República Argentina: 3:57:10pm

Por Alejo Sanchez Piccat publicado por www.escenariomundial.com

Mientras Argentina alterna reclamos diplomáticos, gestos de acercamiento y silencios incómodos, el Reino Unido lleva décadas consolidando su presencia en el Atlántico Sur y la Antártida.

No es nuevo: desde la cooperación naval con Chile y el uso de Punta Arenas como plataforma logística, hasta los acuerdos con Uruguay y la venta de buques de gran porte a Brasil, Londres tejió una red regional que se profundizó en los últimos años. Cada pieza suma acceso, proyección o legitimidad, y en conjunto configuran un entramado que funciona como andamiaje estratégico en el sur.

El resultado es visible: vuelos militares y buques logisticos que encadenan Malvinas–Punta Arenas–Antártida, acuerdos con fuerzas uruguayas, acuerdos de venta de buque a la Marina de Brasil y proyectos hidrocarburíferos en aguas de las Islas Malvinas. A esa red se suma un capítulo más sensible: las conversaciones militares entre Buenos Aires y Londres, confirmadas en informes oficiales y medios británicos, que abren una vía técnica para discutir el veto histórico al reequipamiento argentino. En paralelo, concursos culturales, billetes con el rostro del rey y obras de infraestructura dual transforman la ocupación británica en rutina. Mientras tanto, la política argentina oscila entre el rechazo formal y el pragmatismo, sin terminar de articular una estrategia que convierta su reclamo en capacidad concreta o una reversión de la relación que se mantiene con Londres.

Una arquitectura regional que normaliza la presencia de Londres

Chile se consolidó como la bisagra logística británica en el Cono Sur. Punta Arenas funciona como hub de entrada y salida hacia la Antártida, con vuelos del A400M Atlas procedente de Malvinas y con presencia regular del rompehielos HMS Protector y el buque de investigación Sir David Attenborough. La cooperación no se limita a la logística: la Armada chilena mantiene una relación de larga data con la Real Armada Británica, que incluye formación de oficiales, transferencia de buques y procedimientos comunes. La eventual cesión de la fragata HMS Argyll se enmarca en esa tradición y refuerza la interoperabilidad. Para Londres, Chile ofrece previsibilidad operativa; para Santiago, respaldo político y acceso a tecnología.

Brasil, por su parte, amplió su vínculo con el Reino Unido al oficializar la compra del HMS Bulwark, que pasará a incorporarse como NDM Oiapoque. Con antecedentes como la adquisición del ex HMS Ocean, hoy NAM Atlântico, la Marina brasileña da un salto cualitativo en proyección anfibia y respuesta humanitaria. Más allá de lo técnico, la operación tiene un fuerte valor político: Brasil refuerza su condición de socio preferencial de Londres en la región y muestra voluntad de proyectar poder en la llamada “Amazonía Azul”.

Uruguay completa el triángulo con una cooperación más discreta pero igualmente significativa. La declaración conjunta de 2022 entre Lacalle Pou y Boris Johnson abrió la puerta a entrenamientos, apoyo en operaciones de paz y coordinación en materia antártica. En la práctica, Montevideo ha servido como escala técnica para aeronaves británicas desplegadas desde Malvinas hacia la Antártida, como el A400M Atlas, lo que confirma su utilidad logística en la red británica. Sin necesidad de bases permanentes, el Reino Unido garantiza tránsito seguro y previsibilidad operativa, mientras Uruguay capitaliza vínculos en defensa y comercio sin asumir un costo político interno elevado.

El frente económico se tensó con el avance del proyecto hidrocarburífero Sea Lion, impulsado por Rockhopper y la empresa israelí Navitas Petroleum. Pese a las resoluciones de la ONU que instan a evitar cambios unilaterales, Londres avanza con licencias y financiamiento en la Cuenca Malvinas Norte. Cancillería volvió a calificar de ilegales esas operaciones, aunque el contraste entre comunicados y la capacidad británica de ejecutar proyectos refleja una asimetría estructural.