexplicablemente, el ministerio de Defensa ordenó borrar el tuit. Previsiblemente, hubo reacciones.
El jefe de la fuerza, general de brigada Agustín Cejas, explicó que “ no renunciamos a recordar nuestros muertos, que para nosotros es central en la energía con la que necesitamos fortalecer nuestra voluntad. Evidentemente, a partir del cambio de gobierno, hay un cambio en lo que este establece como lineamientos rectores. No obstante lo cual, se sigue haciendo la conmemoración de muertos porque la entrega de la vida en cumplimiento del deber es central para el soldado, y así lo hizo el Ejército el 17 de enero en la guarnición Ejército Azul, recordando a los que cayeron defendiendo esa guarnición; lo hicimos hace 15 días en el Colegio Militar recordando al coronel Argentino del Valle Larrabure, lo hice hace cuatro días en la Dirección General de Sanidad recordando al coronel (Raúl Juan) Duarte Ardoy”
Para Alejandro, el hermano mayor, “fue una vergüenza. Argentina es un país donde el derecho lo tiene sólo una parte de la población. Sería bueno que las cosas fueran parejas, y no lo son”. Hebe, su madre, dijo que desconocía el episodio cuando la consultó Infobae, pero no obstante señala que “todos los gobiernos lo homenajearon, menos éste…”
Para recordarlo, nada como la carta que escribió entre lágrimas: "Me dirijo a aquellos que troncharon la vida de mi hijo, a los que sin mostrarse a la luz pretenden destrozar los pilares indestructibles de nuestra Patria. Soy la madre del Subteniente Berdina, de ese subteniente con mayúsculas porque supo defender sus ideales de argentino y de militar, dando la cara, peleando de frente y de pie. Ni él, ni sus soldados necesitaron drogarse para ello. Porque el valor es así, consciente, claro, sin elixires que empañen su acción y sus ideas.
No los maldigo, les doy las gracias en nombre de él y de todos los héroes que dejaron su vida por amor a Dios, a la Patria y a la familia, porque todavía esa es la fe del soldado, esa es su meta. Mi pérdida es irreparable, pero me siento henchida de orgullo porque sé que mi Rodolfo está en la gloria de Dios y en el corazón de todos los compañeros que lucharon o no a su lado. Gracias".