Para el autor de la nota, La autocrítica del jefe aeronáutico no es óbice para señalar las responsabilidades internas de las Fuerzas Armadas que comenzó como un conflicto diplomático y luego derivó en la guerra con la tercera potencia naval del orbe, que envió a la zona de operaciones 120 barcos, 42 de los cuales fueron naves de guerra, 6 submarinos (tres nucleares) y el resto, navíos mercantes requisados como auxiliares.
"Yo diría que no fue meditada, porque el día anterior le dieron al almirante Walter Allara (jefe de la escuadra naval en 1982) la orden de replegar la flota. ¡Qué clase de ocupación de las islas iban a hacer! Es una cuestión apresurada de mirar las cosas que nos llevó a la guerra", añadíó en diálogo con Télam.
Agregó que "no estoy discutiendo si es justa o injusta. Desde el punto de vista nuestro fue injusta la guerra. Esta guerra le salvó el gobierno a la (primer ministro británica Margaret Thatcher). Y cuando uno larga una cosa así, no se puede replegar".
Responsabilizó al jefe de la Armada, almirante Jorge Anaya, miembro de la junta militar del Proceso, haber dado la orden de repliegue de la flota de mar al almirante Allara. "La noche del 30 de abril, a las 20:25, Anaya dio la orden a Allara de replegar las naves hacia Puerto Belgrano".
Según el aviador, "Anaya dijo 'lo que pasa es que si se pierde una fragata, no la puedo reponer y si pierdo un capitán de fragata, tampoco'. Es triste", lamentó el ex jefe de la FAS.
Desde el punto de vista militar, ¿la decisión fue correcta? "Le voy a dar un ejemplo -respondió-. Había un barco el Santísima Trinidad, que era un destructor, tipo 42, igual al que tenían en ese momento los ingleses. El destructor argentino se replegó tanto sobre la costa que cuando bajó la marea quedó varado, encalló -reveló-. Fue cerca de Puerto Madryn, para evitar ser torpedeado por un submarino. Fue desafortunado, replegar la flota".
Durante la conflicto, la flota británica sufrió siete barcos de guerra hundidos, otros cinco quedaron fuera de combate y doce resultaron con averías de consideración. En total, sobre 42 naves de guerra, 24 fueron hundidas o dañadas, es decir, más de la mitad de las que llegaron para combatir.
También reconoce que fue un error designar al general Mario Menéndez al frente de las tropas desplegadas en el archipiélago. "Era un ineficiente. No era el hombre adecuado para el puesto de mando. Yo no hubiera puesto a Menéndez en el mando, no tenía ni idea de lo que tenía que hacer".
De acuerdo con Crespo, Menéndez había sido designado al frente de las tropas en las islas, después de su participación en el operativo Independencia, en los montes tucumanos, donde combatió con una fuerza irregular de la guerrilla del ERP, en 1975.
Los comentarios posteriores de los jefes militares británicos fue que "el error argentino fue no haber tratado de impedir la cabeza de playa en la bahía San Carlos". Así lo manifestó el coronel Julian Thompson, jefe de la infantería inglesa que llegó a Puerto Argentino el 14 de mayo de 1982, día en que se produjo la capitulación.
Otro aspecto que destacó el brigadier fue la descordinación entre las armas. No hubo un jefe militar único. Crespo no se subordinaba ante ningún otro jefe. "La Fuerza Aérea no dependía de Menéndez, dependía de mí", subrayó.
Por lo que se conoce ahora, a tres décadas y media el conflicto, tampoco el presidente de facto, general Leopoldo Galtieri, incidió en las operaciones militares y no hubo un comando conjunto al que se subordinaran las tres fuerzas.
El plan original fue entrar en Malvinas y luego negociar, partiendo de la base que los Estados Unidos, con Ronald Reagan como presidente, iban tener una posición neutral. Galtieri creyó en esa posibilidad tras la visita a los EE.UU. meses antes de la guerra, oportunidad en la que un militar norteamericano lo definió como "un general magestuoso".
