Las distintas ramas de las fuerzas armadas realizaron durante décadas un trabajo silencioso de autoabastecimiento de insumos médicos que necesitaban los militares para sus misiones locales e internacionales. En el 2000, por decreto, se unificaron esos laboratorios bajo el mando del Estado Mayor Conjunto. Hoy, el llamado Laboratorio Farmacéutico Conjunto de las Fuerzas Armadas es una fuente de productos tan escasos como el alcohol en gel, que ha cobrado una envergadura importante ante la expansión del coronavirus.
Y hoy ante esta la explosión de la nueva pandemia, pero como en crisis anteriores, o ante el mismo brote de dengue que azota principalmente al norte argentino, el laboratorio se convirtió una fábrica de producción descomunal de insumos para los militares, pero también para quien el Estado disponga. Por empezar, deben tener disponible un stock suficiente para abastecer a los 15 hospitales que las fuerzas armadas tienen distribuidos por todo el país, empezando por el del barrio porteño de Belgrano, sobre la avenida Luis María Campos.
Pero el laboratorio -que tiene dos sedes, una en Parque Patricios y otra en El Palomar- ya fabrica miles de litros de alcohol en gel y miles de litros de repelente por semana, además de medicamentos genéricos que incluyen analgésicos, antibióticos y antimicóticos, entre otros.
En los últimos días, las autoridades del Ministerio de Defensa y del Ministerio de Producción solicitaron al nuevo jefe del Estado Mayor Conjunto, General de Brigada Juan Martín Paleo, que el laboratorio -que está al mando del Director de Sanidad Militar Conjunta, coronel Fernando Luis Pose- se apreste a aumentar su capacidad de fabricación de alcohol en gel, y esté a disposición para hacerlo también sus partidas de otros insumos y se disponga a fabricar otros que no han estado entre sus principales productos, como barbijos. Insólitamente, hoy no hay barbijos ni alcohol en gel en las farmacias para abastecer el mercado local. Se acabaron, sostienen los empleados.
El laboratorio farmacéutico de las fuerzas armadas se había unificado en el 2000 pero desde hacía años que las fuerzas venían realizando sus propios insumos para sus misiones.
La planta de El Palomar por ejemplo fue levantada en 1948. Y está conformada por militares con especialidades especificas en química, farmacéutica, medicina. Llegaron a fabricar hasta su propia pasta de dientes, endulzantes, y todo tipo de insumos para sus campañas. En realidad, en su momento, la unificación representó un achicamiento de su infraestructura, sometida también a las crisis económicas de este país y a las decisiones del poder civil de turno.
"Su objetivo es poseer la capacidad para elaborar y analizar medicamentos, productos biológicos y antibióticos para proveer a las FFAA y Organismos Oficiales", dice la página oficial del ministerio de Defensa, que comanda hoy Agustín Rossi. Una fuente castrense agregó a Clarín: "Nuestra razón de existir es la de proveer a las fuerzas, hacer investigación, obtener y proveer conocimiento. Y estamos preparados para afrontar una crisis de capacidad".
Hoy, según consigna Clarín, el laboratorio trabaja por requerimiento y no tiene un stock determinado. Producen hasta 5.000 litros de alcohol en gel por semana y otros 5.000 litros de repelente también por semana, pero están en condiciones de llevar la producción a más de 10.000 litros semanales de cada producto.
Vale recordar que el propio ARA San Juan, que se hundió en el Atlántico Sur con sus 44 tripulantes, en la mayor tragedia de es tipo en la Argentina, llevaba consigo una gran cantidad de insumos del Laboratorio del Estado Mayor Conjunto para las necesidades de esos hombres y mujeres en alta mar.
Cada año, se dispone una partida de productos del laboratorio para la campaña antártica, para las operaciones terrestres del Ejército en el norte argentino, donde, por ejemplo, se necesita más repelente, suero antiofídico, alcohol en gel y antimicóticos. Las tareas de defensa civil que realizan los militares ante inundaciones y otras catástrofes precisan de estos insumos y también se abastecen de ellos los observadores militares, y los efectivos en misiones de paz en el exterior, que viajan al exterior, como ocurrió con el hospital militar argentino que se montó en Haití.