En concreto, sostienen, Washington busca presionar a los que no comulgan con su política. Indican que un ejemplo característico de esa política es la situación de Venezuela. Señalan, en concreto, que Estados Unidos ve a América Latina como una zona exclusiva de sus intereses. Reflotando la doctrina de 1923, que el presidente de entonces James Monroe proclamó y quedo plasmada bajo el lema “América para los americanos”.
A finales del Siglo XX la Doctrina Monroe fue completada con una tesis que otorga a Estados Unidos potestad para solucionar los conflictos en América Latina, incluso con el uso de la fuerza militar. En los años de la guerra fría, Washington uso su ideología para luchar contra la influencia soviética y la propagación del socialismo en Cuba y en otros países de la región.
El profesor de Historia y director del Centro de Estudios de Fuerza y Diplomacia de la Universidad de Temple (Filadelfia, EE.UU.) Alan McPerson, considera que la crisis venezolana representa en cierta medida un nuevo caso de intervención estadounidense en los asuntos internos de otros Estados. El experto recuerda que el país norteamericano ha intentado durante siglos cambiar los regímenes en América Latina. Muchas de sus acciones resultaron exitosas. Su verdadero objetivo, por lo visto es asegurar los suministros estables de petróleo en el mercado estadounidense. Para conseguirlo Washington utiliza la democracia y los derechos humanos. Casi todas las intervenciones de Estados Unidos en el Siglo XX fueron unilaterales y se realizaron de manera violenta. A veces trajo consigo la democracia y a veces implantó una dictadura. Según McPerson, hoy en día existen métodos que pueden ayudar a prevenir la intervención estadounidense en Venezuela. Los esfuerzos urgentes de los Estados Latinoamericanos es uno de estos métodos. La mayor parte de los países de la región no quieren que se produzca una intervención abierta de EE.UU. en Venezuela y países como México están tratando para ofrecer sus servicios de intermediarios. De acuerdo con McPherson Venezuela puede convertirse en una Siria Latinoamericana, donde el presidente conserve el poder y su gobierno se haga más cruel.
La región en América Latina y el Caribe esta ahora bajo una fuerte presión. Los intentos de Estados Unidos de reformatear el panorama político de América Latina a su medida, en el espíritu de la revivida Doctrina Monroe, causa una gran preocupación. En esencia, Washington se ha arrogado a sí mismo el derecho, basado en sus propias interpretaciones, de usar la fuerza donde quiere derrocar gobiernos que, entre otras razones, no le satisfacen. Tales acciones de la Administración estadounidense socavan los cimientos de la seguridad y la estabilidad regional, conducen a la polarización de las sociedades latinoamericanas y también van en contra de la tarea de construir una zona de paz en América Latina. Son cada vez más manifiestas los intentos de suplir las normas del derecho internacional con unas reglas establecidas por un pequeño grupo de países elegidos –o más bien por un solo país- y después hacerlo pasar por la posición de toda la comunidad internacional. Una de las formas de obligar a seguir estas reglas es la política de presión económica -o la política de sanciones unilaterales ilegitimas- aplicada a los que se oponen al dictado del más fuerte. Muchos países latinoamericanos viven bajo esa presión y se les niega el principio de unidad en la diversidad, uno de los principios básicos de la política latinoamericana.
Expertos internacionales creen que los Estados Unidos tiene tres grandes visiones en América Latina que están presente a lo largo de toda su historia: denegar el acceso a potencias extranjeras (ahora los rusos y los chinos).Lo segundo, es el control de los recursos naturales y del mercado. Garantizar que Estados Unidos tenga un supermercado de materias primas y un mercado para su industria. La tercera, evitar por cualquier medio, que surja en América Latina una alternativa que amenace su hegemonía.
El derrocamiento de Nicolás Maduro sería una gran victoria política para la Administración Trump, pero el apoyo de Rusia a Venezuela podría frustrar estos planes. Si Rusia sigue apoyando al presidente venezolano Maduro, es posible que se repita en Venezuela la humillación que sufrió Occidente en Siria.