Producida la recuperación de Malvinas el 2 de abril de 1982, Gran Bretaña pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), donde después de arduas negociaciones los ingleses consiguieron la aprobación de la resolución 502 que era la derrota diplomática de la Argentina. Aquí comenzó a perderse la guerra.
EE.UU., que había insinuado neutralidad ante el diferendo, le dio la espalda a la Argentina y también al Tratado de Asistencia Recíproca (TIAR) que había impulsado en 1947 para que si un país americano era agredido/invadido por otro extracontinental los demás debían asistirlo en solidaridad.
Analistas militares del Reino Unido revelaron en el curso de estos años, que en el mismo momento en que el Consejo de Seguridad votó en contra de la Argentina, los EE.UU., a través del departamento de Defensa, comenzó la asistencia militar y aprovisionamiento a la Task Force británica, llevando misiles, armas de todo tipo y combustible a la isla Ascención, base logística en medio del océano Atlántico.
Otro aspecto que destacó Crespo relacionado sobre la falta de coordinación de las fuerzas es la resolución militar del dictador y presidente de la Nación, Juan Carlos Onganía, que en 1969 dispuso el ámbito de funcionamiento de las Fuerzas Armadas.
"El Ejército tenía la tierra, la Armada tenía el mar y a la Fuerza Aérea le pusieron como coto de operaciones las 15 millas marítimas, esto es, 28 kilómetros. De ahí en adelante, no podíamos ir. Cuando se armó la guerra, salimos igual", dijo.
Reconoce el error propio. "La Fuerza Aérea también tiene la culpa, no sé si por no demostrar una desunión de las FF.AA. ante la sociedad o qué. Eso fue una burrada del tamaño de una casa, no se puede limitar el vuelo de un avión", observó.
Crespo sostuvo que la aeronáutica no tenía las armas adecuadas, algunas naves, como los Mirage no podían reabastecerse en vuelo, los Skyhawk A4B y A4C eran naves sin misiles, dos de los sistemas que llevaron el peso del combate aéreo.
"Los únicos que tenían armamento para el combate era la Armada. Por los aviones franceses Super Etendard, que portaron los misiles Exocet; por la flota, tenían dos destructores tipo 42 (Santísima Trinidad y Hércules). Los pilotos navales eran muy buenos, muy bien entrenados y tenían cinco misiles Exocet. Y muy valientes. También la infantería de marina, el BIN 5, cumplió una tarea excelente", ponderó Crespo.
"Nosotros teníamos bombas, no misiles. Salimos igual. Los Super Etendard tiraban los misiles a 40 km y luego se retiraban, nosotros seguíamos y allí nos bajaban los misiles británicos. Todos nuestros pilotos, eran oficiales", explicó.
Para el brigadier Crespo, "la Guerra de Malvinas fue una batalla aeronaval tan fuerte como nunca lo hubo, ni en la II Guerra Mundial pasó nada parecido. Después de Malvinas, no ha habido un conflicto de tamaña naturaleza. Los ingleses dicen que fue una guerra pequeña. ¡Qué pequeña! Inglaterra puso todos los medios que tenía, apoyados por la OTAN y por los EE.UU."
"Nosotros peleamos contra el mundo. Sin ayuda. Lo único que queda para rescatar es que la Fuerza Aérea no se rindió. Peleó hasta el último día y nos pidieron que no siguiéramos luchando", terminó el jefe de la Fuerza Aérea Sur (FAS) en la Guerra de Malvinas.
Antes de que finalizara el año de la guerra, el presidente de facto, Reynaldo Bignone, firmó el decreto de creación de una comisión investigadora de las acciones durante el conflicto que encabezó el teniente general Benjamín Rattembach, nombre con el que se conoce ahora el informe, y compuesta por otros jefes militares que juzgaron a sus colegas al mando de las tropas en Malvinas.
Las conclusiones fueron muy duras con el general Galtieri, jefe del Ejército, y presidente de facto de la Argentina, con la falta de profesionalismo del general Menéndez, por la rendición sin presentar batalla de los hombres en las islas Georgias y Sandwich del sur y con la ausencia de coordinación entre las fuerzas durante el conflicto bélico.